Capítulo 12; la conversación.

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Lo siguiente era una cobarde constante de Mikey eludiendo a Takemichi. Los mensajes y las llamadas eran estrictamente profesionales. Mikey limitó las idas a la empresa, para las excepciones en las que Taiju lo necesitara personalmente para firmar algún documento o llevarle otros por pedido de Izana. En su tiempo libre se mantenía ocupado con Draken o Emma, cuidado de su sobrina o las motocicletas. No estaba seguro de que estaba haciendo con su propia vida, pero el vacío y la desazón seguían allí y se negaban a abandonarlo.

Varias veces entraba en razón y se decía a sí mismo que era innecesaria su actitud, luego recordaba al desconocido con el que Takemichi tuvo confianza y cercanía en la fiesta, entonces sus emociones volvían a ser un desastre. Se odiaba a sí mismo por no hacer otra cosa que lamentarse por lo perdido o, mejor dicho, lo que nunca fue suyo. Takemichi jamás le perteneció.

Para despejar su mente de los pensamientos intrusivos, aceptó el pedido de Emma para que la acompañara al parque. El clima era agradable y ver a su hermana empujando el carrito de Mina mientras charlaba con otras madres, lo mantuvo de mejor ánimo. Lo mejor era balancearse en uno de los columpios desocupados, por minutos se sintió libre de cualquier preocupación y de Takemichi y su linda carita.

Contra todo pronóstico, logró relajarse lo suficiente como para tener una buena tarde, hasta que su móvil sonó en su mano y tras revisarlo, vio un mensaje de Takemichi, era difícil ignorar el: tenemos que hablar, Mikey, ahora. Soltó un suspiro tembloroso y con sus dedos torpes, respondió con un escueto: está bien, seguido de la dirección del parque. Era estúpido seguir ignorándolo, en especial porque pronto volvería a Manila y lo mínimo que Takemichi necesitaba era una disculpa, por el pasado y por ese presente, también quería despedirse apropiadamente, no como la última vez.

En medio de los mensajes, Emma se acercó, con una bebé dormida.

—Ya es hora de irnos, se está haciendo tarde —dijo ella.

—Me voy a quedar un rato más —comentó.

Emma no notó nada extraño en su respuesta, porque le sonrió, aliviada de verlo más animado.

—Está bien, pero no tardes. Haré algo rico para la cena.

—¿Habrá carne? —preguntó Mikey juguetón.

Emma le respondió de la misma forma, mientras reía y luego se alejó con Mina. Mikey la vio perderse en la calle que daba a la casa y solo entonces el pánico volvió a él, demasiado intenso como para ignorarlo. No supo cuánto tiempo estuvo balanceándose en ese lugar, aunque fue el suficiente para que alguien se acercara a él y se sentara en el otro columpio. Era Takemichi, podía saberlo porque siempre llevaba consigo el aroma picante de la canela.

—Hola —le dijo el chico.

—Hola —respondió como si fuera lo más casual entre los dos.

—¿Ya me vas a decir por qué me has estado ignorando?

—No lo hago —mintió—. Han sido días ocupados.

—Por supuesto —murmuró Takemichi—, de repente dejas de buscarme y... detienes lo que sea que pasaba entre los dos, pero eso no es novedad, ¿cierto? —Había mucha amargura en esas palabras—, eres experto en esto, Mikey. Tienes un maldito título en dejarme sin explicaciones.

¿Qué podía decir Mikey al respecto? Lo que decía Takemichi era verdad. Sintió el familiar tirón de culpa y agarró con fuerza los brazos metálicos del columpio, hasta que le dolieron las manos.

—No soy muy bueno hablando de mis sentimientos —admitió—, tal vez sea una de las razones por la que soy tan desastroso.

Takemichi debió aceptar esa respuesta, porque soltó un largo suspiro. Mikey no lo había mirado ni una vez, pero podía sentir la tensión entre los dos.

Quédate conmigo; MiTakeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora