Ella

Reencuentro de desconocidos

No tengo certeza de cuánto habré pasado así, y mucho menos logro entender el curioso juego de la vida, donde te confronta en las situaciones menos esperadas. Me perdí por mucho tiempo, quizá meses, en algo ajeno a mí y cercano a la simplicidad, a lo fácil, lo predecible. Y aunque tuve la seguridad de mis acciones en su momento, lo cierto es que jamás estuve tan cerca de la confrontación que hoy. Y esta vez no hubo falta una construcción continua en la complejidad de mi interés hacia lo único, simplemente se necesitó de un ingrediente indiscutiblemente suficiente para despertarme: la sinceridad de la mente ajena.

Fue una simple noche, con simples personas, una simple reunión con un simple motivo. Pero algo no encajaba, algo era muy distinto a mi costumbre simplista, fácil y controlada. Ese algo aparentaba indiferencia, incluso inexistencia, pero estaba ahí y me daría cuenta en el momento que tenía que suceder. Ahí estaba esa anomalía, y sin saberlo decidí explorarla con un par de palabras con poco fondo, sin expectativa alguna a lo infinito. Desperté entre frases ajenas a cualquier control o predicción, esperando lo inesperado ante el caos hecho situación. Me perdí entre líneas y recuperé la noción al robar la suya a través de la desnudez de los ojos que entran en conflicto con la barrera que nos cohibe a abrirnos por completo.

Me dejé cautivar por la pérdida del control cuya probabilidad era nula, o eso creía, pues mi supuesta seguridad mental me recordaba que, mientras siga en lo simple, no existirá conflicto alguno. Pero sucedió, quiero creer que por casualidad, y ahí estábamos creando universos entre palabras, destruyendo algunos entre silencios. Cada uno tenía su propia versión de las cosas sin necesidad de imponerlas, aunque una de las dos partes afirmaba su seguridad de tener la razón, al menos casi siempre.

Desperté, de alguna forma salí de lo simple y lo fácil. Mi inexplicable cualidad permitió obtener su curiosidad por una cantidad de tiempo limitada, probablemente el ideal, para así recuperar alguna noción de sintiencia que estaba encadenada, o más bien nublada, entre una cantidad incontable de apariencias, formas y definiciones ajenas a mi esencia real. Y aunque yo no fuera la persona indicada ni este haya sido el tiempo correcto, no puedo negar la insoportable levedad con la que se generó mi conflicto, que en otro tiempo, unos años atrás, llamaría ilusión, esperanza, deseo, impulso mental.

Y aunque probablemente continúe con las apariencias y costumbres simples que me permiten sobrellevar el peso de la consciencia, no me queda otra opción que dejarme seducir por la imposibilidad que fue capaz de ofrecerme algo que había olvidado que existía, lo complejo.

Si la vida acepta el capricho de la continuación, que así sea. Al fin y al cabo, según sus palabras, 1 de cada 10 veces se encuentra algo interesante.