El invierno se abría paso cada vez más fuerte, haciendo añicos los bolsillos de los agricultores y engordando los de vendedores de carbón. Pero así era la vida a veces, uno no puede hacer mucho más que quejarse y seguir.
Hay aquellos que se la ven difícil la mayoría del tiempo, que por más intentos parece que nada va ni irá bien. Dentro de este grupo, conformado en su mayoría por los estratos más bajos, estaba Rin.
Si echamos una mirada al pasado, podríamos entender esto. Hija de una familia de mercaderes endeudados, con pérdidas y relaciones rotas. La buena fortuna no era un concepto que conocieran en aquella casucha a medio tirar.
Rin se había visto obligada a salir de aquel lugar y sobrevivir en las calles, acompañada solo de las alimañas que se alimentaban de basura y del agridulce sentimiento que le brindaban los amaneceres, aquellos que le recordaban su lamentable situación pero al mismo tiempo, le llenaban de una sutil esperanza de que la vida no podía ser siempre gris.
Sin embargo aquel día lucía más sombrío que de costumbre, un espeso manto de nubes grises cubrían el cielo, la nieve había crecido unos centímetros más durante la noche, haciendo cada vez más difícil el caminar, los pequeños pies de Rin apenas podían distinguirse entre esta, menos aún abrirse paso.
Los improvisados zapatos de paja apenas le daban calor —cada día pedía por el bienestar de aquel viejecito que hizo el favor de dárselos—, trataba de esconder entre sus desgastadas ropas las tullidas y doloridas manos por consecuencia del frío.
Siguió caminando exhausta, hasta llegar a una callejuela, llena de pequeños puestos sin muchos visitantes, caminó por entre las pocas personas que había hasta que decidió detenerse frente a una anciana con una pequeña hornilla de carbón improvisada, estaba asando pescado. Rin estaba realmente hambrienta, no pudo evitar mirar la comida sin discreción alguna, la señora la miró con disgusto y la ahuyentó como si fuera un perro. Rin no tuvo oportunidad siquiera de rogar por un poco.
Pero antes de irse una voz gruesa y calmada se escuchó tras de ella, un hombre alto y de largos cabellos plateados atados en una elegante coleta le pidió a la mujer envolviera dos piezas. Apenas le dirigió la mirada, le tiró unas monedas y tomó la comida.
Se acercó a Rin con cuidado, "Tómalo" le dijo ofreciendo el pescado, Rin titubeó, no sabía si aceptarlos. En los meses que llevaba sola pocas personas habían tenido gestos amables con ella, y algunos de ellos siempre querían algo a cambio.
—¿Tienes hambre o no? —la voz del hombre se sentía más fría que la nieve que cubría sus tobillos, un escalofrío le corrió por la espalda.
Sin pensarlo mucho más, los tomó y llevó a su boca, devorándolos sin importarle las espinas que le astillaron el paladar y las mejillas. El hombre la miraba mientras comía, aquella imagen le recordó de repente a un pobre cachorro hambriento.
Ese día Sesshomaru había salido en una nueva búsqueda después de varios meses, no habían surgido problemas con las chicas hasta que tuvieron que disponer de varias recientemente. Por ello ahora se veía obligado a reclutar más. Esto para él era una gran molestia, no le gustaba ir por ahí engañando a la gente, especialmente a familias con chicas jóvenes, que en busca de algo mejor en la vida, aceptaban cualquier trato.
Pero no conocía nada más allá, había crecido dentro de ese ambiente tóxico y abrumador, plagado de hambrientos por el dinero y sin muchas opciones. De no haber sido por la astucia y ambición de su madre, estaba seguro que a duras penas habrían sobrevivido.
No había tenido mucha suerte en su búsqueda, las calles estaban casi vacías a excepción de los comerciantes que en su necesidad, seguían atendiendo sus negocios. Siempre era así en invierno, su madre la llamaba "la temporada baja". Encontrarse a esta joven era tal vez cosa del destino. Uno no tan bueno para ella, cabe decir.
Rin terminó la comida sintiéndose saciada después de mucho tiempo sin experimentar aquella sensación. El hueco en su barriga era menos pesado ahora. El ardor que emanaba de su estómago suplicando alimento cesó de momento.
Alzó la vista, buscando su mirada, encontrándose con un par de ojos color oro, brillantes y profundos; ellos la miraron de vuelta con cierto interés. El hombre sonrió.
—Contigo será suficiente.
Rin no entendía a qué se refería o estaba segura siquiera si era ella a quien se dirigía. Pronto Sesshomaru extendió su brazo ofreciéndole la mano, ella en una acción casi automática la tomó sin preguntar.
De verdad había pasado tanto tiempo desde la última vez que sintió que existía a la vista de alguien más, que su facilidad para caer presa de la repentina amabilidad de un completo extraño resultaba casi triste.
—x—
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[SesshRin] Like the Sun, you melt my heart
FanfictionTras los bonitos kimonos de seda y complicados obis, las noches llenas de licor y tabaco, Rin sobrevive dentro de un mundo en realidad hostil y solitario, su único consuelo: aquél que la condenó a tal destino.