El sol muere ante nosotros y tus ojos sólo me piden una vida. Como si fuera simple, como si pudieras envolverlo y ponerle una tarjeta. "Te regaló mi vida, para siempre"
En cambio tus labios sólo sonríen, no liberan ninguna palabra al viento, no piden nada.
Me tomas de la mano, y la levantas hacia el atardecer y me dices: "Te lo traeré, sólo pídelo"
Yo no quiero el atardecer. Es muy confuso. Es muerte y nacimiento, depende de cómo lo mires. Es un momento de pausa de la vida para nosotros, par de locos en la playa y es apuro para el resto del mundo, que no lo mira ni lo disfruta.
Te abrazo, de nuevo te agradezco por estar ahí, conmigo. Durante el atardecer suceden cosas raras, como nosotros.
Te tomo de la mano y te guío hacia el muelle. Te miro una vez más y me lanzo abrazada a ti, hacia la eternidad del crepúsculo.
Muere el sol, nace la Luna. Muere el "ahora" nace el "para siempre”