Capítulo 3: Incontrolable debilidad

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¡Nunca me gustó desayunar! Porque sentía que se me descomponía el estómago cuando lo hacía, pero mi mamá siempre insistían con que desayunara algo, porque era importante y necesitaba energías para afrontar el día en la escuela hasta el mediodía.

Así que tomaba un mate cocido con pan o galletas dulces.

Lo que más me gustaba del desayuno era pasar tiempo con ella, porque trabajaba casi todo el día en diferentes casas como empleada doméstica, también cuidaba personas mayores o gente internada en el hospital, entonces pasaba mucho tiempo fuera de casa.

Cuando era más chica pensaba que era porque no quería estar conmigo, luego comprendí que lo hacía por mí. Por eso siempre aprovechaba cada vez que podía pasarlo con ella en las mañanas antes de la escuela y del trabajo de ella, porque era uno de los momentos donde podíamos compartir y charlar.

—Hay una piba nueva en la escuela. —Le conté de Natalie, quería hablarlo porque necesitaba decirle a alguien—. Parece agrandada, pero no sé, me cae bien.

—¿Te gusta? —preguntó levantando la ceja.

—¡No! —respondí escandalizada—. Es linda, pero no me gusta.

Mamá sí sabía que me gustaban las chicas y también los chicos, ya habíamos hablado de eso en el pasado. Nos había costado mucho ponernos de acuerdo, pero al final terminó comprendiendo.

No pasó lo mismo con los padres de Angie, con quien experimenté mi primer beso con una mujer y con quien compartimos un buen escándalo por culpa de las habladurías del pueblo.

Ahora ella estaba en otra escuela y con la orden de mantenerse alejada de mí, aunque los padres pelotudos de Angie no sabían que seguíamos siendo amigas.

Por suerte mi mamá no me juzgaba, ni se enojaba conmigo por esas cosas. No tenía por qué hacerlo, ya que según mi abuela materna, que ya no vivía en este mundo, mi mamá era bastante vaga a mi edad.

Así que en vez de enojarse, siempre me aconsejaba que me cuidara y disfrutara mi juventud, pero que no dejara de estudiar.

Mi mamá era todo lo bueno que tenía en mi vida, la única persona que sabía que realmente me amaba y hacía todo por mí. Mirarla a la cara y ver su sonrisa detrás del mate me traía paz y protección, pero también un leve pesar en mi corazón, porque solo tenía este año para disfrutarla todas las mañanas, porque si me iba a la universidad dejaría de verla a diario.

Irme de la casa sería un golpe duro para ambas, pero algo inevitable que ambas deseábamos. Tenía que perseguir mis sueños y sabía que ella estaría ahí apoyándome desde la distancia.

Cuando terminamos el desayuno eran como las siete y media, momento de partir a la escuela. Por eso me despedí de mi mamá y salí de casa colocándome los auriculares y preparando el reproductor musical de mi celular.

Ya se me había pasado un poco el sueño y la flojera a medida que caminaba al ritmo de "Corazón Delator" de Soda Stereo, mi banda favorita, que sonaba en mis oídos.

Iba tranquila disfrutando y aprovechando la claridad del nuevo día por la mañana, porque pronto comenzaría a amanecer más tarde y eso sí que me daba miedo. Detestaba ir a la escuela cuando aún reinaba la fría noche. No me gustaba que amaneciera tan tarde. ¡Maldito invierno!

Los pájaros comenzaban a despertar haciendo su alboroto en la copa de los árboles, no iba a escucharlos porque en mis oídos sonaba la música que tanto me gustaba, teniéndome sumida en ese éxtasis musical que me despertaba y levantaba el ánimo cada mañana...

Era una relajante caminata que se vio interrumpida en cuanto doblé la esquina.

Al ver esa bonita presencia frente a mí, frené de golpe y me saqué los auriculares de inmediato.

Aquel último añoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora