Mi fantasía de un amor perfecto comenzó a destruirse un mes después del nacimiento de Alexa.
Rubén y yo estábamos cuidando a la pequeña mientras Nieves descansaba, pues la pobre la agotaba. No nos encontrábamos en la casa abandonada, sino en el departamento que Rubén les había regalado.
No era maravilloso ni lujoso ni demasiado espacioso, pero funcionaba para los tres.
Mi novio había obtenido el dinero con sus trabajos y vendiendo algunos de los recuerdos de sus viajes. Yo me había conmovido al saberlo, pues con ese mismo dinero habría podido emprender sus muy amados viajes.
—Estuve hablando con ella ayer. Dice que te admira. —me contó Rubén mientras lo alimentábamos. Él era increíble alzándolo, pero terrible alimentándolo. Yo era terrible alzándolo, pero bueno alimentándolo.
Es así como Alexa terminó entre sus brazos mientras yo me ocupaba de darle su biberón. A ella no le importaba, pues parecía estar disfrutándolo. Su rostro de placer idéntico al de Nieves cuando comía su dulce favorito lo delataba.
—Eso es imposible, príncipe. Los bebés no suelen admirar nada más que el pecho de su madre. —me reí de él, pero Rubén no lo hizo conmigo. En realidad, parecía estar algo ofendido gracias a mi comentario.
—Él es un bebé especial, Samuel. Es decir, se llama como tú, debe serlo... Él no sigue la regla de los bebés comunes. Samuel es mejor que lo común.
Y para no seguir discutiendo solo acepté su argumento y besé su frente. Rubén siempre encontraba una forma de ganarme, tal vez porque sus respuestas no solían ser las típicas y no lograba enfrentarlo con rapidez.
Él nunca habría admitido que estaba equivocado, pues en su pequeño mundo siempre tenía la razón.
— ¿Te gustaría tener hijos conmigo? —me propuso sin pensarlo ni un poco. Me sorprendí, por supuesto. Nadie se espera algo así de forma tan repentina. —Tranquilo. Yo me ocuparía de que te amaran tanto como yo.
Entre los brazos de Rubén, la pequeña Alexa comenzó a llorar, pues debido a su pregunta yo había alejado el biberón de su boca. Se lo devolví aún algo impresionado.
Miré a mi novio esperando que bromeara, pero la sonrisa sincera en su rostro me decía que no estaba haciéndolo.
Comencé a sentirme mareado.
—Príncipe, yo... yo... —siete veces intenté continuar, pero no podía hacerlo. No sabía cómo reaccionar.
—Respira, Samuel. Lo necesitas para vivir y continuar a mi lado.
— ¿No crees que es muy pronto? —logré formular finalmente.
Mi boca estaba completamente seca, y tuve que contar hasta diez sietes veces para que mis manos dejaran de temblar. Estoy seguro de que Alexa agradeció que el molesto movimiento se detuviera.
—Para mí es muy tarde. —me confesó con voz baja. Podía notar su decepción. —Para mí el tiempo no es nada. Odio el tiempo, porque pasa tan rápido que no nos damos cuenta de que lo hace.
Y tenía razón, de nuevo.
De repente él se paralizó y me miró con terror. Creí que había visto algún tipo de fantasma.
—El tiempo pasa, Samuel.
— ¿Qué?
—El tiempo, Samuel. Pasa. Pasó. Pasará... No somos eternos, Samuel.
Pero, aunque intenté entenderlo, no lo logré.
— ¿Te sientes bien, Rubén?
Él se negó.
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Seguirte o Perderte | Rubegetta | Adaptación
FanficSamuel amaba la rutina. Rubén amaba lo desconocido. Samuel amaba la perfección. Rubén era completamente imperfecto. Samuel no tenía grandes sueños. Rubén vivía en uno. Samuel odiaba las despedidas. Rubén vivía de ellas. Samuel no quería seguirlo. Ru...