Capítulo 13: martes

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Como una boluda esperé a Natalie igual que siempre, pero como me había advertido el día anterior, ella nunca llegó. Otra vez sentí esa fea angustia, pero no le di bola, me puse los auriculares y seguí caminando, ir en compañía de la voz Cerati era mucho mejor que lamentarme por Nati.

La tarde anterior había visto su mensaje en Facebook, ni siquiera me molesté en contestarle. Con lo cortante que había sido en el aula me había dejado claro que no quería saber más nada de mí, eso me destrozó. Aunque nunca pasó nada entre nosotras, me dolía que no hubiese pasado lo que quería.

Lo que sí pasó, jamás me la habría imaginado: bese a Nacho y eso había traído repercusiones que me daban mucha rabia.

Todos en el curso me miraban mal y susurraban a mis espaldas, mi amigo no me hablaba y la chica que me gustaba se alejó de mí, mientras que Nacho seguía igual que siempre. Todo recayó en mí como si sólo yo hubiese sido la responsable de lo ocurrido. ¡Qué injusto!

De momentos pensaba que odiaba a mis compañeros, por eso entré al aula ignorándolos a todos. No quería ver sus caras, por eso ni siquiera miré a Natalie; tampoco a Julián, a quién no iba a rogarle perdón. Cuando se le pasara su tonto enojo hablaríamos y si no, allá él.

La buena música me había levantado el ánimo, por eso entré así. ¡Me iba a comer el mundo! No iba a dejar que nadie me intimidara, ni tampoco iba a dejarme denigrar por Mili. Estaba esperando a que me insultara para devolvérsela, para humillarla, así como ella me humillaba a mí.

La indiferencia de Nati o la de Julián tampoco iban a hacerme poner mal, estaba lista para tener un buen día. Pero luego... pasó algo que no esperaba.

El preceptor entró a tomar lista y cuando terminó me llamó a que fuera a preceptoría con el cuaderno de comunicaciones en mano. Al salir del aula escuché los susurros y las risas de algunos.

Estaba en problemas.

—Verónica Leiva —dijo cuando me senté frente a él—. Ayer te fuiste de clases sin permiso.

Mi escape no había pasado desapercibido. ¿Qué estaba pensando? Bueno... No estaba pensando, me sentí mal y escapé de mis problemas como una cobarde.

—No me sentía bien —me excusé.

—Pero Verónica, si no te sentías bien, nos hubieras avisado. Acá estamos para ayudarte, no te tenías que escapar así.

—No quería estar acá. —Me agaché evitando la mirada del preceptor.

—Me han avisado que ayer estabas muy dispersa, te escapaste de la escuela y también estuviste peleando. ¿Qué pasa? Sabes que podés hablar de lo que te molesta.

—¿Peleando? ¿Quién le dijo eso? —pregunté exaltada.

Yo no había andado peleando. Mili era la que me provocaba siempre, yo solo me defendí, tanto el viernes, como el lunes que me tiró del pelo.

—No importa quién me dijo, sabés que por cualquier inquietud que tengas podés hablar acá. —El preceptor era un sol, siempre hablaba con la misma serenidad—. ¿Te pasa algo? Te podemos ayudar.

No dije nada, porque no quería hablar de lo que pasó, ni de lo que me molestaba. Por eso me quedé callada y el preceptor me escribió una nota en el cuaderno para mi mamá.

***

La vuelta a casa fue tranquila, aunque al principio pasé un poco de frío a pesar del abrigo, pero en cuanto empecé a caminar se me pasó. Como ya no venía con Nati, aprovechaba para escuchar música con mis auriculares.

Aquel último añoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora