Tres

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     Entro tras Roger y cierro la puerta tras de mí. Quito mis zapatos y suelto las llaves. Él deja las bolsas sobre la barra y yo me apresuro a colocar cada cosa en su sitio.
     —Puedes quitarte los zapatos si quieres.
     Le indico, señalando la puerta de entrada. Él solo asiente y va a dejar sus deportivas Adidas junto al zapatero, para luego acercarse y sentarse en la barra.
     —Y... ¿qué sueles desayunar?
     Pregunto, esperando tener algo a su gusto. Él solo traquetea la barra con sus dedos, negando con al cabeza.
     —Lo que me pongas está bien.
    Asiento para seguir colocando y reponiendo. La verdad es que da gusto volver a ver los gabinetes llenos. Él se queda callado, sin quejarse o comentar nada. De nuevo, es un silencio bastante cómodo. Eso me reconforta.

     —Iré a despertar a Oliver. Ahora vuelvo. Tú... Tú ponte cómodo.
     Digo después de un rato, cuando ya está todo colocado y guardado. Él acata la orden mientras que yo subo a mi habitación.
     Oliver está espatarrado en la cama, con los labios entreabiertos y su conejo apresado entre sus brazos como si en ello le fuera la vida. Me acerco cuidadosamente y lo apachurro en un cálido abrazo, dejando un sonoro beso en su mejilla.
     —Buenos días, dormilón~ —canturreo mientras lo prieto más en el abrazo. —Vamos, es hora de desayunar. Ya es sábado~.
     Él se remueve y me regala una gran sonrisa antes de sentarse y abrazarme nuevamente. Yo acaricio su nuca con cariño. Le ofrezco mi mano para bajar y la toma encantado, restregándose los ojos con su mano libre.
     Una vez abajo, Oliver se esconde tras de mí, arrugando mi sudadera entre sus manos. Por un momento me desconcierta, pero luego recuerdo a nuestro invitado.
     —Hey, Oli, no pasa nada.
     Le digo, pero él se mantiene detrás de mí, negando con la cabeza.
     —Malo.
     Replica. Roger parece avergonzado, o más bien decepcionado. Pienso decir algo, pero Roger se levanta y se acerca con algo en la mano.
     —Hola Oliver. ¿Qué tal?
     Pregunta amable, y la verdad no sé qué pretende. Oliver asoma la cabeza por mi brazo, frunciendo levemente el ceño. En cambio, Roger le dedica una sonrisa.
     —Mira, es para tí. Toma. —le dice, enseñándole un Huevo Kinder en su mano. Ni siquiera sé desde cuando lo tiene. Oliver, aún un poco desconfiado, lo toma. —Si te digo que ya no seré malo contigo, ¿me perdonarías?
     Oliver parece sorprenderse por un momento, pero luego vuelve a fruncir el ceño. No le cree al cien por cien. Decido ayudar un poquito.
     —Hoy Roger me ha ayudado a hacer la compra. Eso no lo hacen las personas malas, ¿verdad Oli?
     Oliver parece pensar un poco, pero en unos segundos sale de su escondite. Me mira a mí y luego a Roger. Este le sonríe abiertamente, esperando tener su confianza también. Roger le ofrece su mano, para que le choque los cinco. Al contrario de lo que se espera de esto, Oliver posa su mano suavemente sobre la de Roger y luego la separa. Este no puede evitarlo y se ríe levemente.
     —¿Amigos?
     Ofrece Roger y Oliver asiente suavemente, no estando aún muy seguro de ello.
     —Bueno, pues vamos a desayunar.
     Les aviso. Ellos se sientan en la barra mientras pongo un cuenco de cereales y cuatro tostadas. Preparo el café mientras se hacen las tostadas y saco la mantequilla y la mermelada.
     Al terminar todo, pongo las cuatro tostadas en un plato lo pongo frente a Roger y le sirvo una taza de café. El cuenco lo pongo frente a Oliver y este sienta a su conejo frente a él en la mesa para empezar a comer torpemente. Yo me siento junto a ellos con una taza de café entre manos.
     —Gracias. Huele muy bien. —me afirma Roger untando una tostada con mantequilla. —¿Tú tampoco desayunas? Por cierto, ¿y tú madre?
     —No suelo desayunar. Mi madre está durmiendo. Hoy puedo permitirme dejarla dormir un poco más.
     Respondo tranquila, dándole un sorbo al café. Roger parece sorprendido, omitiendo mi respuesta sobre mi madre.
     —No desayunas, no comes... —enumera con sus dedos, soltando el cuchillo. —Es por eso que te estás quedando así de enana. Necesitas comer.
     Le doy otro sorbo al café, observando cómo toma otra tostada y la unta con mermelada. Junta ambas partes, a modo de sándwich, y me lo ofrece. Niego con la cabeza y reniego, pero me obliga a tomarlo.
     —Gracias...
     Respondo sin más opción. Lo como despacio, degustando la nueva combinación, sin saber si me gusta o me encanta. Estoy ahí ahí. Roger decide empezar a conversar con Oliver, y yo me quedo al margen, queriendo ver cómo Oliver reacciona a mantener una conversación con él.
     —Oye, me encanta tu peluche.
     Comenta Roger de la nada, dándole un mordisco a su tostada. Oliver levanta la vista y le mira con ojitos sorprendidos.
     —¿De verdad?
     Cuestiona emocionado, tomando a su conejo y pegándolo a su pecho aún sin quitarlo de la mesa. Yo alejo el cuenco para evitar algún accidente.
     —De verdad. ¡Es muy bonito!
     Roger parece más emocionado que el dueño original. Oliver se separa del peluche de felpa y se lo muestra.
     —¡Es mi mejor amigo! Siempre está conmigo.
     —¿Y tiene nombre?
     Oliver sonríe tiernamente y se aparta el pelo de los ojos antes de contestas con ojitos sonrientes.
     —Se llama Algodón. Es porque es muy blandito y suave.
     Roger sonríe enternecido, y yo no puedo evitar sonreír por la interacción entre ellos.
     —Vaya, ¿y no puedo ser yo también su amigo?
     Pregunta con cuidado, más creo que ha cruzado al línea cuando veo el rostro pensativo de Oliver. Dejo la taza y los observo atentamente.
     —Pero... —Oliver empieza a hablar, cautivando a ambos. —no le gusta que lo dejen solito... Tampoco que le griten o que le digan cosas feas... ¿vale?
     Oli hace ojitos de cachorrito hacia Roger y podría jurar que le brillan los ojitos. Roger parece conmovido por sus palabras, al igual que yo misma. Asiente con furor, poniendo una de sus manos sobre su corazón, haciendo una promesa. Oliver le ofrece la patita afelpada de Algodón a Roger, y este la agita suavemente y con cuidado, sonriendo abierta y sinceramente.

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