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—Mierda —susurró Malcolm.

El resto de la semana ocurrió sin novedades, hasta este día.

Dewey había salido de clases y estaba solo en casa, lo cual era extraño, pero lo agradecía, aunque el gusto no le duraría tanto porque después llegó Reese y no en un muy buen estado.

—¿Qué te pasó? —dijo Dewey levantando su vista de su piano al verlo entrar a la sala de estar

—Nada —respondió Reese jadeando.

—No lo creo, te ves muy sudado, tus ojos están rojos... ¿fumaste marihuana?

—¿Qué? ¡No! —respondió apenas Reese, apoyando su mano sobre la pared para sostener su peso—Sólo, me duele la cabeza demasiado, creo estoy enfermo.

Reese intentó caminar a la cocina para tomar un vaso con agua, pero trastabilló, por lo que se sujetó sobre el sillón para evitar su caída.

—Demonios, Reese —Dewey se acercó a su hermano y observó su rostro, el cual estaba algo rojo. Posó su pequeña mano sobre la frente de su hermano— Reese, estás muy caliente, vamos a la cama, debes acostarte y descansar.

Como pudo, Dewey logró que su hermano llegara a su cama, le indicó que se quitara su chaqueta y con movimientos lánguidos Reese se la quitó, después se recostó lentamente para posar su cabeza en la almohada, ni siquiera se había quitado los zapatos y la verdad no le importaba.

—Espera aquí, iré por un tazón y un trapo para que podamos bajar tu fiebre.

Reese asintió, cerró sus ojos para intentar dormir un poco. Luego de unos minutos llegó Dewey con un tazón azul y un trapo. Colocó el tazón en el mueble en frente de la cama de Reese, sumergió el trapo y después lo exprimió para quitar el exceso de agua, lo dobló y después lo colocó sobre la frente de su hermano.

—Me debes una muy grande, ¿lo sabes? Yo no soy una enfermera ni mamá, hablando de mamá debería marcarle...

—No, aún no le marques —respondió suavemente Reese.

—Estás demasiado caliente y no sé si tengamos medicina, tal vez ella pueda comprar algo o...

—No importa —interrumpió Reese.

Dewey observó a su hermano, había notado que últimamente él se encontraba deprimido. Soltó un suspiro.

—El tazón es azul, como los ojos de Malcolm —habló Reese sin pensar. Dewey abrió los ojos en sorpresa.

—¿Qué dices?

Al parecer Reese se dio cuenta de lo que dijo, sus ojos también se habían abierto en sorpresa.

—¿Por qué dijiste eso Reese? —preguntó Dewey.

—Yo no dije nada...

—Claro que sí, dijiste que el tazón es azul como los ojos de Malcolm.

—Yo no dije eso... —insistió Reese.

Dewey frunció el ceño, se dirigió al cajón de su ropa que compartía con Malcolm y sacó un calzoncillo rojo.

—¿De qué color es esto? —dijo Dewey exponiendo la prenda frente a Reese.

—No sé... ¿gris? —respondió el mayor desde su lugar en la cama.

—¡Mientes! ¿De qué color es? Si no me dices el color de esta cosa juro que le diré a mamá que rompiste el nuevo jarrón que le compró papá.

—Yo no he roto nada —dijo Reese confundido.

—Aún —amenazó Dewey y Reese frunció el ceño, Dewey lo había agarrado en un momento vulnerable.

—¡Bien! —dijo Reese aceptando su derrota—. Es rojo.

UNDERGROUND | WILKERCEST ONESHOTSWhere stories live. Discover now