Pasado y presente

7 2 0
                                    

Mi corazón acelerado por la quietud inquietante de aquel momento, por alguna razón sentía que el tiempo se había detenido justo cuando escuché su melodiosa voz.
Me dió miedo girar hacia aquel hombre que causaba miles de sentimientos, sentí mis manos temblar, un escalofrío recorría mi ser, me inquietaba saber si el por alguna razón sentía lo mismo que yo.
Mi cerebro ya había hecho millones de ideas al respecto, probablemente el estaba casado, o ya estaba con alguien, un miedo profundo hizo un hueco en mi corazón, que aceptaba ese hecho.

-Creo que es hora de irnos, ya es tarde- decía de forma firme.

-Señor, debo disculparme, no defendí el recinto como debería de ser- dijo el guardia acercándose a él

-No deberías de preocuparte, hiciste lo que pudiste, eran demasiados para que pudieras solo, creo que dados los acontecimientos, necesitaremos más seguridad- respondió.

-Aun así, por lo menos debí proteger mejor a la señorita- dijo Sebastián algo apenado.

Yo estaba helada, no podía girar a ver a esa persona a la cara, pero aún estaba sorprendida por lo gentil que respondía.

-Valentina, mañana por la mañana solicita apoyo a la agencia de seguridad, a Sebastián le hará bien un ayudante- ordenó

-Enterada- respondió la joven secretaria

-Aclarado esto, creo que ahora sí es hora de irnos, ya se ha puesto el sol, Sebastián, cierra todo después de que nos vayamos, Valentina ¿Quieres que te lleve?- pregunto manera amable.

-No será necesario señor, César vendrá por mi, le he contado lo que sucedió y se ha preocupado por mí- respondió.

-Que amable es César por venir por tí, cuídalo mucho, entonces nos vemos mañana, descansen.

Al terminar de hablar con sus colaboradores comenzó a caminar hacia donde yo estaba sentada, escuchaba sus pasos acercarse más y más, al mismo tiempo que mi corazón se aceleraba, cuando por fin se detuvo, extendió su mano a mi costado para poder apoyarme y levantarme; gire y pude ver su mano, se notaba que era un hombre fuerte, tan solo al ver su mano.

-¿Está lista para partir?- preguntó

-Si, si, claro- sentí que tartamudeaba al mismo tiempo que extendía mi mano hacia la suya.

Al tomar su mano comprobé lo que ya sabía, eran unas manos fuertes, las cuales tal vez habían trabajado mucho pars poder tener lo que es ahora.

Por fin pude verlo de nuevo, ese rostro amable, con una sonrisa de par en par, sus ojos color miel que me habían cautivado aquella primera vez, su hermoso cabello castaño con su corte tan peculiar desvanecido.

No lo podía creer, lo tenía en frente mío y ni una sola palabra salía de mi boca, quería decir por lo menos un "gracias" de agradecimiento, pero no fue así, lo único que pude hacer fue sonreír de forma tímida.

Toda la tensión que había en ese momento se desvaneció en el momento que soltó mi mano para indicarme que lo siguiera a la puerta, sin decir ni una palabra, solo comenzó a caminar delante de mi.

Me tarde en alcanzarlo, por lo nerviosa que estaba casi olvidaba mi bolso, no era gran cosa, un bolso viejo color café, me lo había regalado una amiga cercana por lo que valía mucho sentimentalmente, en ese momento, alce mi vista hacia la recepción en dónde aún se encontraba la secretaria, y tenía un gesto, tal vez de felicidad, los ojos le brillaban, me recordó a mi cuando veía algún dorama y por fin el protagonista tomaba de la mano a su amada, aunque no le tome mucha importancia en ese momento, di media vuelta y alcance al "señor", me parecía gracioso, por qué en realidad no lo parecía, tal vez podría tener unos treinta o pocos menos, yo no lo veía tan viejo como llamarlo señor, a mis veintisiete años el me parecía que estaba en plena flor de su juventud, o era la mentira que quería sostener.

Cuando por fin lo alcance en las puertas el me esperaba para abrirlas para mí, cómo todo un caballero, me sentí alargada, esos comportamientos en estass épocas eran poco recurrentes, pase delante de el deleitandome con su dulce perfume.

Saliendo del edificio comenzó a caminar por la calle iluminada por unas cuantas farolas, la noche era hermosa, hacía algo de fresco, y no era por menos, el otoño estaba por entrar, los pocos árboles que había en la calle desprendían un par de hojas mientras caminábamos.

-Disculpe señorita, me parece que no nos hemos presentado ¿Me podría decir su nombre?- preguntó

-Cla...claro- tragué algo de saliva -mi nombre es Monserrat, pero yo a usted ya lo conocía, alguna vez me hizo una entrevista- mi corazón se partió al saber que no me recordaba.

-Que hermoso nombre, lo siento Monserrat, la carga de trabajo no me da mucho tiempo para recordar a todas las personas que entrevisto- dijo amablemente.

-No se preocupe, lo entiendo- le dije mientras seguíamos caminando por la calle.

-En verdad perdón, tal vez en otra ocasión acepte salir por un café en forma de disculpa-

Sentía como mi corazón se detuvo unos milisegundos al escuchar su propuesta, tal vez estaba soñando, no podía creer que me estaba invitando a salir.

-Por supuesto- respondí instantáneamente -aunque, yo no sé su nombre ¿No cree que es muy descortés de su parte no decirlo?- dije de forma juguetona.

-Claro, lo lamento, mi nombre es Da...-

-¡Monseeeeeee!- un grito de una chica se escuchó a lo lejos, interrumpiendo al "señor"

Ambos giramos a ver de quién se trataba, era una amiga cercana mía, Liz, morena, un poco delgada, de carisma a veces agobiante, siempre preocupada por lo que me llegará a pasar, al acercarse a nosotros noté su chamarra de cuero en conjunto con su pantalón de mezclilla color azul, roto en algunas partes, se cabello oscuro lacio, sus ojos negros que brillaban al verme.

Llegó corriendo hacia mi y me dió un fuerte abrazo.

-Monse ¿Estás bien? Me enteré lo que pasó ¿No te paso nada? ¿En qué estabas pensando al ir sola al centro?- su voz en ocasiones preocupada en otras emocionada, se podía escuchar por toda la calle.

-Estoy bien, Liz, no me pasó nada, por suerte me refugie en un edificio y ahí un guardia me salvó- le dije para que me pudiera soltar.

-Que alivio, pensé que ya te había perdido, muy mal por ti señorita, mamá te regañara al llegar a casa- me dijo en tono autoritario.

-No le digas nada, por favor, no paso nada grave, además, por si no lo has notado, vengo acompañada- le dije señalando al "señor"

Liz se giró para ver a mi acompañante y le lanzó una mirada juzgadora.

-¿Que planeabas hacer con mi amiga? ¿A dónde la pensabas llevar?- le preguntaba mientras lo señalaba una y otra vez.

-Me disculpo, mi intención era llevarla a casa- el "señor" seguía amable

-Te creeré, pero ahora la llevaré yo a casa, te agradezco que la hayas salvado, nos retiramos, con su permiso- le dijo y después de eso me tomo de la mano y nos alejamos dejando al "señor" atrás.

Ya no me dió oportunidad de agradecerle, ni de saber su nombre, Liz llamó un taxi y lo abordamos, dejando al "señor" atrás, solo observando hasta que dió media vuelta y se retiró.

Darkness: el comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora