➡️ Capítulo 1: La puta de Mangel

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Me gustaba tener una vida completamente controlada.

Odiaba lo inesperado, los cambios innecesarios, los días sin planificar.

El azar era mi peor enemigo, y los números dentro de mi cabeza se habían convertido en los únicos que podían comprenderme.

Seis veces revisaba mi cerrojo antes de salir de casa y dos veces subía por si olvidaba algo. Caminaba cuatro calles hacia el Body Rock Café y una la corría porque mi mente decía que llegaría tarde.

Dos veces entraba porque me gustaba el sonido de la campanilla y tres veces saludaba a Borja, mi jefe y dueño del restaurante.

―Diez minutos antes, como siempre. ―me dijo Borja con una sonrisa esa mañana.

Estaba tirando un ramo de flores a la basura, las cuáles debía haberle enviado su ex-novia. Conté cinco tulipanes.

―El señor Brown llegará antes de la apertura porque su reloj está averiado desde hace ya un mes y Guillermo no estará acá pronto, pues siempre llega tarde, así que debe haber alguien que se encargue de atenderlo.

Había repetido esas treinta y ocho palabras desde hacía ya una semana, pero no me cansaba de decirlas. Conocer mi día me daba tranquilidad.

― ¿Y qué harás si el señor Brown decide no desayunar aquí hoy, Samu?

Mi cerebro casi estalló en ese momento.

―Él vendrá, Luzu. ―aseguré, pero mis manos estaban temblando, el aire comenzaba a faltarme y mi mente comenzaba a calcular un día sin su llegada.

Tuve suerte esa mañana, pues el señor Brown llegó. Mi día habría sido un completo desastre en mi mente si no lo hubiera visto en la mesa del centro limpiando sus gafas de lectura.

Así pasó el día, mi mente nunca paraba de calcular. Guillermo o Willy, mi compañero de trabajo y mejor amigo, decía que debía tomarme las cosas con calma. A mí, esa simple frase, me daba pánico.

No podía imaginar una vida inesperada.

―Señora Johnson, por favor, no insista. ―casi supliqué mientras intentaba devolverle parte de la excesiva propina que todos los días la mujer luchaba por darme. ―Compre algo lindo con el resto. ―ella creía que yo estaba siendo demasiado honesto, pero la verdad es que solo quería que esa señora mantuviera lo demás porque, de otra forma, tendría que volver a calcular mi día.

―Samuel, cielo... ―intentó insistir.

¡¿Por qué los ancianos debían ser tan tercos?!

―Si Samuel no lo quiere entonces lo tomaré yo. ―dijo Willy mientras pasaba junto a la mesa con el pedido del señor Park entre manos. ―Tenga buen día señora Johnson.

Ella no protestó, tal vez porque le había sucedido lo mismo anteriormente. Creo que comenzaba a entenderme.

― ¡Samuel! ―escuché a Borja llamarme.

Se encontraba en la caja registradora contando el dinero y entregando su cambio a Kyle, un estudiante adolescente que siempre pasaba por el lugar para comprar su desayuno.

Él decía amar la comida de Lolito, nuestro cocinero, pero yo sabía que ese solitario estudiante de enormes gafas estaba un poco enamorado de Luzu.

― ¿Sí?

―Sé que odias los cambios, pero necesito que tomes el pedido del chico nuevo. Willy está ocupado con el señor Cheng, y sabes lo difícil que es ese hombre.

Por supuesto que lo sabía. El señor Cheng nunca podía decidir, así que lo odiaba. Servirle significaba perder tiempo, y esa era una de las cosas que más detestaba.

Seguirte o Perderte | Rubegetta | AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora