¡Por Favooor!

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¡Por Favooor!



Un poco de concentración... una pizca de malicia... Muchas horas de entrenamiento. Y la gran costumbre que tenía de salirse siempre con la suya. Todos eran los ingredientes necesarios para conseguir que el labio inferior de Harry temblara como el de un niño pequeño y grandes lágrimas rodaran por sus mejillas.


No decía nada, dejaba que el sonido de su nariz goteante dijera más, y se acurrucó sobre sí mismo apoyando su mentón en sus rodillas. Ahí, gimoteando en el rincón de la habitación de Severus, mostrando una vulnerabilidad que no tenía, estaba seguro que había conseguido la imagen perfecta de la ternura y el corazón de Severus no podría contra eso.


— ¿Te das cuenta de lo ridículo que te ves, Potter?


El libro que Severus intentaba fervorosamente leer antes de la irritante interrupción quedó convertido en cenizas en sus propias manos.


— ¡Potter, ese ejemplar me costó más de treinta galeones! —gritó Severus abandonando la cama, Harry le miraba furioso pero con una enorme sonrisa de satisfacción, finalmente había abandonado su pose y acariciaba agradecido a su adorada varita.

— ¿Acaso no es más valiosa nuestra relación? ¿O te costó más ese puñetero libro?

— En realidad, sí. —respondió sin poder contenerse, a sabiendas que tenía que actuar rápido y protegerse de lo primero que encontrara, de esa forma pudo conseguir que lo chamuscado ahora fuera el dosel de la cama—. Te advierto que pagarás todos los desperfectos, Potter.

— ¡Ja, permítame reírme, Profesor Snape!

— Oh, vamos, no seas infantil y deja esa rabieta de lado. No quise decir eso, pero tienes que admitir que realmente lo nuestro se dio demasiado fácil.

— ¡¿Me estás diciendo fácil?! —cuestionó mostrándose ofendido.

— A ti no, a la situación. —aclaró al mismo tiempo que se frotaba el puente de la nariz, siempre pensó que Harry era un niño consentido y mimado, luego supo que no, pero ahora comprobaba que si no lo había sido era porque no había tenido con quien serlo... pero ya había encontrado a alguien a quien chantajear y parecía que le gustaba mucho hacer esos dramas.

— ¡Porque tú te aprovechaste de esa situación, me tomaste desprevenido, triste y perturbado por la muerte de Sirius! —intentó justificarse.

— Harry, siento contrariarte pero siempre tienes un pretexto. Hace una semana me dijiste que había sido porque estabas excitado por un sueño que tuviste, y hace un mes que porque estabas contento de saber que te había admitido para Pociones avanzadas... algo que aún no logro entender de mí. Pero el caso es que empiezo a sospechar que ya ni recuerdas dónde, cuándo y cómo fue que empezamos a estar juntos.


Harry se sonrojó con ese comentario, sí recordaba ese momento, jamás podría olvidarlo, pero tenía que admitir que era verdad que todos aquellos pretextos los usaba con la única finalidad de no mostrarse como un desquiciado que, sin haberlo pensado, se apareció una noche bajo las sábanas de su Profesor.


Aún le costaba mucho poder entender cómo fue que llegó a ese atrevimiento. La noche anterior habían discutido como nunca, e incluso se amenazaron varita en mano, prácticamente la catalogaría como la pelea del siglo, y luego, así sin más, había terminado en la cama de Snape.


—Harry... ¿de verdad no lo recuerdas? —preguntó Snape preocupado por el silencio de su amante y alumno.

— Sí me acuerdo, pero ese no es el punto. —dijo al cabo de un par de segundos que ocupó sacudiendo su cabeza—. El hecho es que no sé porqué eres tan malito conmigo.


Harry se acercó al hombre y sumamente meloso hundió su rostro en el cuello de Severus mientras acariciaba su pecho con la mayor sensualidad que pudo.


— ¿Así que cambiarás de estrategia? —jadeó el ojinegro disfrutando del tratamiento.

— ¿Funciona?

— No, pero me gusta más que la pataleta.


Desesperado, Harry se separó para enseguida dejarse caer de espaldas sobre la cama.


— ¿Y si te castigo con abstinencia? —cuestionó pícaramente.

— ¿Y quién crees que sería el primero en perder?


Severus se aproximó gateando sobre Harry, rozando con los labios su pecho por encima de la camisa, divertido de verlo gemir placenteramente cuando dejó caer su cálido aliento por sobre los erguidos pezones. El ojiverde tuvo que admitir que no resistiría ni un día ¡ni uno solo!... y jaló a su amante para besarlo largamente.


— Eso es porque sabes que eres mi debilidad, Severus. —le dijo acariciándole el rostro luego de romper el beso—. No hay nada ni nadie más importante para mí que tú, que te admiro con toda mi alma y...

— Basta, eso tampoco funcionará.


Harry lloriqueó desesperado, odiaba ver que nada estaba convenciendo a su pareja de cumplirle su pequeñito capricho. Severus respiró hondo y recostándose al lado del chico, peinó cariñosamente su rebelde cabello.


