El día de mi vigésimo cuarto cumpleaños, Rubén dijo que había preparado una gran sorpresa para mí.
Compró camisetas idénticas para que las usáramos, me dio el disco de un cantante alemán que yo no conocía pero que de alguna manera logré amar y, justo cuando pensé que no había nada más, esposó nuestras muñecas.
—Hoy estaremos todo el día juntos. —se rio él al ver mi expresión de desconcierto.
— ¿Y si tenemos que ir al baño?
Es extraño que mi preocupación no se centrara en esa horrible camiseta naranja que llevaba puesta ni en la perdida de libertad.
—Pues iremos juntos. —respondió mi novio como si fuera completamente obvio.
Y lo era.
Decidí no argumentar más con él y salir del departamento como me lo pidió. No supe donde planeaba llevarnos, pero no se lo pregunté porque sabía que, o no me respondería o yo detestaría el lugar.
Prefería arriesgarme.
No dijo nada cuando debimos subir nuevamente hasta mi departamento para que yo me sintiera bien, y tampoco cuando llamamos a tres taxis diferentes porque para mi mente la primera opción nunca era la correcta.
Rubén, siendo sincero, parecía divertirse con mi locura. A mí, al mismo tiempo, me divertía la suya.
Tal vez por esta razón éramos perfectos juntos.
— ¿Puede llevarnos a la feria? —preguntó amablemente al conductor del vehículo, quien nos sonrió con calidez en cuanto entramos a su auto. —Quiero ganar un oso enorme para él.
El conductor asintió con felicidad. Pude notar lo muy encantado que la presencia de Rubén lo había dejado, y me sentí afortunado de tenerlo a mi lado.
Estaba seguro de que él podría haber conseguido a cualquier chico o chica en el mundo, pero me había elegido a mí.
Y yo lo había elegido a él.
—La mayoría de esos juegos son trucos. —le advirtió el hombre —Así que no te deprimas si no ganas nada. Estoy seguro de que tu novio se sentirá feliz si solo lo intentas.
—Y yo estoy seguro de que voy a ganar.
El conductor había sido bastante amable, pero Rubén se veía realmente enojado al responderle. Lo ignoró el resto del camino, e incluso debí abrazarlo para calmar su ira, la cual solo se desvaneció cuando bajamos del vehículo.
—Lo odio. —me dijo Rubén con exasperación mientras buscábamos en aquella feria repleta de pequeños niños el oso de felpa que más me gustara.
— ¿Por qué? Ha sido bastante amable, príncipe.
—Lo sé, pero lo odio porque se parece a todos los demás. —resopló él mientras unía nuestras manos. Al parecer las esposas no eran suficiente para ninguno de los dos. —Cree que es imposible. Piensa que fallaré incluso antes de que yo lo haya intentado... Es como todos los demás, porque tiene los pies sobre la tierra y yo nací para volar.
Para él esta última frase era completamente literal.
—Me gusta ese. —le dije al notar un enorme oso en uno de los puestos cercanos. En él debía hacer caer una pila de botellas, y me pareció el juego más fácil de ganar.
Sabía que él no se rendiría en hacerme feliz, así que estaba intentando hacerlo feliz también.
Rubén ganó tres pequeños osos antes de obtener el que yo quería, y juro que su alegría era mucho más grande que la mía. Lo llamé Eclipse y a Rubén le encantó. Dijo que era nuestro hijo.
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Seguirte o Perderte | Rubegetta | Adaptación
Fiksi PenggemarSamuel amaba la rutina. Rubén amaba lo desconocido. Samuel amaba la perfección. Rubén era completamente imperfecto. Samuel no tenía grandes sueños. Rubén vivía en uno. Samuel odiaba las despedidas. Rubén vivía de ellas. Samuel no quería seguirlo. Ru...