Capítulo II

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Rin tuvo que volver la vista varias veces hacía arriba para cerciorarse de que lo que pasaba era verdad. Seguía la figura esbelta y alta de aquel hombre arropado en un kimono blanco con patrones rojos, cubierto de un haori azúl oscuro y una capucha de lana.

Caminaba sin saber su destino, aunque tampoco lo sabía unos minutos atrás, ni los pasados seis meses. Solo sabía que aquel hombre frente a ella podía significar dos cosas: una oportunidad para salir del hoyo donde se encontraba o bien, el probable fin de sus miserables días.

Cualquier opción le parecía bien.

Salir de aquel olvidado pueblo no fue fácil, tuvieron que llegar a donde este limitaba con una enlodada avenida que lo conectaba al resto del mundo. Vivir en lugares apartados de la ciudad principal no era extraño para la parte olvidada de la población, aquella por debajo incluso de los campesinos.

Era la primera vez que Rin llegaba tan lejos. Al darse media vuelta para ver cuánto había avanzado, sintió que se encontraba a una vida de distancia. Sus pasos la guiaban a un nuevo lugar, y donde quiera que fuera, no podría ser peor que allí.

Sesshomaru le dedicaba miradas furtivas solo para cerciorarse de que siguiera caminando, a juzgar por su apariencia, la chica fácil podía haber estado sin comer varios días. Debajo de aquel kimono desgastado y polvoriento podía adivinar se encontraba una joven casi en los huesos. Sólo su rostro se salvaba, aún con marcados signos de abandono, quedaban en él pequeños trazos de una belleza inocente.

Había visto a lo largo de sus 27 años de vida a muchas mujeres muy atractivas, cada una con algo que la diferenciaba de otras. Ya fuera su forma de hablar, un lunar cerca del ojo o algún otro rasgo particular. Rin también tenía ese algo, y aunque no se veía a simple vista Sesshomaru podía percibirlo.

Cada vez se acercaban más a su destino, Sesshomaru consiguió un viaje en carreta por unas cuantas monedas. Pensó que con esto, le sería más sencillo hacer paradas para seguir buscando, sin embargo, estaba cansado, había llegado más allá de donde acostumbraba reclutar, y quería volver a casa pronto.

Decidió que con la chica a su lado bastaba, el que su madre pensara lo mismo sería algo con qué lidiar después.

El viaje se tornó más lento de lo que esperaba, el hombre que conducía no por nada parecía no tener que hacer. La mula que los jalaba a duras penas podía mantenerse, seguramente no era bien alimentada, al igual que su dueño. Seguro que llegar le tomaría más tiempo de lo planeado.

Aún así trató de ser positivo y descansar un poco. A unos centímetros de él Rin mantenía sus piernas abrazadas a su pecho, tratando de mantener el calor. Comenzaba a sentir de nuevo los pies pero ahora, luchaba contra la brisa que producía el movimiento de la carreta.

De repente sintió sobre ella el roce de una suave tela, Sesshomaru se había desecho de su haori para dárselo. Aún más gestos amables. ¿Quién era este hombre y por qué actuaba de esta manera?

Sin inmutarse siquiera, Sesshomaru volvió a su posición, como si no hubiera hecho la gran cosa. Rin tomó con fuerza los bordes del cuello de la prenda y se acurrucó. El olor que emanaba de ella le recordó de cierta forma a su hogar, podía sentir rastros de tabaco y fragancias dulces no muy sutiles.

La combinación resultaba algo nauseabunda. Aún así, negarse a recibir la prenda por ese motivo no era algo que podía permitirse hacer. Se dedicó a, por un momento, cerrar los ojos y descansar. Pero más que eso, pensó, y pensó mucho sobre lo que había sido de su vida hasta ahora.

No creía volver a ver de nuevo a su familia y de cierta forma estaba agradecida. Estar sola no le convenía un problema, más que nada, era el porvenir lo que temía. Sin recursos, viniendo de una clase más baja que las cucarachas, sabía que no tenía muchas opciones. Se había incluso hecho a la idea de vivir mendigando.

Entre ese hilo de pensamientos, recordó los ojos del hombre a su lado. Volvió un poco el cuerpo para quedar en dirección suya y despacio, fue abriendo los ojos nuevamente. Sí, él seguía ahí, eso la llenó de un cierto alivio. Parecía estar durmiendo, recargaba su cuerpo sobre el montón de paja detrás de ellos sin perder la postura recta.

Lo apreció por unos momentos, no cabía duda que era un hombre de ciudad, jamás había visto tal parecido en la gente de su pueblo. A pesar de verse muy masculino a leguas se notaba que cuidaba mucho de sí. Su piel no tenía ninguna imperfección, su cabello estaba pulcramente peinado y sus ropas aunque un poco sencillas eran limpias y sin arrugas.

Volvía a su mente la pregunta de qué estaría haciendo alguien así tan lejos de casa.

Sesshomaru también se lo preguntaba, muy a menudo. Se cuestionaba cada día lo que hacía, que aunque definitivamente no era algo ajeno al mundo, tampoco era precisamente que le gustara. Y aunque llegó a pensar que jamás vería un panorama distinto, a veces ideaba en su mente escenarios de una vida mejor.

Aunque por alguna razón, creía no merecerla.

La tarde pronto se volvió noche, Rin había caído dormida víctima de la fatiga y su estado casi famélico. Sesshomaru seguía dormitando a ratos, solo pendiente de por dónde iban avanzando. El frío se volvió más penetrante y por un momento, pensó en hundirse dentro del montón de paja.

—x—

[SesshRin] Like the Sun, you melt my heartDonde viven las historias. Descúbrelo ahora