Ocho

8 1 1
                                    


     —Mira, ellos son Daniel, Nathan y Aiden. Vamos, saludad bichitos.
     —¡Hola!
     Gritan los trillizos al unísono. Según me ha dicho la señora Williams, tienen apenas cinco añitos. Son súper tiernos, con las mejillas llenitas y con un montón de rizos en la cabeza. Tienen más o menos la misma altura, y sus rostros son prácticamente iguales. Salvo por su cabello, ya que Nathan es moreno, mientras que Daniel y Aiden son rubios.
     Los tres llevan puesto un jardinero blanco con una margarita bordada en el bolsillo de al frente, y debajo una camiseta de manga larga azul claro. Además llevan en sus manos un osito de felpa. Los tres iguales pero distintos colores. El osito de Daniel es rosita, el de Nathan es celeste y el de Aiden es verde clarito. No creo que me suponga ningún problema cuidarlos cuando son así de tiernos y achuchables.
     —Ella es Ohana y va a ser vuestra niñera. Quiero que os portéis bien con ella, ¿vale?
     Los niños se ríen en respuesta. No parecen muy concentrados en lo que dice su madre, más bien están atentos a mi persona. Me miran juguetones mientras sonríen tiernamente. Yo les sonrío igualmente.
     —Bueno, hay pegatinas en los cajones de la cocina. Deben estar repartidas por toda la casa, en realidad. Nunca las usamos, pero puedes utilizarlas para que te presten atención. Ahora te parecen muy tiernos, pero estos bichitos son unos rebeldes, ¿a que sí?
     Dice mientras toma las mejillas de Daniel. Este se ríe abiertamente. La señora Williams toma su bolso y sus llaves antes de acercarse a mí.
     —Muy bien. Pareces buena chica, y por lo que me has contado, también pareces responsable, así que te encargo a mis estrellitas. Hoy solo los cuidarás por un rato. Sé que tienes que ir a recoger a tu hermano, no te preocupes. Toma esto como una prueba mientras voy a recoger un paquete, ¿de acuerdo?
     —De acuerdo, muchas gracias.
     Ella me sonríe antes de salir de la casa. Lo veo razonable, pues aún queda cerca de hora y media para que Oliver salga de clases. Puedo cuidar de ellos por un rato.
     Froto mis manos entre ellas; Estoy algo nerviosa. Y la verdad es que no sé bien por qué. Vamos, es lo que llevo haciendo prácticamente desde siempre: cuidar de niños. Bueno, Oliver no es un niño. Por un lado sí, pero... Bueno, tiene alma de niño, por lo que es como uno prácticamente.
     Coloco ambas manos en mi cintura y miro a los tres niños frente a mí.
     —Bueno, ¿qué queréis hacer?
     —¡Jugar!
     Gritan Nathan y Aiden mientras se acercan a mí para tomarme de la sudadera y tirar de ella, guiándome a la caja de juguetes junto al sofá. No me quejo, me parece tierno y gracioso.
     Me siento junto a ellos y los ayudo a sacar algunos coches de juguete y un par de muñequitos de madera. Empiezan a montar sus historias mientras juegan con estos. Ni idea de lo que están haciendo, como cuando Oliver juega en la bañera. No se les entiende pero parecen divertirse. Serán cosas de niños, supongo.
     Observo cómo Daniel está aún de pie, abrazando a su osito rosa mientras nos mira. Me levanto, dejando a sus hermanos jugando ahí y me acerco a él, agachándome a su altura.
     —Hey —le digo suavemente— ¿No quieres jugar con tus hermanos? Los coches parecen divertidos.
     Intento alentarlo, pero él niega con la cabeza suavemente. Quiero tomarlo en brazos, pero no tengo fuerza para eso. Busco su manita, la cual me deja tomar, y me lo llevo al sofá, donde me siento y lo pongo en mi regazo. Él se acomoda mejor, sonriéndome.
     —¿Qué quieres hacer tú, cariño?
     Le pregunto apartando el pelo de su frente, que casi le cubre los ojitos.  Él solo me señala la televisión tímidamente. Así que, acatando sus órdenes, la enciendo y voy pasando canales. Se remueve inquieto cuando paso por Bob Esponja, por lo que lo dejo ahí, viendo cómo él sonríe y se recuesta en mi pecho.

    La señora Williams aparece por la puerta unos cuarenta minutos después. Nathan y Aiden se apresuran a correr hacia ella para recibirla. Daniel, en cambio, se queda en mi regazo, inmerso aún en los dibujos animados. Los niños vuelven a jugar y su madre se acerca a nosotros, acariciando los rizos de Daniel.
     —Bueno, lo has hecho bien. No has quemado nada, mis hijos están como los dejé y no te has puesto a jugar con el móvil en vez de prestarles atención.
     —No tengo móvil.
     Le digo honestamente. Ella me sonríe mientras toma a Daniel en brazos, permitiéndome levantarme del sofá.
     —Verás... Lo único que me importaba es que no dejaras a Dani de lado, y tú no lo has hecho, por lo que puedo asegurarme de que eres apta para cuidar de mis bichitos.
     —¿Y cómo sabe que no...?
     Insto a preguntar, más ella es más rápida y me interrumpe con una sonrisa.
     —Te he visto por las cámaras. Estaba en la esquina al pendiente de vosotros. No podía arriesgarme. Están por seguridad, pero si en algún momento te incomoda, no dudes en hacérmelo saber. Y bueno, —rebota un poco a Daniel, haciéndolo reír levemente— bienvenida a la familia, Ohana. Contamos con tus servicios.
     Casi salto de alegría.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Oct 31, 2022 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

OHANADonde viven las historias. Descúbrelo ahora