Pasión, sexo... y cariño
Al día siguiente Harry se levantó temprano para llevar a cabo una idea que esperaba ahora sí resultara y poder obtener las clases de legeremancia que tanto ansiaba. Tocó al despacho de Dumbledore alegrándose de encontrarlo antes de que bajara a desayunar, eso le daría tiempo de convencerlo.
El director escuchó pacientemente a su alumno, y cuando éste terminó esperó en silencio una respuesta. Harry sentía los ojos azules fijos en él por sobre sus lentes de media luna. Dumbledore no decía nada, tan sólo jugueteaba con los dedos de sus manos en una actitud francamente pensativa.
— ¿No va a decir nada? —preguntó Harry esperando poder evitar que al Director se le ocurriese usar la legeremancia para con él.
— ¿Puedes decirme cuál es en realidad el motivo de tu deseo de aprender tal arte, Harry?
— Ya le he dicho, quiero estar bien preparado cuando me tenga que enfrentar a Voldemort.
— Eso es un buen justificante... y por eso mismo me parece extraño.
— Por favor, Señor. Intente convencer al Profesor Snape... ¿o le gustaría enseñarme usted?
Albus arqueó una ceja, amaba la enseñanza, pero... ¿enseñar a Harry Potter luego de las anécdotas experimentadas por el resto del personal docente? Dumbledore se consideraba extraño, pero no mártir.
— De acuerdo, Harry, pediré a Severus que te instruya.
La sonrisa de Harry no podía ser más amplia, Severus no iba a poder negarse a una petición directa del anciano y tuvo que contenerse para no gritar de triunfo.
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Más tarde, tenían clase de Pociones, y para Harry era un tormento tener a Severus tan cerca y actuar como si no se muriera de ganas por olvidarse de la Poción que hacían y besarlo sin importarle la presencia de sus compañeros.
La cosa empeoraba cuando Severus caminaba cerca de él, y aún más cuando le veía una total indiferencia que ansiaba quebrar como el hielo. Ni siquiera pudo responder nada cuando Snape le reprendió ante lo desastrosa que había quedado su poción, eso no le importaba, ni le importaba el color verde tan diferente al rojo intenso que tenía la de Hermione. Lo único que quería era que ya sonara la campana anunciando el final de la clase, su sangre hervía demasiado para poder disimularlo por más tiempo.
Era tanta su urgencia que no pudo ocultar una exclamación de exasperación cuando por fin llegó el término de la clase y vio como sus compañeros se ponían de pie para salir, él ni siquiera hizo el intento de levantarse de su asiento, llevaba ahí alrededor de casi quince minutos luego de que Snape le esfumara su intento de poción curativa.
Ron miró a su amigo intrigado por su inmovilidad pero apenas iba a abrir la boca cuando decidió seguir la mirada de Harry, ésta estaba fija en el Profesor quien tras el escritorio, ni cuenta se daba de nada, él continuaba revisando las redacciones de ese día. El ojiazul simplemente movió la cabeza de un lado a otro con resignación, y salió del salón de clases sin esperar a Harry.
Cuando por fin salieron todos, el ojiverde se apresuró a correr hacia Severus, y haciendo su silla hacia atrás, se hizo del espacio suficiente para sentarse a horcajadas sobre sus piernas y besarlo desesperadamente. El ojinegro no tuvo tiempo ni de respirar, y comenzaba a sentir que se ahogaba por lo que apartó suavemente a Harry por los hombros.
— ¡¿Pero qué haces?!
— ¡Besándote! —exclamó inclinándose en busca de más—. Anoche no hicimos nada y te extraño.
— Espera un poco, aquí no. —pidió intentando controlar al joven Gryffindor—. Estamos en el aula, Harry, será mejor esperar hasta la noche y...
Y ya no pudo decir más, Harry volvió a apoderarse de sus labios. Severus luchó un poco y a veces podía resistirse, a veces no, y sus manos en los hombros de Harry iban de empujarlo a atraerlo de un segundo a otro. Más de pronto, el chico fue quien se desprendió, e intempestivamente se deslizó hacia el suelo arrodillándose entre las piernas de Severus.
— ¡Harry, por todos los cielos, no! —exclamó Severus queriendo separar las manos del ojiverde quien ya luchaban por desabrocharle la cremallera de su pantalón.
— ¡No seas mustio, Sev, yo sé que quieres!
— ¡Pero estamos en un salón y...!
Las palabras le abandonaron cuando de su garganta emitió un gemido que inundó el aula al sentir cómo Harry lamía golosamente.
— Por Merlín, Harry... detente. —pidió titubeante, sus dedos enredándose entre los rebeldes cabellos negros, pero a pesar de sus palabras, su miembro iba endureciéndose con increíble rapidez.
Harry no se detuvo, succionaba con fuerza, devoraba hasta el último milímetro de la congestionada piel como un hambriento frente a un manjar. Severus seguía queriendo hacerlo entrar en razón, no se sentía demasiado cómodo haciendo eso en el sitio donde trabajaba, pero las caricias del ojiverde le aturdían demasiado su voluntad, muy apenas era capaz de balbucear cosas sin sentido.
De pronto, unos golpes en la puerta le hicieron sobresaltarse. Iba a empujar a Harry pero supo que ya era demasiado tarde para eso, alguien abría a puerta y no le quedó más remedio que acercar su silla a su escritorio para ocultar a su alumno bajo éste. Pero si pensó que eso detendría a Harry se equivocó.
— ¡Albus! —exclamó Severus mordiéndose un labio mientras sentía que bajo su escritorio su glande era mimado por una cálida lengua—. ¿Qué haces... aquí?
— Necesito hablar contigo. —dijo el hombre sentándose frente al escritorio, pero enseguida notó algo diferente en su amigo—. ¿Te sientes mal, Severus? parece que tiemblas y tu rostro está sudoroso y congestionado... tal vez tengas fiebre.
— ¡No! —negó categóricamente al ver cómo el Director se volvía a poner de pie alargando su mano con la intención de tocar la frente de Snape—. ¡No soy un niño, Albus!... no estoy enfermo.
— ¿Y entonces qué te pasa?
— Nada. —respondió ahogadamente pues sus testículos ahora eran masajeados vigorosamente por dedos y labios.
— De acuerdo, eres un necio. A lo que he venido es a pedirte que le enseñes legeremancia a Harry.
Severus sintió en ese momento como su miembro volvía a ser presa de la caliente boca que succionaba toda su extensión.
— De acuerdo, de acuerdo. —aceptó Severus desesperado—. Haré lo que quieras, pero vete ya que me siento un poco mal.
— Pero dijiste que...
— ¡Albus, por lo que más quieras, vete ya! —suplicó secándose la frente del sudor.
— Bien, no sé qué te pasa, Severus, pero si quieres puedes tomarte la tarde libre.
Severus asintió y manoteando le insistió que se marchara, ya no se creía capaz de formular ninguna palabra que no viniera acompañado por gemidos y jadeos. En cuanto el Director abandonó el aula, rápidamente consiguió relajarse y con una prolongada exclamación, dejó caer todo su semen en la garganta del ojiverde.
Snape se hizo hacia atrás para dar espacio a que Harry saliera de su escondite, y cuando lo hizo, no pudo evitar saltar emocionado.
— ¡Eso fue muy divertido, Severus! —rió feliz.
— ¡Eso fue muy estúpido, Harry! —bramó tembloroso.
De inmediato Harry dejó de saltar para mirar a su amante, le intrigaba que estuviera molesto cuando creyó que estaría muy satisfecho con el intenso orgasmo que acababa de provocarle. Severus fijó sus ojos negros en el chico, estaba parado frente a él, aún con restos de semen escurriendo por la comisura de sus labios, pero sus brillantes ojos verdes lucían preocupados. Sin embargo, se sentía tan alterado por la posibilidad de ser descubiertos que no pudo controlar su carácter.
— ¡Hiciste todo esto para conseguir las malditas clases de legeremancia!
— ¡¿Qué?!... ¡claro que no!
— ¡Pues qué casualidad que todo te saliera a la perfección y ahora me haya comprometido con Albus a instruirte con esa pérdida de tiempo!
Harry apretó los labios para no gemir de dolor por semejante acusación, no solamente le estaba poniendo en duda su cariño, sino también su buena voluntad y hasta su inteligencia.
— No te das cuenta de lo que me estás diciendo, ¿verdad, Severus? —manifestó tembloroso.
— ¡Claro que me doy cuenta, pero creíste que no lo haría y podrías engañarme!
— ¡Pero que idiota puedes llegar a ser! –exclamó sintiendo un nudo en la garganta.
— ¡Di mejor que no fui tan idiota como suponías que era!
— No, claro, ¡el idiota soy yo! —refutó sin poder evitar que una lágrima resbalara de sus ojos.
— ¡No llores que ya sabes que no caigo en esas trampas! ¡Odio tus berrinches de niño malcriado!
— ¡Pues no los soportes más! ¡Se acabó! —gritó retrocediendo hacia la puerta—. ¡Quédate con tus estúpidas clases de legeremancia, y no pierdas el tiempo en mí, ni tratándome de enseñar cosas que no entrarán en mi pequeño cerebro, ni soportando mis berrinches, que si sólo soy tu pequeño tragador de semen no te costará nada encontrarte otro!
Harry se frotó enérgicamente los labios con la manga de su túnica y enseguida salió corriendo. Ante las palabras dichas por el ojiverde, Severus no pudo reaccionar de inmediato, no entendía cómo es que habían llegado a ese punto si lo único que pretendía era hacerle entrar en razón de lo riesgoso que era no cuidarse.
"¡Si sólo soy tu pequeño tragador de semen no te costará nada encontrarte otro!" ...esas palabras se le repetían una y otra vez hasta que por fin entendió lo que había interpretado Harry. Totalmente abrumado salió corriendo en busca del chico, y conociéndole, seguramente no se iría a continuar sus clases, así que salió hacia los jardines, suspirando aliviado cuando vio una figura conocida llegar en ese momento junto a un árbol y apoyarse en él.
No esperó más, bajó corriendo colina abajo hasta llegar a su lado. Al escuchar los pasos, Harry se separó del árbol, y dio unos pasos hacia atrás para impedir que Severus lograra tocarlo.
— ¿Es que no te bastó lo que me dijiste?... ¿Porqué no me dejas en paz? —le recriminó enfurecido.
— Harry, lo siento, es que...
— ¡Ya, Severus, no me interesa nada más!
— Harry, me estoy disculpando contigo... por favor.
— "¡No llores que ya sabes que no caigo en esas trampas! ¡Odio tus berrinches de niño malcriado!" —dijo imitando la voz de su pareja.
Luego de repetir las palabras de Severus a modo de venganza, Harry regresó corriendo al castillo, y el ojinegro suspiró pacientemente, pensando que lo mejor era darle tiempo para que se tranquilizara, después de todo no creía que las cosas pudieran terminar así... o por lo menos eso esperaba.
Ninguno de los dos se dio cuenta que Dean y Seamus no habían acudido a sus clases, y sin planearlo, fueron testigos de la escena en el lago. Divertidos y asombrados al ver a su estricto profesor de pociones suplicando, no dudaron en contar todo a Neville, pero ellos tampoco se dieron cuenta que habían sido escuchados por un chico de Ravenclaw quien decidió contarle a su mejor amigo la gran noticia, sin saber que ese gran amigo tenía un primo en Slytherin y fue rápido a decir lo que acababa de escuchar, convencido de que esa noticia sería de su interés.
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Pare su berrinche, Señor Potter
Hayran KurguHarry Potter quiere algo... Y cuando Harry Potter realmente quiere algo, no importa nada más, obtendrá lo que desea de una o de otra manera. Su mayor inconveniente, es que aquella persona que se lo puede cumplir es el único que le daría batalla en c...