》¿Conocen ese sentimiento de sorpresa completamente repentina? Ese donde no sabes si tu corazón dejó de latir o, por el contrario, aceleró rotundamente sus pálpitos. Ese que sentís cuando se te eriza la piel, la insuficiencia de oxígeno, la falta de suelo bajo tus pies y la tensión creciente en tu estómago ante ese algo que revolucionó tu ser.
Julia sintió eso y más cuando lo vio. André sintió todo eso y más cuando la vio. Tenían siete metros distanciándolos. Dos países obligándolos a odiarse. Una carabina en sus brazos capaz de separarlos por toda la eternidad... y sin embargo parecían cosas estúpidas comparadas con la fuerza de sus miradas.
Una explosión no lejos de donde estaban los obligó a romper los lazos que sus miradas formaban. Julia corrió hacia lo que hacía semanas era un hospital, convertido en un edificio abandonado. André corrió hacia una estructura destrozada por las bombas. Julia se escondió detrás de lo que quedaba de un antiguo escritorio. André se escondió detrás de lo que quedó de una pared. Y como ya era habitual, sonaron los disparos, los gritos también. Sin embargo, lo peor de todo, y lo único que lograba ponerles la piel de gallina a ambos empezó: el silencio. Ese corto lapso de quince segundos donde lo único que se oía era el viento chocar contra cada cosa que estuviera en la calle.
Sin darse cuenta, el día había transcurrido y el dolor de cabeza era menor al de otros. Julia se encontraba sola, enfrente de un improvisado fuego que había prendido para no morir congelada. Estaba sentada dentro de un barril de metal que había invertido para poder estar cómoda, tenía una botella de alcohol barato en sus manos que, la verdad, ya no recordaba cómo la había robado. Lágrimas silenciosas resbalaron por su cara sin modificar su serena expresión.
Doblando a la izquierda por esa misma calle, siendo lógicamente inconsciente de ese hecho, André trataba de quemar unas ramas secas que había encontrado por ahí, fallando en el intento. Su respiración caliente era incapaz de tolerar las bajas temperaturas del ambiente. Frustrado, dejó las ramas donde estaban y decidió buscar una alternativa más efectiva.
Frotó sus manos y caminó hacia donde su instinto lo llevara, entonces; escuchó el característico ruido de algo quemándose. Siguió su audición y la encontró. La misma chica que había visto ese mismo día. No sabía explicar bien lo que había pasado en ese momento, pues sería imposible describir algo que nunca antes había experimentado. Trató de no hacer ni un mísero ruido, sin embargo el escombro en el suelo le hizo realmente difícil mantener el anonimato. En un parpadeo Julia ya lo apuntaba con su arma.
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Siete Metros y una Taza de Café.
RomansaSiete metros fue la distancia que los separaban. Una taza de café fue lo que los reencontró. Todos los derechos reservados.