3: Collar

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—¿Como puede un collar protegerme? —pregunté.

Lana solo se encogió de hombros.

—¿Quieres que vayamos al lago? Me gustaría salir a caminar un poco.

Me puse a pensar un poco sobre la posibilidad de salir de mi casa e ir de nuevo a ese bosque y a ese lago, no quise, sentí miedo de que ese lobo apareciera de nuevo. Sin embargo, aquí estaba Lana y según ella sabía cuidarse muy bien. Supongo que conocía cuándo y dónde aparecían los lobos. Fue extraño pensar que ella podría saber eso.

—No lo sé, no he tenido buenas experiencias saliendo —susurré insegura.

—Vamos, estoy segura de que esta vez será diferente. Lo prometo.

Suspiré llegando y asentí.

—Está bien.

—Perfecto, te mostraré los sitios más divertidos de este lugar.

Caminamos por ese mismo bosque por el que había estado corriendo hace unas horas, por el mismo donde el lobo me persiguió y me saboreó con su lengua. Me sentía con miedo Justo ahora y por alguna extraña razón apreté con mi mano el collar. Me sentí medio estupida al hacer eso. Llegamos al lago, los chicos seguían en el agua, al parecer hacían un tipo de parrillada allí.

—¿Te llevas con esos chicos? —quise saber.

—Más o menos, sí. Le hablo a Cristine pero nada más. También a su madre, es amiga de la mía. Se supone que estaría ahí con mi hermano pero no quise ir, además mamá me presentaría contigo.

—Está bien. ¿A donde iremos?

—Ven, —avanzó más hacia adelante así que la seguí. Había una roca grande y una cuerda colgando de un árbol. —Esto es divertido —me dice, quitándose los zapatos y la ropa en el proceso. Se subió a la roca y tomó la cuerda—Inténtalo, no te arrepentirás —Lana se lanzó con todo y cuerda y cuando estuvo lo suficientemente en el agua profunda se dejó caer. Se miró bastante divertido, si, quise hacerlo, pero ya me había bañado dos veces en el día y una tercera vez... pobre de mi cabello. Además, no se como estará esa agua de sucia. Aunque no se veía sucia. En la orilla el agua era medio cristalina, se veía la arena.

—¡Lana, ven con nosotros! —exclamó un chico desde la casa cuando Lana salió a la superficie.

—¡No puedo, estoy ocupada! —les gritó ella. —Vamos, Angelique, es tu turno. —me dice. Negué con la cabeza.

—Me da miedo —le dije, abrazándome a mi misma.

—Vamos, no seas cobarde, veras que no te arrepientes.

Lo pensé un poco. Estaba aquí para empezar de nuevo, olvidarme de la vieja Angelique y convertirme en alguien nuevo. Esto es lo que haría la vieja Angelique, quedarse sin hacer nada por miedo a pescar alguna infección o por miedo de que se arruine mi cabello. Esta confusión me ponía mal.

—Bien —acepté, ahitándome la ropa, quedándome solo en ropa interior. Mi cuerpo era tan blanco como una hoja de papel, necesitaba algo de bronceado. Me subí a la roca a como pude, sabiendo que aquellos chicos de esa casa me estarían viendo. Lo supe porque empezaron a silbar. Rodé los ojos y los ignoré. Desde aquí se veía bastante alto.

—¡Vamos, tu puedes! —me animó Lana.

Sí, yo puedo, me dije a mi misma, yo puedo. suspiré profundo, tomé la cuerda y me dejé caer. Se me escapó un grito al inicio. Me solté y caí al agua. Fui algo profundo, de suerte que sabía nadar y salí a la superficie.

—¡Lo ves!

La verdad no había estado tan mal, había sentido la adrenalina por mi cuerpo.

—Estuvo bien —le dije.

Propiedad del loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora