Capítulo 1: de vuelta.

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Primer, segundo y tercer paso fuera del avión. Mikey caminó tranquilo por el pasillo medio iluminado desde la puerta de salida, hasta que pudo recoger su maleta y pasearse entre la multitud por la zona de embarque. Mientras leía los carteles colocados en sitios estratégicos de: "Bienvenidos a Japón", la realidad lo golpeó lentamente: estaba de vuelta en casa.

Entre más cerca estaba de la salida, más cerca estaba de los suyos. Mantuvo su expresión estoica, a pesar de que su estómago hormigueaba, intranquilo y expectante, tenía ganas de vomitar. Caminó lentamente y a la mitad de las escaleras eléctricas, vio un cartel rosa que con letras grandes llevaba escrito su nombre; y no pudo aguantarlo más. Levantó su mano y tan alegre como pudo, saludó a su familia.

—¡Mikey, ya estás aquí! —exclamó su hermana al borde de las lágrimas.

Se veían seguido por videollamada, pero Mikey no podía concebir la idea de lo mucho que ella había crecido. Y no precisamente de estatura, ella seguía siendo mucho más baja que él, gracias al cielo, sino que era toda una mujer; sus cabellos más largos y sus ojos tan llenos de brillo.

—Lamento la tardanza.

Mikey se hubiera entretenido dándole un abrazo y un beso a su hermana, pero había algo más importante en los brazos de Emma que requería su atención: su pequeña y regordeta sobrina. La tomó en brazos y la alzó, pensando que en el mundo no había nada más adorable que esa niña.

—Está enorme, no puedo creer que me perdiera su nacimiento —murmuró afligido, acercando a la niña a su rostro para presionar su nariz en una de las mejillas color durazno; olía tan bien.

Un golpe en su hombro llamó su atención y a regañadientes, tuvo que dejar de mirar a la pequeña.

—No seas maleducado y saluda a Emma —dijo su mejor amigo y continuó con un tono de reproche—, o a mí, tonto.

—Ay, Kenchin, tan gruñón como siempre. Espera tu turno, ¿quieres? —dijo con diversión.

—Tan gracioso, Mikey —dijo Draken, rodando los ojos.

A la vez, Emma se reía por el intercambio de esos dos, tan natural como siempre. Mikey le devolvió la bebé a su madre y finalmente se lanzó por un abrazo grupal, uno que esperó por años.

—Izana les manda saludos, dice que pronto vendrá de visita, aunque no lo crean, le cuesta dejar su puesto de líder.

—¡Eso es genial! quiero que esté en el primer cumpleaños de Shin —comentó Emma con una sonrisa.

Un año cumpliría su sobrina. Y Mikey había estado fuera cinco, vaya que el tiempo se pasaba volando.

—Yo ya estoy, debería ser suficiente con mi presencia. —Mikey infló su pecho, orgulloso.

Emma estuvo de acuerdo y entonces se movieron a la salida, para irse por fin a casa.

—Te ves diferente —mencionó Draken, de repente.

—Ah, es que me corté el cabello —agregó Mikey, pasando por instinto una mano por su cabeza.

Draken unos pasos atrás, dijo en voz baja:

—No es eso, tonto, es que actúas distinto.

Y Mikey no le respondió, lo suficientemente concentrado en pellizcar las mejillas de su sobrina mientras iban al auto.

El regreso a casa era más caótico y bullicioso de lo que imaginó. Draken y Emma le habían organizado una fiesta de bienvenida, en la cual estaba la mayoría de sus conocidos, o con los que mantenía contacto con los años. Mikey trató de aclimatarse a las conversaciones en su nombre, con el tema de su antigua pandilla y la vida presente. Balanceó la cerveza que tenía en mano y le dio un último sorbo.

—Muchas gracias a todos por venir, lo aprecio sinceramente —dijo Mikey, haciendo un brindis rápido en el que todos participaron—, todavía hay mucho que podría decirle, pero estoy cansado por el viaje y quiero dormir.

—¿Tan pronto? Manila te hizo un hombre responsable —murmuró Keisuke, burlándose del pobre estado de Mikey.

—¡Ya! Quiero verte viajar durante horas en un avión —replicó Mikey, indignado.

—No le prestes atención, hombre responsable. —Lo molestó Draken, quitándole la cerveza de la mano para empujarlo al pasillo que conectaba con todas las habitaciones de la casa.

Emma lo estaba esperando para acompañarlo el resto del camino.

—Todo está como lo dejaste, Mikey, no hicimos cambios, ni siquiera cuando el abuelo murió —le dijo ella, suspirando con melancolía.

—Lamento no haber venido para el funeral —se disculpó. Avanzó sin quejas, apoyando una mano al borde de la puerta corrediza y se detuvo para echarle un último vistazo a su hermana.

—Está bien, lo importante es que estás bien. Recuerda que nos tienes a nosotros para lo que necesites.

—Gracias, Emma, descansa. Y dale un beso a Shin de mi parte.

—Lo haré.

Mikey esbozó una sonrisa y dio un paso hacia el interior de la habitación, hasta que finalmente estuvo dentro y cerró la puerta. Tal como había dicho Emma, todo estaba exactamente igual. Las mismas sabanas monocromáticas, las mismas fotos en el buró y la misma decoración en los estantes y paredes, con muchos posters de sus motocicletas favoritas. Caminó alrededor y tocó sus preciados recuerdos, incluyendo el avión que Shinichiro le obsequió de niño. Los años no lo habían preparado para el cumulo de sentimientos que lo azotó con fuerza.

Al último abrió uno de los cajones de su escritorio y otro rollo de fotos estaba allí, esta vez más casuales y de momentos vergonzosos, y justo la primera llamó su atención, aunque Mikey no recordaba haberla guardado en ese lugar. De hecho, no recordaba haberse tomado esa foto: sus amigos y él habían decidido pasar el rato en una fiesta de disfraces. Lo recordaba bien porque lo celebraron días antes de Halloween y Mikey se quejó todo el rato.

Entre todos decidieron retratar el momento y aunque estuvo por huir, lo obligaron a quedarse y cumplir su castigo por perder una apuesta, en la que debía lucir un traje de caperucita roja. Cielos, un hombre con falda. Se rio de sí mismo y pasó sus dedos por su rostro malhumorado, hasta que recordó el trasfondo de esa fotografía y su mundo se tambaleó.

Takemichi.

Allí,como caperucita, Mikey conoció a Takemichi. Los años no le habían permitido olvidar ese nombre.

Dejó las fotos en su lugar y se lanzó a la cama, hundiendo su rostro en las colchas perfumadas; el aroma de casa, el aroma de su antigua vida. Pero, la intranquilidad no lo dejaba en paz, porque volvía a rememorar sus errores del pasado. El sentimiento que creyó extinto, latía incesante dentro de su pecho.

BUENAS TARDE.
Como siempre, mis notas... ¡Estamos de vuelta!

Gracias a Ooohlord

Espero que les guste, la venganza de Takemichi es inevitable, jé. 

Actualizaciones por lo menos semanales.

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