||PERCY JACKSON: EL SEÑOR DEL INVIERNO||

Cap 9

La cena
Maratón 3 de 5

Las estaciones habían llegado hacía minutos, vestían ligeramente formales y sin quitar su aspecto característico de cada uno. Primavera con un vestido sencillo amarillo y sandalias, Verano con una camisa arena, jeans azules y tenis blancos, Otoño con un vestido a la mitad de las rodillas, con mangas ¾ al igual que unos converse. Invierno, con una camisa blanca, pantalones negros y tenis blancos.

—No se preocupen por nada, la cena apenas comienza, se sentarán con nosotros en la mesa principal con Quirón. Vengan, les mostraré sus asientos.

—Nos alegra mucho que vinieran ¿Verdad Annie?

—Por supuesto Piper— Ella estaba hecha un manojo de nervios, pero mantenía la frente en alto.

Entonces Jason los condujo hacía el comedor, que, era más grande de lo que Percy recordaba, habían más mesas y por consiguiente, más semidioses. Al pasar en la mesa principal vio a su prima Thalia, quién no tardó en clavar su intensos ojos azules en él. Talvez y en otro tiempo eso le hubiese asustado pero, este no era el caso. Seguía luciendo igual que hace 200 años, cabello negro con mechas azules, mantenía su estilo punk y su diadema de plata con una luna que indicaba su lugar.

Su lugar como lugarteniente de Artemisa.

También se percató de que Frank y Hazel no estaban, cosa que lo extraño un poco, pero sabía que después de volverse dioses, obtuvieron un puesto más importante en la Nueva Roma.

Al llegar, se hizo un silencio atroz, todos miraban a las estaciones haciendo el ambiente un tanto incómodo. Quirón, quien dividía a las estaciones y a los semidioses, debido a que estaba en el medio de la mesa, tomó la palabra.

—¡Buenas noches campistas! Como ustedes ven, está noche nos acompañan desde el Olimpo, Annabeth y Leo. Lamentablemente Hazel y Frank tuvieron que volver al Olimpo.

Las cabañas correspondientes a estos (técnicamente dioses) alzaron vítores al igual que los demás campistas.

—Al igual nos acompañan las estaciones, a quienes les agradezco la ayuda que nos brindan para ganar esta guerra. Sin más que decir que comience la cena—alzó su copa y brindó —¡Por los dioses!

—¡Por los dioses!— repitieron a coro.

La cena empezó y Percy no pudo evitar sentirse melancólico, era inevitable.

Recordó cómo hace ya cientos de años la primera vez que piso el comedor, pero de pronto unos dolores de cabeza lo devolvieron a la cruel realidad. Sí, recordó eso y también todo lo que hizo por ellos

¿Para qué?

Para que al final lo culparán de algo que no cometió.

Eso hizo que mantuviera su postura y no se descarrilara. Sin pensarlo mucho, en su plato apareció su cena. Se dispuso a ingerir sus alimentos cuando al tocar sus cubiertos, estos se volvieron de cristal al igual que su copa. Esto no le causó mucho impacto, era algo que sucedía a veces, la mayoría en su estado nervios o cuando pensaba tanto en el pasado que se descontrolaba.

Por supuesto que para los demás esto les asombró, exepto a sus compañeros. Pero siguieron comiendo como si nada y era mejor así.

Jason veía disimuladamente el lado de las estaciones, en especial a Percy. El hijo de Júpiter deseaba que su amigo regresará, si es que todavía tenía el derecho de llamarlo así. Por lo menos se espero que su comida fuese azul, aquel color que tanto lo caracterizaba, pero eso no pasó en ningún momento, ni si quiera en la bebida, que pudo notar que era vino