4: Sueño lúcido

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Lana me llevó primero a los carritos chocones, nos montamos y estuvimos quizás media hora jugando a atropellar a los demás. Luego nos fuimos a la montaña rusa, estuvimos gritando por lo alto que era. Después fuimos a la rueda enorme. Estaba súper alta, me dio cierto temor. A mi mente se vinieron imágenes de un posible accidente. Iba a dar un paso para seguir a Lana pero alguien me empujó.

—Fíjate por dónde vas —le espeté. La chica se giró a mi, con aires de grandeza. Era esa chica Lara. ¿Donde habrá dejado a su novio?

—¿Escuchaste que alguien me habló? —le preguntó a su amiga, haciendo como si yo fuera invisible.

Son unas idiotas.

—No, aquí no veo a nadie —le respondió ella.

—Escuché como un zumbido de un bicho raro nada mas.

Las dos estallaron en risas. Sentí enojo en ese momento pero me contuve, no dejaría que la Angelique de antes saliera a la luz. Prefería ignorar a esas dos estupidas. Se dieron media vuelta para hacer fila. Avance un paso pero alguien se puso a la par mía. Miré a la persona junto a mi, el chico alto del lago.

—Damian —murmuré su nombre. Damian me miró, cara inexpresiva como siempre.

—Sigues aquí —fue lo que me dijo.

—¿A donde más podría ir ?

—Digamos que podrías volver al lugar donde perteneces —me guiñó un ojo, me hizo sentir tan mal que me sentí no querida. Sentí que tampoco me querían en Lewiston. Me detuve en seco y salí corriendo de ahí.

Dios, andaba tan sensible últimamente. No quería soportar los desprecia de Damián y menos las burlas de Lara y sus amigas. Corrí hacia mi coche, donde no había nada más que autos, tenía tanto dentro de mi que había evitado sacar, furia, dolor, tristeza, decepción. Marque el teléfono de mi hermana, era nuevo número así que no sabría qué era yo. Contestó casi al momento:

—¿Bueno?

No respondí nada, solo quería escuchar su voz un momento, quería decirle que estaba arrepentida, que me perdonara, que quería que todo volviera a ser como antes entre nosotras. Pero sabía que no era tan fácil, mi hermana me perdonaría, lo sé.

Corté de inmediato, recostándome en el capo de mi coche. Estaba oscuro, a lo lejos se escuchaban los gritos de las personas. En realidad eran gritos más fuertes, como caos, me pareció extraño. Corrí hacia la entrada para ver qué pasaba, todos venían saliendo muy a prisa. A lo lejos pude ver cómo se desprendían cosas de la enorme rueda.

—No puede ser. Lana —corrí esquivando a las personas en busca de la chica. Era todo un caos, habían algunos cuerpos en el piso. Avancé pero unas manos me detuvieron. —Suéltame —le dije a Damián.

—Contrólate —me dijo—todo está en tu cabeza.

No entendí a qué se refería.

—Cierra tus ojos —con su mano hizo que mis ojos se cerraran. El ruido de la gente era menos, sus gritos se perdieron en la oscuridad. Cuando abrí los ojos estaba recostada en el capo de mi coche con el celular en la mano pero ahora Damian estaba aquí.

—¿Que demonios está pasando? Lana... —empecé a decir algo desorientado.

—Lana esta bien, relájate —me dijo.

—Pero... ¿tu? La rueda... los cuerpos en el piso. ¿Que está pasando aquí? —lo miré con terror. ¿Como había sido posible eso? ¿Como había pasado? ¿Que estaba pasando? Sentía que me estaba volviendo loca, más loca de lo que ya estaba. Mi mente, mis pensamientos estaban fuera de si. —¿Estaba soñando de pie? Estabas ahí, ¿como es posible que nada hubiera sido real?

Propiedad del loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora