Capítulo 7; una charla incómoda y comida.

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El dilema de esa noche no era fácil de digerir: quedarse o no en esa casa. Estaba muy frustrado y excitado, gracias a Takemichi, por supuesto; pero sentía que, si se movía o lo apartaba, lo despertaría. Y en realidad era ridículo creer que la roca viviente que estaba sobre él, daría señales de vida en su estado, sin embargo, una parte de sí mismo no quería terminar el momento. Levantó una mano y la apoyó sobre el cabello alborotado de Takemichi y regó suaves caricias, reconfortándose a sí mismo también.

No podía culpar a Takemichi de lo que ocurría, es decir, el chico apenas y tenía consciencia de lo que estaba pasando alrededor; a diferencia de Mikey, quien era el verdadero culpable. Estaba sano y cuerdo, no obstante, se dejó llevar por sus sentimientos y emociones, y por poco tuvieron sexo. Mikey no debería ser capaz de desear a Takemichi como lo hacía; no tenía ningún derecho a sentir su cariño después de lo que le hizo en el pasado. Lo había dejado, lo abandonó, Mikey no lo merecía.

Al final la decisión ni siquiera la tomó él, pues de tanto pensar y acariciar a Takemichi, se quedó dormido. Seguro lamentaría la posición al día siguiente, aunque al final la cosa sería otra.

Al despertar, estaba tan relajado y cómodo como nunca. No estaba seguro de que era lo que olía tan bien, pero lo hacía querer seguir enroscado en lo que sea que lo estuviera abrazando. Frunció la nariz cuando una pelusa le hizo cosquillas en la nariz y estuvo tentado a empujarse más cerca del cuerpo cálido, pero tan rápido como sintió que flotaba en una nube de amor, tan fácil lo abandonaron.

Y fue tanta la decepción que abrió sus ojos por completo y se sentó en la cama, perdiendo el rastro de somnolencia. Tras ver la figura frente él, tan desencajado como él, lo ocurrido la noche anterior pasó por su cabeza y casi quiso golpearse por haber sido tan descuidado y no levantarse más temprano..

—Takemicchi, yo... ¿buenos días? —preguntó, quitándose la manta de encima.

—Sigues aquí, eso quiere decir que pasó algo entre los dos —afirmó Takemichi con el rostro sereno.

Mikey hubiera pagado para saber lo que el chico estaba pensando.

—No lo hicimos —respondió y se levantó, reuniendo la poca dignidad que le quedaba, mientras se acomodaba la ropa y los zapatos—. Te quedaste dormido antes de que pasara cualquier cosa entre nosotros y yo no me aprovecho de ebrios. —Bueno, lo hubiera hecho si Takemichi no se hubiera quedado dormido, pero eso nadie tenía que saberlo.

—Ya veo, entonces estoy un poco decepcionado, me hubiera gustado hacerlo contigo —le dijo Takemichi, con una sonrisa.

Mikey no podía creer lo que escuchaba, ¿hablaba en serio? Con las mejillas un poco rojizas, se adelantó y bordeó el cuerpo del abogado para salir de la habitación.

—No juegues conmigo. —Por no decir que no le creía nada. Takemichi se durmió en medio del sexo, ¿ahora por qué le decía cosas? ¿Y por qué estaba tan molesto?

—Yo no juego, hablo muy en serio... ¿a dónde vas?

—A casa, es tarde, creo —murmuró. Había perdido la noción del tiempo. Lo único que sabía era que el sol había salido. Draken y Emma debían estar preocupados.

Mientras abría la puerta, alguien le tomó del brazo y lo hizo detenerse. Mikey resopló, mirando directamente a Takemichi.

—Al menos quédate a comer.

¿Por qué Takemichi tenía que ser tan hermoso? Era imposible resistirse a sus ojitos. Si lo pensaba mejor, tenía debilidad por ellos. Ni siquiera haría el intento de negarse.

—De acuerdo, solo porque tengo hambre..

—¡Genial! ¿Qué cosas te gustan? —preguntó Takemichi, sin soltarlo. Solo lo arrastró consigo a la cocina.

—¿Eh? No soy tan quisquilloso, cualquier cosa que decidas estará bien para mí.

—Hoy seré tu chef personal, puedes pedirme lo que quieras —insistió con un tono de voz que no dejaba espacio a la réplica.

—¿En serio? No sabía que cocinaras.

—No sabes mucho de mí —dijo Takemichi, todavía con la sonrisa en el rostro, pero había algo en él que no parecía contenta, ¿sus cejas?—. Cuando era más joven debía quedarme solo en casa y tuve que aprender a hacer todo por mi cuenta.

—Algo recuerdo de eso —murmuró. Solía pasar tiempo en la casa de Takemichi, o más bien, follar, y jamás se había preocupado por saber de su vida. Si eso no lo volvía un idiota de lo peor, nada más lo haría. Le debía muchas disculpas.

—¿Ves? Hacerte un buen desayuno no figura un reto —dijo Takemichi, mientras lo obligaba a tomar asiento—. Ahora pide lo que quieras.

—Uhm, ¿huevos revueltos y arroz?

Takemichi lo miró largos minutos y finalmente asintió, como si estuviera conforme con el pedido. Y cuando empezó a cocinar, de verdad se veía como toda una persona de casa: era ágil y encantador, explicándole cada cosa con soltura. Mikey por primera vez se esmeró en prestarle atención, quería saber todo de él, deseaba hacer las cosas mejor.

—Solo debemos esperar que el arroz esté listo —murmuró el chico, sentándose a su lado —, ¿estás bien con la espera?

—Sí, haces mucho.

—No importa. —Takemichi lo miró fijamente y luego agregó una frase nueva, muy inesperada—. ¿Cómo es qué conoces a Seishu?

—Pensé que él te lo había dicho —comentó Mikey—, pero no es tan interesante. Él trabajó con mi mejor amigo por muchos años en el taller. Nunca fuimos amigos, pero solíamos tener una pandilla y pasar tiempo juntos. Luego de irme, todo se acabó. —Luego de decir eso, la cocina quedó en silencio, al menos el tiempo suficiente para que Takemichi pudiera procesarlo.

—Una pandilla es genial —dijo el chico, levantándose—. ¿Y por qué te...? —Takemichi se detuvo y sonrió—, no, olvídalo, no tengo derecho de preguntar eso.

—Puedes hacerlo. También hay cosas que no sabes de mí.

Contrario a lo que pensó, Takemichi se quedó callado y ahí murió el tema. Lo siguiente fue acerca de la comida. En la mesa le pusieron los huevos y una taza de arroz. Fruta picada en un plato aparte y un caldo transparente que tenía tofu y lechuga; al lado, para acompañar lo demás, té helado de melocotón.

—Gracias por la comida —dijo Mikey, tomando los palillos para empezar a comer.

—Provecho —respondió Takemichi.

Comieron, mencionando esencialmente lo rico y suaves que estaban los huevos, y un poco del trabajo. Takemichi volvía a ser el mismo de siempre muy rápido. A Mikey le costaba seguirle el ritmo. Al terminar se ofreció a lavar los platos, pero no lo dejaron ni acercarse al lavaplatos, porque era la visita, de igual forma se quedó al lado del chico para hacerle compañía hasta que fue hora de irse.

—Ahora sí, olvidé mandarle un mensaje a mi hermana. Me va a matar.

—Espero que no —dijo Takemichi con un tono burlón. 

—En serio, me va a torturar cuando llegue.

—Entonces quédate, aquí estarás a salvo —la propuesta de Takemichi sonaba tentadora, demasiado para su frustrado cuerpo.

—No puedo. No podrás protegerme por siempre. 

—Tal vez lo haga, podría correr el riesgo.  

Mikey quería reírse de ello, pero al ver la cara de Takemichi, fue imposible no sentir una calidez inexplicable. Lo hizo por inercia, por supuesto, acercarse a Takemichi y rodearlo del cuello para luego besarlo, no estaba en sus planes. Él era un iluso. Los labios del chico eran el mejor postre, en especial cuando la lengua jugaba a favor. 

Buenas noches. 

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