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Stiles estaba destrozado, huyó del loft yendo directamente a su casa, inventando una excusa absurda que hizo que su padre levantara su ceja en señal de desconfianza. A pesar de ello, se dio cuenta de lo afectado que su hijo se encontraba por lo que no hizo más preguntas y lo dejó alojarse sin mayores complicaciones, después de todo estaba feliz de verlo.

Durante los próximos días, el chico se dedicó a estudiar sobre casos del FBI que habían quedado sin resolver, planteando teorías sobre lo que podría haber pasado. Necesitaba distraer su mente, trata de no pensar en lo que le había dicho el hombre lobo, tratar de no sentirse herido con lo que había insinuado sobre él y sobre todo, tratar de no sentir el total rechazo de su parte.

Salvo que no lo lograba.

Por las noches no conseguía dormir más que una a dos horas, repitiendo en su cabeza el momento después del beso. Algo que debió ser maravilloso y terminó por convertirse en una pesadilla vívida.

(...)

El hombre lobo suspiró. Todo lo que alguna vez se había convertido en una rutina, hasta hace unas semanas se había convertido en una rutina con Stiles. Y no quería recordarlo porque si lo hacía, sabría que no podría con los sentimientos que tanto tiempo reprimió. Por lo que se dedicaba a básicamente no hacer nada, porque cualquier lugar o acción le hacía pensar en el castaño y eso le dolía profundamente en el pecho.

No podía dejar que Stiles lo quisiera, no podía dejar que cargara con la responsabilidad de los traumas que llevaba dentro desde hace años. Lo sabía, pero su corazón no.

Se sintió deprimido y miserable, tal como lo hizo la vez en que se enteró de que el humano de la manada se iba de la ciudad. Y fue eso tal vez lo que le impulsó a tomar su móvil para enviar un mensaje al castaño. Porque a pesar de todo era egoísta y no podía imaginar su vida sin la presencia del humano en ella.

STEREKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora