LONG GAME [YOONSEOK]

8

Yoongi tenía que tomar una decisión.

Podía ir a lo seguro y tomar lo más convincente, o podía arriesgarlo todo por una oportunidad de gloria.

Ninguna decisión, en realidad. Tiró los dados.

—Pero eso fue un full house —señaló Yuna.

Yoongi tiró dos dados sobre la mesa. —Y ahora son cuatro triples. —Recogió el único dado que se no ajustaba y lo besó antes de lanzarlo.

—¡No! —dijo Sangwoo en cuanto el dado se detuvo.

—Mierda —dijo Yuna.

—¡Yahtzee! —gritó Yoongi. Levantó los brazos en señal de triunfo.

—No sé por qué te invitamos —refunfuñó Yuna.

—Porque traigo tartitas. —Yoongi se había enterado de que había una panadería en las afueras de la ciudad que vendía las mejores tartas que jamás había comido. Le gustaban especialmente las de cereza.

—Tiene razón —dijo Sangwoo.

Entonces sonó el teléfono de Yoongi. Cuando vio quién llamaba, sonrió y se levantó de la mesa de la cocina de los Jung.

—Déjame adivinar quién es —bromeó Yuna.

Yoongi le guiñó un ojo mientras entraba en el salón y respondía a la llamada.

—Hola.

—Hola —dijo Hoseok—. ¿Cómo va todo?

—Bien. Estoy en casa de tus padres.

—¿Ah sí? ¿Qué haces ahí?

—Destruyéndolos en Yahtzee.

Hoseok se rió. —A mamá no le gustará eso.

—Ella me ama. —Yoongi se acercó a la repisa de la chimenea, que estaba cubierta de fotos enmarcadas de Hoseok de distintas edades, la mayoría con ropa de hockey. Había sido un niño realmente adorable—. ¿Listo para el juego?

—Claro. Es sólo Daegu.

Yoongi resopló. Su propio equipo no había ganado contra Daegu en años.

—Engreído.

—Normalmente. Pero te gusta.

Los labios de Yoongi se curvaron. —Sí.

—Vas a mirar, ¿verdad?

—Tal vez. —Yoongi pasó un dedo sobre una foto de Hoseok con su uniforme de hockey juvenil. Parecía tener unos diecisiete años, la edad que tenía cuando lo conoció—. Tal vez vea una película en su lugar.

—Imbécil —dijo Hoseok cariñosamente.

—Pero te gusta.

—Me gusta. Pero también me gusta el resto de ti. —Su voz bajó a un tono más seductor—. Sin embargo, me muero por tenerte dentro de mí.

Yoongi sonrió. —Por cierto, estás en el altavoz.

—¿Qué?

—Estoy bromeando.

—Jesús. —Hoseok exhaló—. No es gracioso.

—Si tú lo dices.

—Probablemente debería irme. Nos vamos a la arena pronto.

—De acuerdo.

Hubo una larga pausa, la misma que aparecía al final de la mayoría de sus conversaciones telefónicas. Ambos necesitaban terminar la llamada, pero ninguno quería hacerlo.