Respira profundo y camina despacio por el pasillo; por un momento le parece escuchar las voces de sus hermanos jugando en el patio; y a su madre discutiendo con su padre en la cocina.
Vienen a su mente los recuerdos de cuando sus hermanos no habían nacido; mamá y papá jugaban con ella todos los días, en el columpio del patio o en el parque; discutían raras veces.
Desde que nacieron los gemelos las discusiones eran peores, son muy revoltosos y además ahora la economía de la casa no va bien.
Había tenido que madurar bruscamente, pues ya no tenían tanto tiempo como antes y ella debía ayudar, o no molestar aunque sea como dice la madre.
Se para frente al espejo y le da un último vistazo a los rizos dorados que le caen por la espalda, los mismos que su madre le cuidó devotamente desde que era pequeña. Se arregla el vestido blanco con manchas rojas, fue el regalo que le dio su padre en su último cumpleaños.
Baja las escaleras y mira los tulipanes rojos que estaban en el jarrón desde esta mañana.
Sale a la calle con su bolso en la mano, un bolso morado que no combina con nada de lo que trae pero fue lo primero que encontró y va con prisa, además, es bastante amplio aunque por fuera no lo parezca .Se dirige al centro de la ciudad.
Piensa, piensa mucho, en que solo tiene 16 años y ya no siente miedo, solo impaciencia por avanzar, por saber que hay más adelante.
Aprovecha para revisar el móvil: no hay llamadas, ni mensajes, ni correos; todo sigue igual.
Llega al alto edificio gris que se erige imponente sobre el resto. Ignorando a la recepcionista sigue caminando y entra a la oficina del jefe de la policía.
Con una sonrisa triste en la cara le dice: “Fui yo” y dispara el arma que sacó del bolso hace solo un instante. Ahora su cuerpo yace inerte en el suelo, las manchas rojas del vestido son más amplias.
El pobre hombre se queda en shock, no tuvo tiempo de reaccionar ni de intentar salvarla.
Mientras se la llevan decide informar a los padres de la muchacha sobre lo ocurrido, busca la dirección y sale acompañado de una patrulla.
Al llegar encuentran a su madre abrazando a los dos niños sobre su cama. Su padre está en el patio mirando el cielo gris.
No hay ningún corazón latiendo.