Tras la innegable vuelta del señor tenebroso, el mundo mágico está dividido en dos: aquellos que siguen a lord Voldemort por miedo y aquellos que tiene el valor suficiente como para seguir a Harry Potter.
En el corazón del castillo de la escuela de...
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𝓓┃𝑫𝑹𝑨𝑪𝑶 𝑴𝑨𝑳𝑭𝑶𝒀
—¿Estás listo? —me pregunta Zabini, quien está a mi lado abrochándose las protecciones de las rodillas.
Asiento, terminando de atarme las botas, poniéndome de pie.
Refunfuño cuando me entra un calor sofocante con toda esta ropa puesta. Se que cuando salga de la sala común se Slytherin ya no me sobrará tanta ropa, pero algún gilipollas ha encendido el fuego, y estamos en pleno septiembre.
Hoy son las pruebas de Quidditch y, aunque yo ya tenga mi posición de buscador asegurada, tengo que estar ahí sí o sí.
Menuda estupidez.
Ambos salimos de las mazmorras y llegamos rápidamente al campo de Quidditch con nuestras escobas nuevas en la mano.
Los Gryffindor aún están haciendo sus pruebas, y queda un poco, así que me pongo a estirar por el campo, aunque ni se para qué.
Necesito ocupar mi mente con algo que no sea mierda de Mortífago, y lo único que realmente me gusta es el Quidditch.
Pero, después de lo de esta mañana, realmente no se me hace muy difícil mantener la mente lejos de que lo que ha pasado este verano en mi casa.
Alessa Potter es mi compañera de mesa en Defensa contra las Artes Oscuras, y no sé que es más odioso, si su parloteo constante o ese olor dulce que tiene cada vez que hace un mínimo movimiento. Está claro que su exceso de amabilidad también es insoportable.
Bufo y miro a cualquier punto del campo, intentado dejar de pensar en esa mata de pelo entre marrón y rojo casi tan grande como ella misma.
Normalmente se lo recogía en dos trenzas, pero desde que empecé a tirar suavemente de estas en cada pasillo que me la encontraba, dejo de usarlas.
Ahora opta por una cola de caballo, un moño mal atado o una diadema para apartar esas ondas voluminosas de su cara.
Pero, ¿qué coño me pasa?
Agito la cabeza intentado sacarla a ella y a su enorme pelo de mi mente, abrumado.
Pero luego la veo, ahí, sentada en las gradas, hablando con el estúpido de McLaggen, dedicándole pequeña sonrisas tímidas y esas mejillas rojas, y la sangre me empieza a arder por no poder quitarles la mirada de encima a esos dos.
