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Un día, en un acto de valentía, decidí plantarle cara. No estaba muy segura de si mi plan iba a funcionar pero estaba demasiado harta de mi tóxico acompañante.

Estaba sola en casa, mi momento perfecto. Me senté en el suelo de mi habitación y concentré todas mis fuerzas en hablar con él. Intenté dejarle claro que le obligaba a dejarme en paz, que ya estaba harta de esa tortura. Extrañamente, por algún medio que sigo sin entender, la información le llegó, y algo dentro de mí me dijo que me quedaba poco tiempo.

El parásitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora