〔:🌿:〕「 2 」༄˚⁎⁺˳✧༚

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La luna asomada entre las nubes había extrañado ver la silueta de Cyno deslizándose entre los árboles, como una sombra invisible que avanzaba entre la maleza. Habían pasado cuatro noches desde la última vez que lo había observado bajo ella, así que la gran vigía del cielo nocturno sonrió al verlo de nuevo por el Bosque Avidya de camino a hacerle esa frecuente visita al guardabosques de grandes orejas zorrunas.

Sin embargo, las estrellas no podrían vislumbrar mucho dado que una capa de nubes grises les impedía poder ver sin problema. La lluvia castigaba el bosque esa noche, así que las estrellas tendrían que conformarse con los susurros que la brisa arrastrara hasta ellas. Quizá le pedirían también a la luna que les contara todo lo que pudiera presenciar.

El chapoteo de la lluvia rodeaba a Cyno y se mezclaba con el sonido húmedo que hacían sus pasos. Tenía el cuerpo tan empapado que ya ni siquiera le echaba cuenta al agua que se le deslizaba por los brazos. Las copas de los árboles poco lo cubrían de la lluvia a pesar de lo grandes que eran; las gotas siempre encontraban el camino para caerle encima. No estaba acostumbrado a la intensidad de la lluvia en esa parte de Sumeru y estaba empezando a agobiarse. Habría traído consigo un paraguas si hubiera sabido que iba a romper a llover justo cuando hubiera entrado al bosque.

Jadeando porque había venido prácticamente corriendo para dejar atrás la lluvia cuanto antes, se deslizó junto a Tighnari en cuanto este le hubo abierto la entrada a su hogar. Mojando el suelo y tiritando de frío, provocó una exclamación en el guardabosques y que le ofreciera enseguida algo con lo que secarse.

—No hacía falta que vinieras con esta lluvia —musitó Tighnari mientras Cyno le entregaba las prendas mojadas que se había quitado.

—Hmm... Quería venir —dijo, serio—. Hoy no he tenido un buen día y... No sé, quería venir a verte para animarme.

—Bueno... Entonces, si la lluvia para, ¿te parecería bien si salimos al bosque? —preguntó Tighnari, ofreciéndole una manta calentita para que se la echara sobre los hombros y entrara en calor.

—Gracias, Nari —sonrió, agarrando la manta—. ¿Al bosque dices? Uhm... Sí, supongo que sí.

—Es que hay una cosa que quiero enseñarte —sonrió, mirándolo con complicidad a los ojos.

—Tus sorpresas siempre me gustan —apuntó, risueño—. Pero de momento, ¿me ayudas a entrar en calor?

Sin dejarle tiempo para responder, lo atrapó en un abrazo y lo tumbó con él en la cama a sus espaldas. Cyno se acurrucó junto a Tighanri, estrechándolo como si fuera un peluche gigante y cerrando los ojos mientras respiraba su aroma personal. La sonrisa no se borraba de los labios del peliblanco y todo el acto, que había pillado de imprevisto a Tighnari, hizo que sus mejillas se cubrieran de un rubor rosado que pudo apreciarse gracias a la luz de la luna que se colaba por la ventana.

Tighnari puso su cola de tal forma que los cubriera un poco a los dos. Cyno, al notar su calidez y suavidad, ahogó una exclamación, pues se había dado cuenta de una cosa:

—¡Está más suave! —apuntó en un susurro.

—La he cubierto con un aceite nuevo que he hecho con ingredientes distintos —explicó Tighnari, disimulando bastante bien la ilusión que le causó que Cyno se percatara de aquel detalle tan pequeño.

—Me gusta —sonrió el peliblanco, hundiendo los dedos entre la calidez y la suavidad de la sedosa cola de Tighnari.

—Me alegro —rio el azabache.

Bajo las estrellas [Cynonari]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora