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  Ya llevábamos dos años en la misma situación. A penas sí nos conocíamos con Jongin.
Creíamos que podíamos soportar los trabajos del otro, yo como médico y él como uno de los mejores empresarios de la ciudad. La verdad es que nos las arreglabamos como podíamos para vernos. Ambos pasábamos literalmente el día entero en nuestros trabajos, por lo que el único momento libre era en la noche, casi madrugada. Sin embargo a este tiempo lo aprovechabamos para nuestra intimidad, porque no era nada fácil cargar con toda la tensión de un día de trabajo. Entonces prácticamente no intercambiabamos conversaciones. Con suerte cenábamos juntos y nos levantabamos con el tiempo justo en la mañana para vestirnos.

Los fines de semana eran un desastre, porque yo terminaba exhausto, por lo que dormía el día entero, Jongin sufría continuos dolores de cabeza por el cansancio, así que no tenía ganas de hablar. Con suerte intercambiabamos algunas palabras y de vez en cuando compartíamos la bañera para no desperdiciar tiempo entre nosotros.

En sí, era una vida tediosa que no se la deseaba a nadie, pero como ambos estábamos en lo mejor de nuestras carreras, era algo inevitable.
Pero a veces cansa.

Cansa que el único contacto diario que tengamos sea solo sexo, o la conversación más larga que tuviésemos la tengamos por mensajes de texto. A pesar de vivir juntos, extrañaba su compañía.

Esta mañana desperté como cualquier otra con Jongin descansando a mi lado. Realmente era admirable la escena. Lo dejé dormir unos minutos más mientras me dirigí a preparar el desayuno y al terminar, regresé hasta la cama para sentarme a su lado y mover con delicadeza su hombro.

—Amor, tienes que levantarte —musité observando sus bonitas pestañas cerradas.

Luego de unos segundos de intentarlo, se removió entre las sábanas y abrió los ojos lentamente.

—¿Es tarde? —Murmuró con cierta voz ronca debido al sueño.

Negué con la cabeza y acaricié su cabello, quitando los mechones que se colgaban por su frente.

—Pero si no te apuras sí lo será.

Me acerqué a besar su frente y regresé a la cocina antes de que se enfriara mi taza de té. Preparé el café de Jongin y esperé a que bajara mientras perdía mi vista en el anillo de compromiso que adornaba mi dedo anular.

Jongin me había pedido matrimonio hacía unos pocos meses, pero nunca fuimos capaces de acordar nada, ya sea por falta de tiempo o porque habíamos dejado de lado el tema. El punto es que desconocía tanto a Jongin, que el vivir juntos se había vuelto costumbre y el último recuerdo que guardaba sobre nosotros en buenos términos fue poco después de mudarnos. Probablemente haya sido una idea apresurada, porque acordamos un departamento con tan solo nueve meses de noviazgo.

—Buenos días —oí la voz de Jongin interrumpir, tras sentarse frente de mí.

Levanté mi vista hacia él, quien bebía su café tranquilamente con la mirada fija en mi.

—¿Sucede algo?

Fruncí mis labios y llevé una de mis manos a mi nuca con cierto nerviosismo. Tenía que hablar sobre el tema con Jongin, ya estaba cansado de la misma situación de todos los días.

—Es que... ¿No crees que deberíamos pasar más tiempo juntos?

Jongin levantó una ceja y se enderezó en su silla.

—Lo estamos haciendo ahora.

—Me refiero a... como pareja, casi nunca podemos hablar más de cinco minutos con el otro. ¿Cuándo fue que nos acostumbramos a esto?

—Te encanta lo que hacemos en la noche —curvó la comisura de sus labios en una sonrisa ladina mientras tomaba una de mis manos por encima de la mesa.

Desconocidos / KaiSooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora