Capítulo 2: volverte a ver.

884 149 20
                                    


—¿Entonces tus vacaciones también incluyen trabajo? —preguntó Emma, colocando un plato frente a Mikey.

—Lo hacen, Izana quiere que cierre un negocio aquí. Soy como un intermediario —respondió, jugueteando con la bebé.

La niña estaba en una silla alta para bebé, manoteando sin descanso la papilla de color verdoso extraño y de consistencia pegajosa, en vez de estar comiendo. Mikey por curiosidad tomó un poco con su propia cuchara, la olió y la probó, y tuvo que contenerse para no arrugar la cara y decirle a su hermana que revisara la clase de comidas tóxica que le daba a su sobrina.

Su propio plato tenía mejor aspecto, pero su apetito se había ido por completo. Una lástima.

—Debería dejarte descansar —continuó ella, mirándolo con el ceño fruncido—, todo suena complicado.

—Pero no lo es. Llevo la propuesta de negocios que Izana ya expuso a los distribuidores y solo debo esperar la aprobación, por lo demás, soy libre de hacer lo que quiera con mi tiempo.

Emma no pareció convencida, sin embargo, le sonrió y palmeó uno de sus hombros.

—Entonces come y ve por ello. Entre más rápido termines es mejor, ¿cierto?

—Sobre eso... no tengo mucho apetito —Hizo a un lado el plato con una disculpa y se levantó para besar la frente de su sobrina; antes de que Emma tuviera algo que decir al respecto de la comida, salió del comedor.

De todas formas no se salvó de los regaños. Los siguientes minutos fueron para un largo discurso sobre la importancia del desayuno, mientras recogía la mochila y revisaba en sus notas la dirección de la empresa. Tenía todo en orden, incluso una respuesta adecuada a Emma para que lo dejara ir, pues antes del trabajo había un asunto importante que debía solucionar y bueno, fue lo que hizo apenas pudo zafarse de la reprimenda.

—Ya estás aquí, me preguntaba cuanto tardarías en venir —dijo Draken, limpiándose las manos grasosas con un paño limpio.

Mikey caminó alrededor de la tienda, observando los cambios que obtuvo a lo largo de los años. El lugar era más grande de lo que recordaba y con las remodelaciones había quedado más moderno, más ordenado y acogedor. Le hubiera encantado quedarse allí, pero todo le recordaba a su hermano mayor. Y se suponía que debía superarlo, también todo lo demás.

—Me gusta aquí, huele a limpio —comentó.

Draken se levantó, con un porte altivo, del banquillo en el que estaba sentado arreglando una motocicleta, y se paró al lado de Mikey.

—No eres el único que ha cambiado, Mikey —Draken lo empujó suavemente y continuó—: Vamos por tu motocicleta, es el motivo por el que estás aquí, ¿o me equivoco?

—Exactamente, si no me hubieran secuestrado ayer para una fiesta sorpresa, habría venido primero aquí —dijo Mikey, fingiendo indignación. La verdad era que no podía quejarse, la había pasado bien.

—No te quejes. Ni Shin es tan llorona como tú.

—Tan malo, Kenchin —Hizo algunos pucheros y siguió a Draken a la trastienda, en donde estaba su motocicleta. Mikey no la vio de buenas a primera, su Babu estaba cubierta con una carpa impermeable, pero allí estaba, esperando por él. Su pecho se llenó de una calidez inexplicable.

—Una vez a la semana la saco a pasear —mencionó su mejor amigo, tomando la carpa entre los dedos para deslizarla fuera de la motocicleta, la cual se asomó con todo su esplendor.

Seguía igual que como la había dejado, un poco más limpia, tal vez. El color impecable y la carrocería como nueva, estaba tan bien conservada que dudaba que no la hubieran cambiado por una nueva. Draken carraspeó para sacarlo de su ensoñación y le extendió las llaves, meneándola suavemente. El tintineo era música para sus oídos.

Quédate conmigo; MiTakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora