III: Recordar...

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Tori solía ser muy amable con ella. Hasta la pudo considerar su mejor amiga. Jugaban sin parar, iban juntas a todas partes, hacían pijamadas, se contaban todo.

Cuando entraron a la secundaria, hubo un cambio brusco. La de rojo se había convertido en una idiota, una patán. Recordaba perfectamente como la chica que tanto quería, esa chica a la que le creía todo, por estúpido que fuera, con la que pasó horas y horas de sonrisas, calidez, cariño... De repente, empezó a pasarla de largo, prefería juntarse con los matones que fumaban en la parte trasera de la escuela, se metía en pleitos por cosas tan sencillas como que alguien se tropezó con ella, era una bully.

Pero, sobre todo, recordaba cómo empezó a buscar cualquier oportunidad para hacerla menos, humillarla. Desde burlarse de sus respuestas en clase, hasta esparcir rumores sobre ella.

En menor medida, Ell y Matilda también fueron víctimas de esa horrible actitud. Mas se centraba en la de cuencas.

Dolía.

Demonios, dolía muchísimo.

Sentía una cadena atada a su garganta, sus pulmones, su estómago, su hígado, su corazón... Cada vez que la comunista se cruzaba con ella, o escuchaba algo de lo que había hecho, la cadena se apretaba más, y más, y más...

Hasta que se rompió.

Ese día le metió una paliza de las buenas. Dientes fuera, ojos morados, labios, nariz, y puños ensangrentados. Ambas hechas mierda. Toda su ira se desembocó en ese momento.

La llevaron a dirección, llamaron a sus padres, la suspendieron, estuvo castigada un mes, le dieron con la correa, lo que Tori no tuvo oportunidad de hacerle, se lo hicieron sus padres como reprimenda.

Pero, joder, valió la pena.

Después de eso, nadie se atrevía ni a mirarla mal. Hubo algunos que le llegaron a temer un poco, pues le dió pelea (y salió triunfante) a una de las peores busca problemas de todo el colegio.

Tori no volvió a juntarse con los problemáticos.

No se juntaba con nadie.

No molestaba a nadie.

No hablaba con nadie.

Se volvió muy ensimismada.

Esa pelea con Tamara tuvo un mayor impacto del que debió haber tenido.

Ahí fue cuando se dió cuenta de todo lo que había estado haciendo, recuperó consciencia de sus acciones.

No sólo entendió que su actitud era de lo peor, también que no podía seguir así. En ese momento se dió cuenta de que le había hecho mucho más daño del que creyó a la chica que en algún momento fue su mejor amiga. Se dió cuenta que estaba lidiando de la peor manera posible con los problemas que había en su casa. Es más, ni siquiera lidiaba con ellos, sólo descargaba su ira en otros. En ese momento, recordó que la paciencia tiene un límite, andar por ahí buscando 'presas fáciles' para 'sentirse superior' sólo te hace sentir peor, y cuando esta clase de cosas pasan, te das cuenta que te has convertido en una patética excusa de ser humano, aprovechándote de otros y esparciendo más y más odio.

Tori se había dado cuenta que lastimar a quien una vez amó no la hacía sentir mejor, simplemente hacía que la cantidad de personas que la odiaban, que querían hacerle daño, incrementara.

La que, en ese entonces, había pasado por la etapa emo, admitía que admiraba su intelecto. Desde siempre la cuernuda había mostrado habilidad para analizar y resolver problemas, con calma y lógica. Su capacidad le ayudaba a sacar notas excelentes en todas las materias, incluso las que, según la de rojo, eran aburridas. No bajaron al juntarse con los chicos equivocados, pero vaya que fueron en picada luego de la pelea: faltaba a las clases, ya no preguntaba ni corregía al profesor, sus exámenes estaban en blanco, sus cuadernos igual. Lo notó, claro que sí.

Seguía resentida con ella, era la menos indicada para 'tenderle una mano'.

No fue necesario, de todas maneras.

Patrycia y Paula seguían tratando de acercarse a la pelimiel. Y les costó. Les costó demasiado.

¡Te reto a...! [ToriTam]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora