La mañana siguiente empezó madrugando, Hataku llegó a la habitación con un aire fresco y animado, levantó rápidamente a las chicas, quienes al inicio se resistieron a salir del futón, ya fuera por comodidad o como forma de evadir su realidad. Rin fue de las primeras en ceder. Siguieron al chico escaleras abajo.
—Hoy hace buen día así que, podrán hacer muchas cosas hoy —dijo él mientras servía arroz en varios cuencos—. La señora Furuta y yo necesitamos algo de ayuda.
Sonrió algo apenado, rascando luego su pequeña nariz.
—¿Haremos labores domésticas? —preguntó la chica de kimono naranja, con cierta esperanza en su voz.
—Algunas sí.
Esa respuesta no fue exactamente lo que esperaban, ya que eso abría paso a dos posibles destinos, uno menos favorecedor que el otro. Las cuatro jóvenes se miraron, y en sus adentros esperaron ser alguna de las afortunadas que se dedicara a atender la casa y no a sus visitantes.
—Por el día de hoy todas ayudarán ya que como dije, estamos algo cortos de personal —siguió Hataku—. Después, hablarán con la ama Irasue.
Terminó de servir el desayuno y se sentó junto a ellas. Pasó el tiempo, lento y silencioso, hasta que todos levantaron sus platos y se pusieron manos a la obra. Hataku las dividió en dos equipos, a Rin y la chica de naranja se les destinó a limpiar el interior de la planta alta del edificio principal.
—Es gracioso, llevamos ya un día aquí y no sabemos nuestros nombres. Soy Ryuko —dijo sonriente, mientras colocaba una tina de madera sobre el suelo.
—Rin —contestó ella devolviéndole la sonrisa.
Empezarían con el piso del pasillo, para luego limpiar rigurosamente los estantes y todo lo que había en el ala, terminado allí, tenían encargado limpiar las habitaciones donde se recibían clientes. Bastante trabajo para solo dos pares de manos.
Limpiar los tatamis sin duda fue lo más difícil. En un momento libre, Rin miró sus manos enrojecidas, palpitaban como pidiendo a gritos tregua. Fregar el piso había sido en comparación sencillo. En las rodillas, ambas chicas podían sentir moretones tomando forma.
—Si sigo con esto voy a morir —Ryuko se dejó caer sobre los almohadones que habían apilado en una esquina—. Ni las mulas trabajan tanto.
—Creo que ni a ese nivel llegamos aún —dijo Rin tratando de ser graciosa.
—Tienes razón, ellas tienen más derechos.
Ambas rieron bajito, recordando a las chicas que descansaban cerca, algunas aún con clientes. Continuaron trabajando, hasta que sus piernas se doblaban de cansancio. Apenas pudieron bajar las escaleras. En la planta baja, el otro equipo de limpieza se encontraba en las últimas.
—¿Qué tal les fue? —preguntó Ryuko, saliendo hacia el patio.
—Hubiera preferido limpiar establos —dijo una del otro par, quien se había presentado en su momento como Sora—. Aunque, estoy mejor que Chiyo.
Señaló a sus espaldas, detrás de ella, la aludida caminaba a duras penas por el resbaloso piso helado, cargando consigo un montón de utensilios. Los dejo caer apenas llegó al centro del patio. A pesar de ser invierno, en su frente se dibujaban enormes gotas de sudor.
—Parece que no le van bien las actividades físicas —Ryuko mencionó a la vez que se acercaba.
Le ofreció su brazo como soporte, se notaba que necesitaba recuperar el aire. Chiyo la alejó de un manotazo, sin ni siquiera mirarla. Ryuko solo se encogió de hombros y regresó a lado de Rin.
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[SesshRin] Like the Sun, you melt my heart
FanfictionTras los bonitos kimonos de seda y complicados obis, las noches llenas de licor y tabaco, Rin sobrevive dentro de un mundo en realidad hostil y solitario, su único consuelo: aquél que la condenó a tal destino.