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- ¿Qué tienes en mente? — Te pregunto.

Entrecierras los ojos.

- ¿Qué...? Mira, nada de esto tiene sentido. Estás empezando α asustarme, Harry, y esto es... Jesus... es muy raro. — Tus palabras salen atropelladas.

Me río.

- ¿Α asustarte? — Levanto una ceja. —. ¿Así que te va eso, mhm? ¿Quieres jugar al gato y al ratón?

Te llevas una mano α la cabeza y te ríes.

Te ríes.

Es una risa nerviosa, asustada.

- Joder... estás... estás loco. Como un... — Musitas. —. Ya he tenido suficiente.

Empiezas α caminar con prisa hacia la puerta, sin siquiera mirarme.

La comisura de mi labio se frunce hacia arriba.

- Pues que empiece la cacería. — Dictamino.

Solo me hacen falta cinco pasos para interceptarte el paso. Doy un golpe α la pared con la palma. Te tengo encerrado entere ella y mi cuerpo.

Ansiaba saber α que exquisita fragancia dulzona olerías.

Las yemas de los dedos me hormiguean.

Vainilla.

Oigo como opacas un chillido.

Tiemblas bajo mi tacto.

- Por favor...

- Shh — Te chisto. Acaricio tu mejilla y tu bajas la cabeza. —. Mírame, Louis.

Al cabo de unos segundos haces lo que te pido.

Tus ojos azules brillan más de lo normal. Hay lágrimas frescas en ellos, y caen como perlas por tus pómulos perfectamente definidos.

- No hagas esto... por favor — Tu mandíbula tiembla. —. No hagas nada de lo que puedas arrepentirte. Por favor, por favor, por favor... — Casi parece que me lo implores.

Se te da realmente muy bien esto. Estoy impresionado.

Me cela pensar en el echo de que no sea la primera vez que hayas jugado α esto con un chico.
Incluso parece que tengas memorizadas tus líneas de víctima α la que hay que rescatar.

Mis manos bajan lentamente y se instalan en tu cintura.

Siento rápidamente un tirón en la parte baja de mis pantalones.

Es increíble lo que me haces llegar α sentir con el más simple roce.

- No voy α volver α decírtelo — Murmuro. —. Desnúdate.

Simplemente asientes.

Empiezas α sacarte la camiseta por la cabeza. Tu torso tiembla y sueltas algunos sollozos que se me antojan incontrolables. Es realmente impresionante.

Mis ojos chispean cuando te tengo delante; tan accesible.

Tu piel es suave y bronceada, caramelizada.

Te sigo quitándome la chupa del equipo, siguiéndole después mi camiseta.

Ahogas un chillido cuando ves mis cardenales.

Me embarga una sensación de vergüenza al tener expuestas ante ti mis cicatrices.

Carraspeo.

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