— ¡Por favoooor, Severus! —pidió gimiendo, y Severus tuvo que contenerse para no echarse a reír, eso le daría dar un paso atrás y ahora no iba a permitir que se saliera con la suya.

— Es una mala idea, Harry, reconócelo. —aseguró intentando ser paciente.

— Yo pienso que no es así. Además, tengo que recordarte que Dumbledore te ordenó tajantemente que me ayudaras.

— Albus me pidió amablemente que te instruyera en lo que considerara conveniente. —le aclaró con paciencia—. ¿notas una pequeña diferencia en ambas situaciones?

— ¿Y no consideras conveniente esta pequeña petición? —preguntó girándose para quedar viéndole de frente.

— No, que no se te olvide que cuando intentamos la oclumancia fue terrible, fuiste más inepto que Longbottom, y que tú mismo, en Pociones.

— Pero hubo buenos motivos. —gruñó—. Tú y yo no nos llevábamos bien, pasaba por la peor etapa de mi vida y no tenía realmente nada que me motivara a aprender esa técnica.

— ¿Salvar la vida no era algo motivador?

— El hecho es que yo era un niño inmaduro, infantil e inconsciente, pero ya no.


Severus sonrió recordando la imagen suscitada hacía tan poquitos minutos cuando Harry fingía para conseguir su chantaje, pero mejor no debatió el argumento, aún quería seguir teniendo noches apasionadas con su cabello en su lugar.


— A ver, Harry, explícame ¿porqué tanto interés en aprender ahora legeremancia?

— Porque me va a ayudar mucho en mis batallas, de esa forma podré adivinar lo que piensa Voldemort antes de que lo haga y adelantármele.

— Él no se dejará hacer eso, es demasiado hábil.

— Yo también.

— No, en ese aspecto no lo eres. Admite tus limitaciones, controlar tu mente no es una habilidad de la que puedas enorgullecerte.

— ¿Y puedo enorgullecerme de tener la pareja más buena, paciente, bondadosa y super linda de este mundo y que me va a enseñar?

— Puedes hacerlo, pero no te acostumbres a mentir.

— ¡Argh, Severus, que poco cooperador eres!


Harry se levantó de la cama y se dirigió a la salida, pero Severus se apresuró a alcanzarlo rodeándole por la cintura.


— ¿A dónde cree que va, señor Potter? —preguntó retozón.

— Pues a mi habitación, a donde tengo verdaderos amigos.

— ¿Amigos que pueden hacer esto?


Severus estrechó a Harry con más fuerza restregándose contra la espalda y cadera del chico, éste jadeo en correspondencia, más aún cuando la mano de su pareja se deslizó a su entrepierna acariciándole por sobre el pantalón.


— No... hagas eso. —suplicó Harry titubeante—. Sabes... que me altera... demasiado.

— Ajá.


Un suave apretón más y Harry perdió total control de sí mismo, se giró en busca de los labios que le enloquecían, y de un salto rodeó la cadera de Severus con sus piernas. En el olvido quedaba cualquier petición, por el momento era mucho más importante que su cuerpo hormonalmente alterado recuperara la tranquilidad... y sólo había una forma de hacerlo.


Ahora fue Severus quien se dejó caer de espaldas sobre la cama, pero llevando a Harry consigo, disfrutaba mucho de sentir su peso sobre él, era suave y calientito, daba una sensación de cobijo que no había conocido sino hasta el día en que sus cuerpos se juntaron por primera vez.


Harry sabía de ese gusto de su amante por lo que no hizo el menor intento por apoyarse en ningún sitio que no fuera sobre él, y así mismo gozó cuando las manos de Severus se posicionaron en su cadera y lo movió provocando que sus erecciones se encontraran, ya las dos fuertemente endurecidas.


Por espacio de algunos minutos no dieron descanso a sus lenguas y labios, amaban besarse, y de poder hacerlo lo harían a toda hora, a cada segundo, succionando como si quisieran desprender el sabor que encontraban en la otra boca.


Finalmente Harry, quien tenía sus manos apoyadas en los hombros de Severus, jaló de la tela de la túnica, y suspendiendo el beso, buscó los ojos negros.


— Quítatela. —pidió ansioso.

— Quítamela. —propuso sensualmente.


Severus no tuvo que esperar nada, de inmediato Harry se apartó y con toda la rapidez posible dejó a su amante sin ropa para enseguida quitarse la suya. Regresó a colocarse sobre él, pero ahora a horcajadas dándose el gusto de saborear cada rincón de piel, recibiendo las caricias a su alma que le proporcionaba escuchar los gemidos de Severus cuando le lamía, besaba y mordisqueaba la extensión de su cuerpo, poniendo énfasis en las pares que sabía eran las más sensibles de su pareja.


Harry disfrutaba mucho de comprobar cuanto gozaba Severus con él, así que no le privaba de nada. Le gustaba que le succionara sus morenos pezones, pues lo hacía. Le enloquecía sentir su miembro apretado por una mano más pequeña, y no dudaba en prodigarle el gusto. Adoraba cuando hundía su rostro entre las piernas del mayor y saboreaba cada rincón de esa intimidad y por eso lo hacía.


Y es que, aunque él también disfrutara de que su pareja le mimara, no había nada mejor que escucharle pedir más, de sentirlo estremecer cuando su entrada era víctima de candentes lengüetazos. Cuando ya se sentía a punto de estallar y percibía el pene de Severus desafiando toda ley de gravedad, entonces abandonaba su labor y recostándose de espaldas atraía a Severus hacia él.


— Tu turno. —le susurró mordisqueándole el lóbulo de la oreja.


Severus afirmó y luego de acomodarse entre las piernas de Harry, colocó éstas sobre sus hombros. Sonrió ante la vista que tenía frente a él, el sudor del ojiverde resbalando por su frente, sus mejillas sonrosadas por la impúdica posición.


A pesar del pudor que siempre le daba, Harry lograba vencerlo pensando en lo que vendría, así que levantó la cadera ofreciendo su cuerpo para que Snape hiciera y deshiciera con él lo que se le antojara.


El ojinegro tomó su propio miembro colocando la punta en la entrada de Harry y con mucho cuidado fue dilatando con pequeños círculos. Siempre tenía que irse lento, a pesar de llevar casi cinco meses teniendo relaciones, el joven Gryffindor debía ser preparado suavemente todos los días o podría lastimarlo.


No importaba tener que armarse de paciencia, era delicioso ir adentrándose casi a velocidad nula y sentir como cada centímetro de su miembro iba teniendo su momento especial en el apretado y cándido abrazo. No dejaba de admirar el gesto de concentración de Harry para olvidarse del dolor y sabía cuándo lo había logrado en el instante preciso en que el joven giraba la cadera en busca de más.


Enseguida comenzaba sus embestidas, lentas en un principio, pero generalmente era Harry quien perdía primero la paciencia y jadeaba suplicando más intensidad, entonces todo aquello se transformaba en un tornado de pasión y deseo.


No paraban, no había ningún descanso hasta que ambos se corriesen apasionadamente. Y luego, simplemente se quedaban abrazados juntos, aun acariciándose en silencio, disfrutando de cómo sus sentidos regresaban a la normalidad.


— Ya tengo que irme. —comentó Harry acurrucándose más en el cuerpo de Severus.

— Tienes razón, te acompaño.


Harry sonrió asintiendo. Le satisfacía ver que Severus parecía renuente a despedirse, de otro modo simplemente le dejaría ir con una nota para que no tuviera problemas con Filch. Pero no era así, cada noche luego de vestirse caminaban juntos y en silencio hasta la torre de Gryffindor.


El chico miró a todos lados cuando estuvieron frente al retrato de la Dama Gorda que ya dormía, y al asegurarse que el corredor estaba vacío, se colgó del cuello de Severus.


— Fue fabuloso esta noche. —le susurró acariciándole los labios con los suyos.

— ¿Vas a empezar otra vez, Potter?

— No, de verdad fue genial. ¿O no te lo pareció a ti?

— Como ya es costumbre, o de lo contrario no estarías cada noche en mi cama.

— Y a propósito, ¿sabes que tengo la fantasía de que por una vez sea en la mía?

— ¿Con tanto Gryffindor alrededor?... No, gracias, me gusta la intimidad. —afirmó, para luego levantarlo un poco provocando que Harry quedara de puntillas para suspirarle en el oído—. Además, me gusta mucho como jades y gritas... eres un escandaloso encantador.


Harry emitió una risilla nerviosa, admitía que le era imposible quedarse callado en cuanto Severus impactaba una y otra vez cierto punto en su interior, casi estaba seguro que cada grito provenía más de su descarada próstata que de su garganta.


— Ya me voy. —dijo, antes de volver a sentir deseos de repetir la experiencia.

— Bien, nos vemos mañana.


Se besaron antes de separarse. Harry se quedó junto al retrato hasta que vio a su Profesor desaparecer, entonces despertó a la Dama Gorda para darle la contraseña y entrar.


No se molestó en no hacer ruido al llegar a su habitación. De todos modos, sabía que nadie dormía, y no se equivocó. En cuanto le vieron entrar, sus cuatro compañeros de habitación abandonaron la cama de Ron donde estaban reunidos y acercaron al ojiverde.


Sin embargo, éste pasó entre ellos sin decir palabra, ignorando las miradas insistentes sobre él. Cayó de espaldas sobre su cama apoyando su cabeza sobre sus manos para luego suspirar.


— Ni pregunten, no pude conseguir nada.


Una expresión de decepción popular inundó el ambiente. Harry bufó cansado y molesto mientras pensaba...


"Severus Snape es un hueso demasiado duro de roer... pero conmigo no podrá. De que cae ¡cae!"




Pare su berrinche, Señor PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora