Capítulo 3: Las cuevas

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✨🍦Advertencia de contenido sobre: escena violenta y mención a t0rtura física y psicológica, se recomienda discreción🍦✨

Visitaron todos los días a Higuruma y aunque él era serio y no expresaba del todo lo que sentía le hacía bien ser acompañado por otros, al menos frenaban un poco su descenso a la locura. A veces, mientras dormitaba, volvía a recordar lo que había vivido: la traición de su sabueso, el dolor de la herida propiciada por aquel demonio, la fragilidad de su cuerpo y quizás esto último era lo que más le torturaba, sentirse inútil, y sobre todo saber que para la Santa Sede ellos sólo eran daños colaterales de una guerra que ni él había empezado ni debía librar. Higuruma creía que quizás... debió morir aquel día junto con su primer sabueso... Nunca nadie le advirtió que perder a alguien que había hecho un pacto contigo... causaría tanto dolor. Su relación de compañerismo con el que fuera su primer sabueso había sido casi al nivel de la que tenían Nanami y Haibara, eran de verdad buenos amigos, incluso compatibles en cuanto a compartir la misma casa pero... no como algo más. No era necesario pensar que pudieron ser amantes porque su amistad era más que suficiente... Su primer sabueso había sido noble al final, tanto que se había sacrificado por él. Por ello Higuruma no quería a nadie más a su lado y tampoco podía confiar en su segundo sabueso. Takako era rebelde y su pacto con ella le causó dolor aunque nunca lo admitió. Hacer un pacto con un demonio tenía ciertos efectos secundarios, entre náuseas, mareos como los más comunes y fáciles de sobrellevar hasta dolor e incluso compartir ciertas emociones muy sutilmente que permitía intuir lo que sentía el otro. Takako le produjo dolor y fiebre y nunca pudo sentir esa armonía proveniente de ella... sólo era dolor y rechazo. Su primer sabueso no fue tan distinto al inicio sólo que no hubo dolor y después fue aceptado.

Haibara le había dicho que el pacto que tuvo con Nanami fue un tanto caótico por todas las emociones que tenía su sabueso en aquel entonces, no hubo rechazo ni dolor... sólo amargura por la soledad y tristeza. En cuanto al pacto de Fushiguro e Itadori... había sido caótico en todos los sentidos al punto de considerarlo una amenaza para el propio Fushiguro.

Como fuera, Higuruma estaba decidido no aceptaría más un sabueso, era lo mejor aunque nadie estuviera de acuerdo.

Salió a las dos semanas del hospital, pudo salir caminando por sí mismo pero fue arrastrado al departamento de Haibara para su cuidado. Allí le brindaron una habitación y permanecieron la mayor parte del tiempo en la residencia. En cuanto comunicó a Shoko que estaba mejor y podía moverse, aunque debía recuperar cierto movimiento porque su cuerpo parecía tan tieso como el de un maniquí, ella dio la orden para regresar a la oficina y comenzar con archivar y empacar sus cosas. Eso fue esa primera semana, entre empacar y viajar a la Nueva Babilonia para buscar, por qué no, una casa.

Todos aceptarían casas pequeñas a pocas distancias, casas pequeñas porque nunca podrían habitarlas personas que fueran familiares pero con dos habitaciones mínimo, una para el agente y una para el sabueso, sería suficiente.

La semana siguiente Shoko entró a la casi vacía oficina y por la expresión de su rostro Higuruma sabía que lo haría enojar.

—Bajarán los tres a las celdas...

Haibara de inmediato preguntó.

—¿Y eso? Hace mucho que no nos dejan. ¿Son ahora los privilegios de ser agente especial? ¿Podremos hablar con otros demonios?

—Sin duda cuando sean agentes especiales podrán entrar y salir de las celdas para interrogatorios pero hoy no bajarán por ello. En realidad la orden es sólo para Hiromi, pero yo prefiero que vayan los tres. Escucha Hiromi... quieren que te hagas cargo de un nuevo sabueso.

Sí... lo sabía, de verdad que no lo iban a dejar tranquilo.

—Mi respuesta sigue siendo la misma, Shoko... creí que lo comprenderías.

Rise of Sodom and Gomorrah - Jujutsu KaisenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora