Seguirte o Perderte | Rubegetta | Adaptación

➡️ Capítulo 15: Perdiéndolo.

Esa misma noche recibí una llamada. La fotografía de Nieves junto a la pequeña Alexa aparecía en la pantalla de mi dispositivo móvil, pero algo dentro de mí sabía que no era su voz la que me hablaría al contestar.

Aún así, llevé el aparato a mi oído tres veces antes de aceptar la llamada.

Algo en mi mente me dijo que debía hacerlo.

— ¿Señor Luna? —fue lo primero que escuché preguntar a la voz que se encontraba al otro lado de la línea. Por supuesto, se trataba de Rubén.

Me rompió el corazón escuchar sus sollozos, así que tuve que esforzarme bastante para no salir de mi departamento y correr a abrazarlo hasta que mi cuerpo se fusionara con el suyo.

Las cosas no estaban bien entre nosotros, y si él quería que nuestras peleas se resolvieran con lágrimas terminaríamos terriblemente mal. Lo sabía. Había leído ese consejo doce veces seguidas en internet.

— ¿Sí?

— ¿Realmente eres tú? —podía imaginar su sonrisa al otro lado de la línea, e imaginé que se veía hermoso haciéndolo incluso con las mejillas húmedas. Me contuve para no imitarlo. No quería parecer débil, incluso si él no me veía en ese momento. —Estuve intentando llamarte desde que te fuiste, pero todos los que respondían me decían que no eras tú. Luego Nieves vino a decirme que no podía presionar los números al azar porque así no funcionan estas cosas y me ayudó a contactarte.

No pude evitar sentir algo de ternura al escuchar sus palabras.

Rubén Doblas, quien odiaba todo tipo de tecnología y no entendía ni los comandos más básicos, había intentado contactarme incluso no sabiendo cómo hacerlo.

Lo admito, yo estaba muy enamorado de él, y eran detalles tan pequeños como estos los que me hacían darme cuenta de lo muy perdido que me encontraba.

Aún así, me mantuve firme y conté hasta diez intentando no ceder.

—Sé que estás ocupado escribiendo tu libro, pero realmente necesito hablar contigo y...

—Habla, Rubén.

La verdad es que ni mi necesidad de escribir diez páginas diarias me permitía tocar mi portátil, pues lo único que tenía en la cabeza era a Rubén y la posibilidad de que me dejara en cualquier instante.

Ese día mis mundos ficticios fueron olvidados por una realidad que odié con todo mi ser.

—Te amo, Samuel. Te amo mucho.

Intenté no ceder, juro que lo intenté, pero yo era demasiado débil ante él.

Con esas simples seis palabras me di cuenta de que no podía enojarme solo porque la vida me estaba haciendo elegir entre seguirlo o perderlo.

Él era un dragón con deseos de conocer un mundo que, sin darse cuenta, estaba incendiando a su paso. No podía detenerlo, pero su amor me estaba quemando, y lo más grave de todo esto es que a mi parecía gustarme el hecho de salir herido.

— Y yo a ti también te amo mucho, príncipe. —le contesté con total sinceridad.

Escuchar su leve risita tras la línea fue suficiente como para darme cuenta de que yo estaba lo suficientemente perdido como para ignorar mis sufrimientos.

—He llorado por ti toda la tarde. —me dijo sin más, pero no estaba reclamándome nada. En realidad, Rubén solo quería que yo lo supiera. —No quiero perderte, pero tampoco a mis sueños.

—Lamento que sea tan difícil.

— Yo no.

— ¿Por qué no?