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-¿Qué haces aquí? – Se apresuró a decir en cuanto el lobo puso un pie en su habitación.

-¿Qué crees?– Rodó los ojos. – Te envié un mensaje.

-¡Sí, Derek! ¡Lo noté! – Soltó con sarcasmo. – Pero eso no significa que te quiera aquí. – Respondió con aparente molestia.

El lobo que antes parecía molesto, extrañamente hizo una mueca de incomodidad, pareciendo fuera de lugar, incluso el humano se atrevería a decir que vulnerable, triste. El castaño suspiró nuevamente.

-Está bien, reconozco que te iba a responder de forma afirmativa. – Rodó otra vez sus ojos. – Pero debes esperar como la gente normal.

-No podía esperar. – Fue lo que dijo el lobo mirando fijamente al chico quien desvió la mirada con cierta incomodidad.

-Bien, habla. Si no, te verás obligado a aguantar mis estúpidos y cansadores monólogos sobre cosas absurdas.

Y el moreno esbozó una pequeña sonrisa ante eso. Era extraño para el lobo nacido, como antes era insoportable su voz y ahora se moría por escucharlo hablar de lo que sea. Sólo escucharlo y sentirse gratamente sorprendido cuando se callaba para esperar una respuesta de él. Dejando que fuera una conversación y no sólo un monólogo.

Su mente se había desviado a ese recuerdo.

Pronto se sintió nervioso. Tomó una respiración profunda, agachando la mirada y apretando levemente sus puños. Lanzó una mirada de reojo al humano de piel pálida, este estaba esperando pacientemente, o eso quería aparentar porque su olor corporal despedía ansiedad por montones. El castaño pronto dejó de estar de pie, dirigiéndose a su cama para sentarse. Cuando lo hizo, con un gesto le indicó a Derek que se sentara a su lado y él lo hizo.

-Yo...no puedo entenderlo. – Por fin había hablado. Y eso fue todo lo que pudo decir.

-¿A qué te refieres? – Alzó una ceja Stiles en duda.

-A...ti. Tus sentimientos. No puedo entenderlos. – Reconoció. Y cuando Stiles no le dijo nada, entendió que debía seguir hablando. Aunque no le gustara especialmente. – Desde que te conozco has estado suspirando por la pelirroja. Y cuando creí que lo habías superado con Malia, terminaste con ella y sólo...comenzaste a salir con Lydia.

Derek miró a Stiles en busca de una respuesta. Fue cuando notó su olor y su cara. Estaba avergonzado, muy avergonzado.

-Yo... Lo sé. Estuve colado por ella desde niños, creí que era ella a quien quería. Me dolía no ser correspondido, pero ya había aceptado que nunca pasaría. Creí que la amaba...pero te conocí. – Susurró la última frase. Como si de alguna manera esta fuera la excepción a la regla y el hombre lobo no la hubiera escuchado claramente.

Derek sintió su pulso acelerarse, al igual que el del que estaba a su lado.

-No...entiendo. – No pudo articular más. Estaba deseando sólo tomarlo de esa sudadera y besarlo como la primera vez que estuvieron así de cerca, curiosamente, en esa misma habitación.

-Yo, ya sabes, lo sentí. – Dijo con dificultad. – Tal vez crees que estoy loco, pero sentí algo en cuanto te vi. Puede que no te sientas así, tampoco espero que lo hagas. Sólo estaba allí. Intenté ignorarlo, aunque lo sentía, un pequeño hilo tirando y tirando, haciéndome sentir que había encontrado a mi alma gemela o algo así. Cada maldita vez que te veía. Hasta que me di cuenta de que no era mutuo y que estaba, otra vez, atrapado en un amor no correspondido. Y estaba cansado de eso, estoy cansado de eso. – Habló rápidamente, sin tomar una sola pausa, moviéndose nervioso y tomando con sus manos su cabeza, tirando fuertemente de su cabello cada vez que soltaba algo que parecía vergonzoso para él.

-Tú dijiste que Lydia era tu alma gemela. – Rebatió Derek aún incrédulo. No olvidaría aquella frase jamás.

-Eso era... – Stiles se retorció en su lugar sin encontrar palabras que explicaran bien lo que quería decir. – Lo intenté creer. Me obligué a creer. – Se corrigió. – Era mi mejor amiga, la única con la que podría contar y creí que eso podría ser esta tontería de "almas gemelas" y no lo que sentía contigo. Porque no quería ser rechazado. – Confesó sintiéndose al borde de un ataque de pánico.

Derek lo notó. Sin pensar mucho, tomó su mano para que se calmara. El castaño no pareció notarlo porque sólo se aferró con fuerza e inhaló profundo. Cuando estuvo mejor el moreno lo soltó.

-¿No pensaste en...decírmelo alguna vez? – Dijo sin saber muy bien qué decir.

Quería decirle que sí. Que lo había sentido incluso se atrevía a decir que más fuerte, su lobo aullaba en su interior cada vez que lo veía, pero no lo iba a confesar...todavía.

-No. Bueno, sí. Sólo dos veces. – Admitió con nerviosismo.

-¿Por qué no lo hiciste? – Dijo buscando la mirada del castaño quien trataba de evitarlo.

-La primera vez...me enteré de que te habías acostado con esa profesora. – Y Derek sintió una puñalada en el corazón. - ¿Te lo imaginas? Hubiera sido ridículo. Decirte "¡Hey, Derek! Creo que me gustas, pero como te acostaste con esa mujer creo que yo no te gusto." No hubiera sido una buena idea. – Hizo una mueca. No estaba triste, su corazón no mentía. Pero para Derek no era suficiente. Puede que el humano lo perdonara, pero él jamás lo haría. Jamás se perdonaría a sí mismo.

Su voz tembló. A pesar de eso, necesitaba saberlo.

-¿Y...la segunda vez? – No sabía cómo lo había hecho.

-Bueno, fue cuando estabas muriendo en México. Reconozco que estuve a punto de mandar todo al diablo... – Sus manos entrelazadas se apretaron. – Necesitaba que estuvieras bien. Quería decírtelo, que no me importaba nada, que me quedaría a tu lado. Pero tú dijiste que ayudara a Scott y me di cuenta de que no me necesitabas. Probablemente querías que Braeden estuviera allí en vez de mí y, sólo me fui. – Esa fue una segunda estocada para él. Esa fue la primera y única vez que intentó decirle lo que sentía. Estaba muriendo, estaba claro para él. Lo único que quería era al castaño a su lado, verlo una última vez. Sin embargo, no podía ser egoísta. Necesitaba que ayudara a Scott, porque Scott sin Stiles era débil.

Las sinceras declaraciones del humano perturbaron en lo profundo de Derek y de su lobo.

-¿Y después de esas veces? – Insistió. Trató por todos los medios de negar los sentimientos que Stiles tenía hacia él. Porque de ser así ya no podría ocultar lo que él mismo sentía.

-¡Derek, te fuiste! Nos dejaste solos y creí... – Soltó un pequeño quejido que llegó justo al interior del lobo de Derek. – Creí que no volvería a verte.

No pudo soportarlo. Necesitaba tocarlo, reconfortarlo. Sin más, rodeó con sus brazos al castaño con fuerza. El humano reaccionó con sorpresa, sin lograr entender del todo el gesto del hombre lobo.

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