Después del encontronazo en mi casa no lo volví a ver por semanas. No es que me hubiera olvidado completamente de él, pero seguí haciendo mi vida como siempre.
Encontré trabajo como camarero, y la verdad en el club elitista donde me contrataron daban unas propinas estupendas.
El tema de los sugar daddy ya lo había superado, al principio está genial, mucho dinero por cerrar los ojos e imaginarte a Henry Cavill taladrándote, pero mi imaginación llega hasta un punto, y se vuelve todo muy turbio y posesivo.
No es para mí, y en ese club me tenía que quitar a los viejos de encima, eso sí, llevándome suculentas propinas antes.
No es que no hubiera maduritos interesantes, pero a esos ya me los había follado a todos, y lo malo de repetir, al menos, con la mayoría es el rollo programado de la exclusividad. La gente es muy pesada con el tema, pero que muy pesada. Aún recuerdo cuando me fui a una comuna hippie a una isla creyendo en aquello del amor libre, mentira, de libre nada. Al final, follabas con los mismos de siempre y solo lo veía como una monogamia extendida y encina con tintes sectarios. No, gracias.
En fin, que me desvío del tema. Yo, el club de lujo y los maduritos.
Tengo un don para encontrar candidatos deseosos y aceptables, pero también para meterme en problemas con ellos.
El problema estaba debajo de mí en el almacén teniendo un infarto. Si es que todo me tenía que pasar a mí. Después de llamar a la ambulancia, que vinieran y lo estabilizaran el tipo no me soltaba la mano.
Que había renacido gracias a mí, que iba a dejar a su mujer, sus cinco hijos y ponerme un piso.
Maduros, son todos iguales. Yo trataba de deshacerme de su mano que a ese punto era una garra fija en mí.
A los paramédicos debió de parecerles una escena encantadora porque me dijeron que podía ir con él en la ambulancia y ya no tuve escapatoria. Me vi en la parte trasera de una ambulancia por primera vez en mi vida. Al resucitado le estaban dando no sé qué mientras me seguía agarrando como si yo fuera la fuente de la vida eterna y yo no pude evitar mirar al paramédico cachas que estaba trasteando con trastos de paramédicos.
No es que tenga ningún fetiche con los héroes, pero este era mi héroe porque le había dado algo potente al resucitado para que se relajara y me había soltado la mano, por fin.
—¿Menudo alivio tener a tu novio de vuelta, no? —me preguntó, y yo solo pensaba en lo bueno que estaba y que yo me había quedado a medio polvo.
—No es mi novio, es un tío cualquiera al que me estaba follando, y tampoco muy bien.
En lenguaje de peli porno eso se traducía a ponme tu gorda inyección dentro de mi culo, y como yo soy mucho de tópicos pues fue lo que pasó. Ya lo había hecho en coches en marcha, pero en una ambulancia era otro nivel, estaba agarrado a unas cinchas que parecían diseñadas para polvos de riesgo mientras mi polvo prometido se estaba cumpliendo.
Emocionante, un poco incómodo pero emocionante, y esas cosas son las que a mí me dan la vida.
Lo malo fue cuando el madurito resucitado despertó, nos vio y sufrió otro infarto diciendo mi nombre.
Estaba vez no lo superó, y cuando llegamos al hospital había muerto.
Muchos dicen que soy un cabrón, y quizás tengan razón, pero no le deseaba la muerte, de verdad que no. Y bajar de la ambulancia y ver cómo se lo llevaban sí me afectó.
Obviamente, yo iba a desaparecer nada más llegáramos, pero ahora, ahora sentía una cosa rara. Algo que no había sentido nunca, era molesta, un poco amarga. Y cuando el tío rubio de blanco apareció ante mí, supe qué era.
Culpa.
Yo en mi vida he sentido eso, y en el fondo sabía que no era culpa mía, seguro que eran los ultraprocesados de mierda que ese tipo había comido toda su vida. Su corazón no se paró por mí, pero sí se paró diciendo mi nombre.
Jodido cabrón, podía haberse muerto calladito o con un estertor como todo el mundo, no, tenía que gemir lastimeramente mi nombre.
Pero incluso eso lo hubiera superado, encontrarme al adonis rubio nada más abrir la puerta trasera de la ambulancia, su mirada, y esa fea sensación de culpa, me jodió.
—Tienes que dejar de pecar, o tu alma se perderá para siempre.
Supongo que yo estaba demasiado afectado, porque por una vez me creí lo que el rubio me estaba diciendo con su voz de muerto viviente.
Salí corriendo, y os juro que dejé de "pecar" durante un tiempo.
Me despidieron del club de ricos, y ni siquiera protesté, en serio, muy afectado.
Lo malo es que a mí las cosas en realidad no me duran tanto, y como habréis podido imaginar, le volví a ver.
¡Feliz martes! O al menos, mejor que el del pobre tipo de la ambulancia.
Besos
Sara
ESTÁS LEYENDO
El rey del pecado
RomanceNunca he sido un santo, de hecho muchos me han denominado cabrón insensible, pero yo me debo al placer, y como comprobarás conmigo, también me debo al pecado. Ángeles, demonios, sexo gay y mucho humor.