𝑩𝒊𝒓𝒕𝒉𝒅𝒂𝒚 𝑯𝒐𝒑𝒆𝒔

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En la oscuridad del silencio se admiraba una silueta azul recostada en el suelo. Algunas de las velas del pastel sobre la mesita de noche se habían apagado un tiempo atrás, convirtiéndose en pequeños bultos de cera sobre el glaseado amarillo. Los globos en las paredes se hacían cada vez más pequeños debido al tiempo transcurrido. Restos de un oso de peluche estaban regados sobre el alfombrado, mientras en una esquina de la sala de estar descansaba una nota con la leyenda «Para: Park jimin» escrita en tinta dorada.

El chico en el suelo se levantó y aun con restos de lágrimas en los ojos, tomó su celular, dispuesto a lograr contactar por fin con el chico del cumpleaños.

Desbloqueó el aparato. Su bandeja de entrada estaba llena de mensajes y llamadas perdidas de sus amigos. Se dijo a sí mismo que sólo querían felicitar a su novio, pues la mayoría de ellos vivía en Seúl, mientras que Jimin y él se mudaron juntos a Busan en el otoño pasado.

Un pequeño perro blanco lo miró desde la puerta del departamento. El animalito no se había movido de allí desde que salió el sol, esperando por la llegada de uno de sus dueños.

—Esta vez tiene que responder, no te preocupes, Gureum —afirmó Jungkook, dirigiéndole una corta sonrisa dulce al maltés.

Ignorando a sus amigos, marcó el número de su novio una vez.

Dos veces.

Tres veces...

Nadie contestó.

El buzón de voz no tardó en escucharse al otro lado de la línea, invitándolo a dejar un mensaje.

—Jimin, ya es de noche, ¿ya vienes? —preguntó con voz suave —; Preparé tu comida favorita y compré pastel de almendras, a mí no me gusta mucho, así que te lo podrás comer tú solito, bebé —ofreció, como si de esa forma pudiera convencerlo de responder —. Gureum también te extraña, no deja de mirar a la puerta esperando a que su papá Jimin aparezca... Vuelve por favor.

El mensaje de voz quedó guardado, emitiendo un bajo pitido. Jungkook se lanzó al sofá y colocó sus manos detrás de su cabeza, mirando al techo.

Estaría bien. Todo estaría bien.

Jimin no tardaría en cruzar esa puerta, Gureum lo recibiría moviendo la cola y parándose en sus patitas traseras, tal como siempre hacía. Luego, él correría a abrazarlo, lo besaría y enterraría la cabeza en su cuello, murmurándole al oído lo preocupado que estaba por él. Jimin tomaría su rostro con ambas manos y besaría sus párpados, secaría con uno de sus dedos el rastro de lágrimas en sus mejillas y le pediría perdón por haber desaparecido tanto tiempo.

Entonces, ambos olvidarían aquel incidente y celebrarían el cumpleaños del mayor, acostados en la cama con Gureum entre ellos, tomándose las manos y viendo alguna comedia romántica.

Seguirían siendo una familia.

No podían haber luchado tanto en vano, ¿verdad?

Enfrentarse a sus propios padres, huyendo juntos a un nuevo lugar, lejos de sus amigos y de todo lo que los había visto crecer... Jimin iba a volver.

Tenía que volver.

El teléfono volvió a sonar y Jungkook se acercó para leer el remitente, dejando el aparato de nuevo en su lugar al ver que sólo se trataba de aquellos hombres de la broma telefónica de la mañana.

Porque aquello no podía ser más que una broma. Una pésima y maldita broma.

Él no podía haber muerto.

—Estará muy molesto cuando vea lo que hice con su regalo, tendré que comprarle otra cosa —tomó entre sus manos la cabeza del oso de peluche, contorneando con su índice la pequeña sonrisa de hilo.

Entonces, tocaron a la puerta.

Jungkook se levantó y corrió hacia allí, sin poder evitar derramar lágrimas al pensar que era su novio quien recién regresaba a casa. Faltaban veinte minutos para que el trece de octubre terminara, por lo que todavía estaba a tiempo de felicitarlo por su cumpleaños.

Sin embargo, eso sólo era una ilusión.

Toda esperanza desapareció en cuanto vio tras la puerta a su mejor amigo, vestido de negro y acompañado de su novia, quien con ojos llorosos le sostenía la mano.

—Taehyung, Moonbyul.

No sabía qué decir.
No quería decir nada, en realidad.

—Jimin todavía... todavía no llega, pero si quieren pueden quedarse y ayudarme a arreglar todo para cuando...

No pudo terminar de hablar porque Taehyung ya había roto en llanto, agachándose allí en la entrada, abrazando sus propias rodillas mientras su espalda subía y bajaba sin cesar.

—Jungkookie, lo siento tanto —el pelirrojo se levantó en cuanto sintió la mano de su novia acariciarle el hombro en forma de apoyo. Que el castaño no supiera lo que había pasado lo ponía en una situación difícil. Muy difícil —. Pensé que ya estabas enterado.

No.

Él no quería enterarse de nada.

—¡Deja de mentir! —gritó, empujándolo cuando intentó acercarse a él para abrazarlo.

No había razón para eso. Nadie tenía por qué reconfortarlo, maldita sea.

—¡Jimin está bien! —gritó con su garganta doliéndole y sintiendo su boca agria. Las lágrimas nublaban su vista —. Tiene que estar bien...

Pero eso ya ni siquiera él lo creía.

Entonces gritó, gritó como nunca había gritado antes. Sus dos amigos lo abrazaron, sosteniéndolo para que no cayera, sin saber que Jungkook ya había caído profundo. Muy profundo, tanto que dudaba poder levantarse algún día.

Y cuando el reloj marcó las doce, Jungkook lo supo.

El feliz cumpleaños había acabado.

Jimin no iba a volver.

Jimin no iba a volver

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CRYING CORNER ☹  「Jikook / Kookmin 」 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora