Extra 1

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No pude evitar caer en la tentación, y aunque haya dicho que no habría smut, pues aquí lo tienen.

Ya sabes, si no es de su agrado, simplemente no lo leean.

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-Ramsés, por favor -Suplica Moisés, viendo con ojos llorosos al rey, mientras suspira de placer a causa de los besos que la reina le da en el cuello

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-Ramsés, por favor -Suplica Moisés, viendo con ojos llorosos al rey, mientras suspira de placer a causa de los besos que la reina le da en el cuello.

Ramsés le sonríe con cariño y lujuria, besando sus pantorrillas, mordiendo de vez en cuando, mientras sube hasta sus muslos, donde se toma su tiempo haciendo varios chupetes, adornando la suave piel.

Moisés que yace encima de Nefertari, con el cuerpo completamente desnudo, se estremece por la atención, mientras un fuerte sonrojo se extiende por todo su rostro hasta el cuello. Nefertari se deleita, y queriendo ver más de las reacciones que produce su cuerpo, sus manos se deslizan por todo el abdomen de Moisés, subiendo de poco, hasta los tentadores pezones. Ella no se contiene, y los acaricia, antes de pellizcarlos. Y Moisés siente una gran corriente, que solo se incrementa al sentir los labios fríos de Ramsés sobre su glande. Un fuerte gemido se escapa de sus labios, los cuales son capturados en un beso, Nefertari bebe de ellos con gran adoración.

Y ahí en esa habitación alumbrada solo por el fuego de las antorchas, los dos reyes se dedican a explorar el cuerpo de su esposo. Hace mucho que no tenían intimidad gracias a las constantes quejas del pueblo, pero ahora que todo se ha resuelto, lo único que quieren es sumergirse en esa piel tersa y bronceada. Tan ansiosos están, que se olvidan incluso de despojarse de sus prendas, y Moisés piensa que es injusto, pero no tiene ganas de protestar, no cuando esas lenguas codiciosas juegan con sus partes más sensibles.

-Eres tan hermoso -Susurra Nefertari, tan cerca de sus labios, mientras recuperan el oxígeno-. Tan digno de los dioses, tan perfecto y nuestro, para ser adorado. -Moisés quiere decir algo, pero la fuerte succión que Ramsés le da, no lo deja. Sus ojos se cierran de puro éxtasis, y su mano viaja hasta enredarse en el nemes azul, empujando la cabeza del rey hacia abajo, y el soberano acepta gustoso, ronroneando, mientras se esfuerza por engullir toda la longitud hinchada y goteante.

-Por favor -Suplica nuevamente, antes de ser besado con vehemencia. Su boca es completamente explorada, lenguas chocando, entrelazándose con hambre, compartiendo los fluidos calientes con sabor a vino de dátil, que los intoxica. Y todo lo que puede pensar Moisés es que adora ser adorado de esa manera, que no cambiaria lo que tiene por nada del mundo, y que las lenguas de sus dos esposos son tan candentes y expertas.

Ramsés tiene clavada su mirada en el beso, algo que lo hace ponerse tan duro. Sus manos se aprietan contra las caderas, y con cuidado deja que sus dientes raspen la piel sensible, cuando saca el mojado falo de su boca. Escucha la queja amortiguada, no puede evitar soltar una risita, antes de volver con su trabajo. Besa la cabeza húmeda, paseando su lengua, degustando del sabor amargo, que le provoca un mareo, se siente tan caliente justo ahora. Una de sus manos acaricia el tronco, y una vez mas lo engulle por completo, consiguiendo que Moisés se retuerce con delirio. Ramsés sabe que su amado esta casi al límite, así que no se detiene ni un segundo, quiere sentir la esencia caliente, quiere tragar todo lo que tiene su esposo para ofrecer.

Y Moisés complace los deseos de Ramsés, llegando con fuerza, derramándose en su garganta caliente, mientras sus gemidos son amortiguados en la boca de su esposa.

-Mmm...que delicia -Susurra, viendo directamente a los ojos de Moisés, mientras se relame los labios, limpiando las gotas de semen que no fue capaz de tragar-. Podría pasar mi vida entera solo bebiendo de tu leche caliente. -Moisés tiene que morderse los labios para no dejar escapar un fuerte gemido. Pero Ramsés no necesita escuchar nada, porque la mirada dilatada, le indica que fue gratamente recibido su elogio. Ahora necesita más de eso, quiere que esos bonitos ojos lo miren, mientras se hunde tan profundamente en su interior.

Ramsés lo toma por los tobillos, separando sus piernas, haciendo espacio para colocarse entre ellas.

-Ahora, permíteme ofrecerte la mía -Susurra, muy cerca de su oído. Moisés vuelve a estremecerse, girando su rostro, pidiendo un beso de Ramsés, el cual gustoso se lo da, antes de separarse.

Y lo siguiente que sucede es Ramsés introduciéndose de golpe en la entrada hinchada y previamente dilatada de Moisés. El interior se siente tan acogedor que Ramsés gruñe palabras sin sentido, arremetiendo con ganas, tocando aquel punto dulce, que hacen al Esposo Real ver estrellas. Nefertari no se queda atrás, su mano empieza a masturbar el miembro flácido, hasta ponerlo duro de nuevo. Moisés tiene que recargar su cabeza en el hombro de la reina, sus fuerzas están desapareciendo. Nefertari le sonríe con ternura, mordiendo su cuello expuesto, queriendo beber las vibraciones de su garganta.

-Estoy tan ansiosa por mi turno, querido. -Ella susurra, sin dejar de morderlo, sin dejar de mover su mano de arriba abajo. Moisés no se contiene, la imagen esta cruzando por su mente, convirtiéndose en un plus, que lo hacen gritar y arquear la espalda, sus piernas se enredan en las caderas de Ramsés, empujando las suyas, queriendo más.

-¡Más, más. Por favor no paren, ya no puedo, necesito más...Ah~!

Y los reyes cumplen las suplicas de su amado. Sin duda, será una noche larga y llena de placeres. Tanto tiempo en abstinencia puede volver al humano un ser hambriento y necesitado, lo convierte como un animal en celo.

El consorte de los Reyes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora