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Reese está emocionado, tanto, que siente que está a punto de estallar de pura felicidad. Una sensación eléctrica le recorre el cuerpo ante la expectativa del viaje que está por realizar. Ha esperado tanto por este momento, tras largos meses de separación, por fin podrá ver a Malcolm cara a cara. Esta vez no sólo escuchará la suavidad de su voz a través de la bocina del teléfono, sino que podrá deleitarse con el azul de sus ojos, con su cabello castaño brillando por el sol, con sus distintivas expresiones cada que habla o el cómo su rostro se contrae cada que algo le molesta.

—Reese, ¿ya estás listo? —pregunta Craig desde su lugar en el sillón de la sala.

—Sí, sí —responde con prisa.

—¿Llevas todo?

—Sí, revisé mi equipaje dos veces.

—Vaya, estás muy emocionado.

—No digas que dije esto, pero extraño a Malcolm.

—Claro, es normal, es tu hermano.

Reese sonríe y asiente. Sale de su casa con maleta en mano seguido de Craig, quien asegura la puerta. Reese se adentra al carro y pronto se le une el mayor quien comienza a conducir. Durante el camino, Reese piensa en Malcolm y en sí mismo, en los dos como pareja, pero sobre todo como hermanos. Atrás quedó la época en la que se atormentaba a sí mismo por amar a Malcolm más allá del amor fraternal, por desearlo.

—¿Cómo le va a Malcolm en la universidad?

Reese sonríe en grande, puede hablar de Malcolm por horas.

—Le va bien, sigue siendo un idiota, sobre todo cuando está estresado, pero tengo muchos años de práctica y sé cómo manejarlo...

Y así es como ambos pasan el tiempo durante el viaje: Reese hablando sobre Malcolm y Craig haciendo uno que otro comentario para seguir la plática.


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Cuando Reese llega a la casa de sus padres y toca el timbre, es recibido por Dewey, quien ahora lleva el cabello largo con un flequillo cubriendo su frente. Para desgracia de Reese, su hermano menor ahora es casi tan alto como él, es solo cuestión de tiempo para que Dewey sea más alto que Reese.

—Ya era hora. ¿Por qué tardaste tanto? —dice y se adentra a la casa para buscar su maleta.

—¡Tenía que peinarme! —le grita desde el marco de la puerta.

—¡Reese!

El aludido brinca del susto al ver la figura de su madre aparecer frente a él.

—Guarda silencio, tu hermana está durmiendo y quiero aprovechar este tiempo para tener un poco de paz.

—No deberías dejarla dormir ahora, en la noche va a estar llena de energía.

—¡Reese!

El segundo grito, uno más alegre, le hace sonreír.

UNDERGROUND | WILKERCEST ONESHOTSWhere stories live. Discover now