alivio amargo

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Albedo se había acostumbrado a que Kaeya durmiese sobre su cuerpo. Algunas veces descansaba sobre su hombro, otras simplemente se recostaba sobre su regazo y le pedía al rubio algunas caricias. Estando en la situación en la que se encontraban, su guardián no podía negarse.

Khaenri'ah estaba siendo destruida. Los arcontes de todas las naciones se habían encargado de hacer este trabajo.

Sin embargo, ambos jóvenes no podían culparlos, o al menos, sentían que no debían hacerlo. Kaeya era todavía demasiado joven como para comprender qué sucedía en el mundo adulto, peor todavía si se trataba de dioses. A pesar de vivir en un reino próspero ajeno a la religión, el príncipe había obtenido algunos conocimientos de Albedo, quien alguna vez había mencionado algo sobre Celestia. Todo eso quedaba muy lejos del conocimiento humano... Así que no debían inmiscuirse mucho.

Ahora, su mayor prioridad era dejar atrás rencores y sobrevivir mientras escapaban. Como antiguo heredero del trono de Khaenri'ah, el joven príncipe debía tener mucho cuidado. No podía ser descubierto bajo ninguna circunstancia, eso podría ponerlos en peligro.

─ ¿Cómo se encuentra?─ Albedo retiró su capa y la puso sobre los hombros del príncipe, cuya mirada seguía fija en el cielo a la distancia, donde aún se podían ver los restos de lo que alguna vez fue uno de los mayores reinos de Teyvat.

─ Tutéame, por favor.─ Exigió. Sin su reino, ya no era un príncipe. Su linaje no era importante, ahora no era más que un niño sin un hogar, sin riquezas ni familia. Ser tratado de esa forma le resultaba incómodo.

─ Mn.─ Las palabras simplemente no fluían. Ver a Kaeya en tal estado le estaba destrozando el corazón, ¿desde qué momento era capaz de sentir cosas como la compasión? Probablemente todo era culpa del adolescente que ahora debía proteger con su vida y cuidar exhaustivamente.

Sus brazos funcionaron más rápidos que su mente al ver al moreno llorar, todavía con esa expresión vacía y perdida en su rostro. Kaeya dio un respingo ante el contacto, aunque se adaptó velozmente. Ser abrazado por Albedo no era algo que pasara todos los días. Y en esos momentos estaba tan necesitado de un apoyo que simplemente no podía dejarlo ir.

─ Albedo, ¿vas a quedarte a mi lado?─ El príncipe había aprovechado la situación para abrazarse del rubio, apoyando su cabeza en su pecho. Los latidos del corazón de su guardián le producían una extraña tranquilidad.

─ Es el lugar al que pertenezco.─ Su agarre era firme, a diferencia del de Kaeya, quien todavía seguía temblando y llorando. Estar así le transmitió una calidez que jamás había sentido. Tal vez, no, mejor dicho, definitivamente, el sello que reprimía su lado más humano había sido roto.

─ Entonces, deja de tratarme como a un príncipe.─ Suplicó. Una sensación de fatiga había aparecido de repente.─ Ya no queda nada de Khaenri'ah. Solo somos tú y yo. De ahora en adelante, quiero que seas mi compañero. No quiero ningún recuerdo de mi reino. Solo quiero vivir contigo y dejar todo en el pasado.

─ Si ese es el caso, está bien. Esta vez, aceptaré lo que sea que me pidas.─ Su capacidad de adaptación era más rápida que la de cualquier otra persona. Por eso, una vez aceptada la petición del antiguo príncipe, su guardián pasó a ser su compañero. Su único acompañante, aquel que lo cuidaba día y noche, aquel que lo tranquilizaba por las noches y le repetía constantemente que todo iría bien, que Dainsleif era fuerte y saldría vivo de esto, que los mellizos tenían cierta edad y que también estarían bien.

A lo largo de su viaje en busca de paz, los sentimientos de Albedo habían estado floreciendo, asentándose en su pecho. Desde la destrucción de Khaenri'ah, el sello que retenía sus emociones parecía haberse desvanecido, dando paso a una cadena de pensamientos e ideas indeseadas. Su deber era cuidar de Kaeya, no convertirse en su pareja.

el príncipe y su guardián !! kaebedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora