── 𝐂𝐀𝐏𝐈𝐓𝐔𝐋𝐎 › 0 0 9

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—¿Qué haces aquí?

Oír su voz hizo que su corazón latiera con rapidez. Jamás se imaginó lo mucho que la alegría oírlo otra vez y sobre todo apreciar aquel plateado cabello perfectamente prolijo que solo él poseía.

Se apresuró en ir hasta él para tomarlo con sorpresa y besarlo.

El besó entre ellos fue tan repentino que Regis Floyen se halló petrificado; sus manos temblaban eh inconscientemente acercaron más el cuerpo de la princesa al suyo para hacer de la unión más profunda. Cuando se alejaron el uno del otro, el hilo frágil de saliva era lo que los unía aún. La unión se rompió definitivamente cuando esté también lo hizo.

—¿Podemos olvidar todo por un momento?— suplicó Lucyphella —Olvidar a Amelia, al imperio... todo— tal vez la unión de los labios se había roto, pero la de los cuerpos seguía persistiendo aún —Volvamos a ser solo tú y yo, Regis. En nuestro jardín de rosas. En donde podemos amarnos sin el prejuicio ajeno.

—Las rosas de ese jardín ya se marchitaron— alejó a la princesa con cuidado. Su moral podría ser fuerte, pero la tentación, el increíble sentir de un cuerpo femenino tan cerca suyo era aún más, sobre todo ese cuerpo femenino —Su alteza real debería volver al palacio, antes de que noten su ausencia.

—¿Qué hice mal?— preguntó la pelinegra —¿Qué error cometí para que la elijieras a ella por sobre mí?, si las rosas de nuestro jardín se han marchitado no fue por mi culpa, sino por la tuya. Nos has dejado sin luz, Regis.

—No hiciste nada— contestó a la primera pregunta —Ni siquiera has cometido el más mínimo error. Eres perfecta. Cualquier hombre sería el más dichoso de estar contigo, pero yo no puedo ser ese hombre.

—Entonces, ¿Por qué?— preguntó otra vez y está vez lo hizo derramando lágrimas —¡¿Por qué te atreviste a dejarme una parte de ti en mi vida?!, ¡¿Por qué no solo desapareciste por completo de ella?!

—Fue un error.

—¡¿Un error?!— su llanto se mezcló con las risas. Le daba tanta risa oír todo lo que salía de la boca de ese hombre —¿Te atreves a llamarlo 'error'?, ¡Ese error tiene tu sangre, tiene tus ojos, tiene todo de ti...!— las nubes negras empezaron a tapar la luz de la luna eh hicieron que el frío se apoderara del imperio por completo —Me has abandonado y me para torturarme, me has dejado un hijo tuyo.

—¡Desde un inicio no debiste de haberlo dado a luz!— recriminó el Duque tomando a la monarca por sorpresa —¡¿Acaso pensaste en todos los problemas que traerías?!, ¡Ese hijo fue un error que cometimos ambos!, ¡Lo has traído al mundo solo para que sufra siendo un bastardo!

—¡Ni siquiera sería un bastardo si tan solo su padre fuera un verdadero hombre para hacerse cargo de él!

—¡Tampoco lo sería si tan solo su madre no fuera una mujer tan egoísta y cruel!— el silencio reinó.
Ambos habían conectado las miradas durante minutos, en donde ninguno de los dos dejó de llorar.

Un hijo bastardo no sería aceptado por nadie.
Adri viviría siendo rechazado por la sociedad si tan solo la misma sociedad supiera de quien era hijo. Nada puede quedar oculto para siempre. Tanto Regis como Lucyphella han maldecido la vida de su hijo.

—Nadie puede saber que es mi hijo— aclaró mientras se alejaba de ella —Nadie puede saber que es un Floyen. No pediste mi opinión en su vida, entonces no me pidas que forme parte de ella.

—¡Eres un maldito!— su grito hizo que el escritorio volará y diera contra la pared de la habitación. Los simientos del ducado temblaron y las personas lo hicieron también de terror, ¿Un temblor de la madrugada?

Su Alteza Real, la princesa más joven del Imperio, Lucyphella Marie Ashet, salió del Ducado rumbo al Palacio Real.

—¡Madre!— la voz de su hijo la hizo detener abruptamente. Era a quien menos deseaba cruzar en aquel momento, no deseaba que él la viera así —¡Madre, tengo que contarte algo grandioso!

Guardó silencio porque no creyó que sería capaz de hablarle sin que los sollozos se oyeran también.

Aguardó allí, de espaldas a su hijo. Rogaba que él no se acercara más para ver sus lágrimas.

—Hoy, en mi entrenamiento, logre superar a mi primo con la espada— miró de reojo aquella espada en manos del menor —Se la gané justamente en una apuesta, ¿y sabes cómo lo hice, mami?— sus manos sujetaron las suyas —No lo sé realmente el cómo, pero logré-...— su felicidad se rompió al momento de ver la expresión que su madre portaba —¿Mami?

Aquella espada que Adri tenía en sus manos portaba el logo del Ducado Floyen. ¿Qué hacía su hijo sosteniendo ese logo?

—¿Estas bien?— preguntó el menor.

No estaba bien.

Jamás lo estaría.

Él era Regis.

Dame esa maldita espada.

𝐏𝐑𝐈𝐍𝐂𝐄 𝐅𝐋𝐎𝐘𝐄𝐍 . ¡Father, I don't want to get married!✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora