La fiesta

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Mi vista viajó hasta Aegan y me quedé mirándolo fijamente. En ese instante tuve un flashback.
Veréis, meses atrás estuve buscando trabajo porque necesitaba ahorrar, y lo encontré en una librería muy acogedora. La cuestión es que ese chico tatuado vino a la librería junto con una chica a los pocos días de empezar yo a trabajar allí, y no sé si pretendía parecer gracioso para ligar o simplemente era un auténtico imbécil pero tiró algunos libros al suelo, y sabéis quién tuvo que recogerlos? Efectivamente, yo.
Ese idiota no tuvo la poca vergüenza de agachar esa estúpida espalda ancha y recogerlos él mismo para devolverlos a su sitio, y yo me quedé con su cara grabada en la mente, por qué sí, a mi no se me olvidan las caras con facilidad.

Al quedarme tanto tiempo sumergida en mis pensamientos con mi vista fija en Aegan, él se dio cuenta y su mirada coincidió con la mía. No sé por qué pero justo bajaron el volumen de la música y a los pocos segundos vi como se acercaba a nosotras.

—Tú. —Se situó delante de mí y aclaró su garganta antes de hablar. —Supongo que eres nueva ya que no te había visto nunca antes por aquí, sabes que no puedes venir a este tipo de fiestas sin invitación?

—Mm vaya, pues mira tú por dónde sí que me han invitado. —Me crucé de brazos. —Y da la gran casualidad que ha sido tu hermano pequeño quien lo ha hecho, así que mejor cierra el pico.

Nahia puso una cara de espanto al escucharme hablarle así, Aegan mientras tanto me observaba alzando una ceja.

—Maldita renacuaja, no intentes vacilarme porque vas a salir perdiendo. —Frunció el ceño.

—Mira grandullón, té diré algo. —Lo miré desafiante a pesar de la diferencia de altura. —No he venido aquí en busca de problemas, sólo quería divertirme, pero si me cruzo con alguien que me molesta cómo estás haciendo tú en estos momentos, no tengo más remedio que defenderme.

Dicho esto, Aegan emitió una risa como si intentara burlarse de mí antes de dar media vuelta y perderse de nuevo entre la multitud. Si ese idiota creía que me iba a asustar ante sus amenazas, la llevaba clara.

Distancias PeligrosasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora