Hola a todos, me llamo Ana y tengo 22 años. Les vengo a contar una historia que me pasó mientras vivía yo sola en un edificio.
Vivía en un segundo piso, en un edificio bastante barato en el centro de la ciudad. Tenía varios vecinos pero la verdad nunca había tenido contacto con ellos.
Un día salí a la terraza a tender mi ropa hasta que noté a alguien mirándome. Miré hacia mi derecha y me encontré a mi vecino de al lado, Alberto. No era un hombre sexy ni mucho menos, es más debería tener mínimo veinte años más que yo y era bastante gordo y asqueroso, siempre estaba bebiendo y la verdad a mi me daba miedo.
— Hola vecina.
— Hola.
— ¿Tendiendo la ropa?
— Así es — contesté mientras cogía una tanga de hilo. Alberto se quedó mirándolo y tomó un sorbo de su cerveza haciendo ruido.
— Vaya con esas nalguitas que tienes se te debe ver genial ese tanga.
— ¿Como se atreve?
— Es verdad Anita, hasta luego.
Alberto se fue y yo me quedé pensando en aquel asqueroso hombre. No podia evitar que aquel comentario me hubiera puesto muy cachonda.
Desde ese día empecé a salir a la terraza con ropa más provocativa, y él salía también y me hacia un comentario de ese tipo. Hasta que un día decidí salir a tomar el sol porque se acercaba el verano y llevaba un biquini de tanga que apenas me tapaba el coño y el sostén solo tapaba mis pezones.
Me puse tumbada con mis piernas en dirección a la terraza de Alberto y las abri un poco esperando a que saliera. Como de costumbre salió y ese día llevaba unos calzoncillos blancos solo dejando a la vista su gran barriga peluda como todo su cuerpo.
— Anita, que nuevo biquini que traes, apenas te tapa nada.
Yo ya estaba empezando a mojarme así que vi hasta donde podría llegar ese día.
— Tal vez es eso lo que quiero.
— Podrías venir a que lo vea de cerca vecina.
Yo me levanté y me puse contra la barandilla, estaba solo a unos centímetros de su terraza y casi podía tocarle, solo tenía que acercar mi mano. Él ya lo hizo, pasó sus enormes manos por mi barriga y subió hasta mis pechos.
— Date la vuelta Anita que te vea bien todo.
Hice lo que me pedía y me di la vuelta enseñando la parte de atrás. Él alargó sus manos y empezó a tocar mi culo soltando alguna cachetada que me hacía gemir, empezó a separar mis nalgas y a pasar su dedo por mi culo haciendo presión en mi ano.
— Ven a mi casa. Te espero.
Entró dentro de su casa y yo entré a la mía y me dirigí a su puerta, estaba segura de que estaba chorreando en ese momento. Me abrió con la botella de cerveza en la mano y los calzoncillos de antes y nada más verme me cogió del pelo y me llevó hasta su cara para darme un beso que he de decir que me dió mucho asco.
Después se separó de mí y fue a sentarse al sofá, yo lo seguí fijándome en lo sucia que estaba la casa y la de cosas que había por todas partes.
— Hoy Anita vas a ser mi zorra. Y harás los que yo quiera ¿! Estamos!?
Yo asentí empezando a estar muy caliente porque me ponía mucho que me tratarán como a una puta en la cama.
— Si seré tu putita.
El soltó una carcajada y después se bajo los calzoncillos enseñándome si polla peluda y muy grande con unos huevos enormes colgando. Al principio me dio asco pero después me di cuenta de que el hevho de que estuviera sucio me calentaba aún más.
Yo me quedé sin saber qué hacer mientras el se estiraba la polla y los huevos más de lo que estaban y se rascaba su barriga peluda.
— Ven aquí puta y comeme los huevos.
Hice lo que me pedía y me arrodille delante de él. Me pego con su poll en la cara y me la pego a mis labios para que me la metiera entera. Al final acabe cedienco y su trozo de carne entro por completo en mi boca. Me agarró la cabeza y empezó a penetrarme hasta la garganta sin dejarme respirar y yo mientras cogía sus huevos y los apretaba.
Cuando pensé que no podría aguantar más me la metió aún más adentro y chorros calientes de semen empezaron a ahogarme y a salir por mi boca ya que no podía tratar todo.
Al final se separó de mí y yo tragie todo su semen mientras recogía lo que se me había caído por las tetas.
Aún de rodillas agarré sus huevos y me los metí en la boca enteros aunque casi no me cabíam porque me encantaba comerme las bolas de los hombres.
— ¡Putaaaa! ¿Quién te mando comerte mis huevos? Te vas a enterar
Me cogió y me arrancó el biquini que aún llevaba dejándome desnuda y me tumbó sobre la mesa del comedor bocabajo y con las piernas abiertas.
— Te voy a castigar bien putita.
Me soltó una nalgada detrás de otra en mi culo y a veces bajaba a mi coño y me apretaba el clitoris haciendo que gritara de dolor.
— Para por favor
— Eres mi zorra yo digo cuando se para!
Segui aguantando su castigo hasta que note que empezaba a tocar mi ano y a meter un dedo. Yo apretaba para que lo sacará pero el metió otro y otro dedo hasta que los sacó y pensé que ya me podría ir a casa pero solo note como algo frío y grande me empezaba a penetrar el ano. Levante la cabeza y vi que me estaba intentando meter un calabacin enorme! Trate de moverme pero con el encim era imposible.
Finalmente lo metió todo y al sacarlo tenía el orto dolorido y sentí que no lo podía cerrar. Eso pareció encantarle porque jugó con lo que salía y me lo volvía a meter hasta que empezó a hundir su trozo de carne en mi mientras sus huevos chocaban con mi vagina.
— Toma Anita. Eres una zorrita!
Minutos después yo estaba a punto de correr e y cuando me tocó mis labios yo exploté y me corrí y el también echo sus chorros de leche en mi culo y salió de mí.
Entonces se marcho y volvió a ver la tele como si nada mientras yo sentía que el semen bajaba por mis piernas.
Cogí mi biquini y me despedí de Alberto dándole una última mamada y salí de allí sintiéndome muy sucia.
Pero sabía que como me había encantando lo volveríamos a repetir sin duda.
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Relatos Calientes
CasualeEsta es una historia dedicada solo a relatos de distinto tipo que incluirá temas delicados así que si no te gustan este tipo de historias no leas. Estos relatos son inventados por mi