«Calor quisquilloso»

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DARIEN:

Todo el día de ayer, me imaginé diferentes situaciones para cuando Serena llegara, pero ninguno fue como tal. Y para colmo, con cada cosa que sucedía tras su llegada, comenzaba a experimentar diferentes cambios en mi actitud, dejándome muy confundido con mi propio carácter tan variante y bipolar. Primero, cuando me tocó ver al primo de Serena, que, así como entró de rápido, rápido se fue, pero me dejó sintiendo esa misma sensación tan peculiar, confusa, e incluso familiar. Luego me tocó ver ese ataque solitario de risas, tan natural y contagioso de Serena, que me hizo sonreír como todo un idiota, mientras apreciaba en silencio la tierna escena que me mostraba. Y pese a que me sorprendía la felicidad irracional que sentía, pues era inexplicable, admito que me gustaba como me hacía sentir su presencia. Y sí, hasta ese momento, incluso después de que tuvo que llamar a su familia, todo iba bien, más todo se fue al caño, una vez que comenzó a dejarme intrigado con sus palabras a medias. Porque me hablaba en clave, como si no estuviese segura de decirme lo que tenía en mente. Según ella, no me quería decir, porque no quería que me hiciese ilusiones. ¡Pero es que eso era imposible! Sí, apenas tenía consciente un día, pero yo sentía que llevaba ya encerrado en este ser sin vida por más de mil años y no por un día como aparentemente era. Así que, por último, y para rematar ese cambio de humor tan repentino en mí, ante la entrada de una llamada al teléfono fijo, me volvía a avisar que tenía que responder. Y me sentí demasiado frustrado, demasiado molesto. Y lo peor, es que aparentemente no había una buena razón. Ella no tenía la culpa de que yo fuera así, eso lo tenía claro, pero sentía como que en el fondo me molestaba esa falta de interés en el misterio de mi persona, tanto o más a como me molestaba que me tuviera a mí en misterio. Por eso hui poniendo de excusa que necesitaba estar a solas. Aunque solo lo dije porque no quise descargar mi repentino cambio de humor con ella, porque antes debía agradecer por lo mínimo que sea que hiciera. No volví durante toda la noche, aunque estuve tentado a hacerlo. En vez de eso, mejor esperé de pie a la orilla del borde de la azotea, mirando las calles, los autos, la poca gente que pasaba, esperando intranquilo a que el amanecer llegara, mientras giraba entre las manos, aquella rosa, que, por malhumorado e indeciso, ni le había dado. En vez de eso, la dejé sobre una superficie de aquel pequeño quiosco abandonado e inconcluso. Y así fue como, tras un rato de esperar, escuchando como ella se levantaba y se metía a la ducha, y tras ver el oportuno momento de bajar, lo hice, saludando aun con algo de seriedad, pero ya un poco más calmado. Eso sí, no pude dejar de mirarla de forma rápida y sin que ella se diera cuenta, pues debía admitir que se miraba preciosa, en ese uniforme de enfermera. Pero al verla vestida así, fue cuando de pronto, otra visión se instaló en mi cabeza; Mi Setsuna, con su cabello suelto, brillando y haciendo contraste con su atuendo. El corazón se me aceleró de tal forma que sentía que se me saldría del pecho. Estaba ensimismado en ese recuerdo, que mejor me repuse y comencé a mirar por la ventana, antes de que me pillara mirándola a ella. Esperé por un tiempo que se me hizo aún más infinito, mientras continué perdido en mis pensamientos, sin dejar de mirar hacia la ventana, hasta que su primo llegó, para aprovechar ese almuerzo al que fue invitado un día anterior. Y Serena abrió, una vez que tuvo mi asentir, solo que, en el momento en el que lo vi, ahora más de cerca, esa extraña opresión, esa familiaridad, se dejó sentir mucho más fuerte en mi pecho. Incluso mi respiración se ralentizó un poco, cuando lo escuché hablar sobre lo conocido e igual que se le hacía mi departamento. Después, conforme avanzaba la conversación entre esos dos, fui uniendo piezas de un rompecabezas desconocido, y presté aún más atención cuando la vi hacerme una señal para que lo hiciera. Pero todo en mi interior, se convirtió en una bomba de tiempo, que, cuando escuché el nombre que él dijo, literalmente hizo explosión, y por poco y mi mandíbula se me zafa del asombro.

—¿Da... Darien? —le preguntó ella asombrada, aunque un poco menos sorprendida que yo, y él asintió.

—Si. Así se llamaba mi mejor amigo —tragué saliva. «¿Acaso por eso me sentía así cuando lo veía? ¿Él y yo... de verdad éramos amigos?» Estaba comenzando a formarme un montón de preguntas en la cabeza, cuando de pronto, nuevamente se vinieron a mi mente, rezagos de recuerdos varios en donde él aparecía. Momentos de alegría, de tristeza, de apoyo.... A la vez que recordé esa profesión en la que, por depresión, me encerré tanto tiempo. «Drew.... ¡Dios! Amigo, ¿Cómo pude haberte olvidado?» Ahora entendía un poco más lo que había escuchado ayer, en el pasillo, cuando ella recién había llegado. Pude entender el por qué Serena reía tan abiertamente. Pude entender el hilo de la conversación que tuvo con él. El muy bastardo aún seguía siendo todo un casanova. Incluso se miraba aún joven; Mi amigo. Mi hermano. Qué caprichoso era el destino, por permitir que precisamente sea él, el familiar de esa mujer que conocí de manera tan especial. Era como si todo estuviese conjugado para que así pasara.

SIN QUERER... ME ENAMORÉ...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora