Lo primero que hizo el preceptor cuando me vio fue preguntarme por mi mamá, le dije la verdad: que iba a pedir permiso en el trabajo para venir, quizás a las diez u once de la mañana ella estaría en la escuela.
La primera clase fue totalmente aburrida, no me gustaba mucho la filosofía y tener que escuchar de eso a las ocho de la mañana era bastante tedioso. Pero tenía que prestar atención porque pronto serían los exámenes trimestrales y tenía que aprobar. No podía dejarme estar, pero con todo lo que pasaba mis ganas de estudiar eran nulas.
Sólo quería hacer cosas que me hicieran sentir bien, como tocar la guitarra, escuchar música o pasear en bici con mis amigos.
Pero como el Abuelo me ignoraba ya no podía salir con ellos a pasear por las tardes. Mati seguía hablándome, pero había quedado entre medio de nosotros dos, seguro se sentía incómodo porque se juntaba conmigo y también con Julián.
No quería rogarle perdón a Julián, después de cómo me trató el lunes ya ni siquiera quería mirarlo. Aunque sí me sentía culpable de haberle hecho daño por besar a Nacho y me molestaba que nadie estuviera enojado con él por ese beso.
Para mi suerte quién dio el puntapié inicial para volver a hablarnos fue el mismo Abuelo: En el primer recreo salió como siempre, tenía amigos de otros cursos e iba a charlar con ellos. Yo me quedé en el aula con Mati y empezamos a charlar de series.
—Vi hasta el capítulo donde encuentran a Sophia en el granero —dijo agarrándose la cabeza—. Me lo imaginaba, pero igual me sorprendió.
Yo sonreí porque ya lo había visto. El timbre para volver a las aulas sonó aturdiendo los pasillos.
—¡En octubre se estrena la tercera temporada! —comenté emocionada—. Mi amiga Angie tiene los cómics.
—Sí, ya me los voy a bajar. —Levantó la vista asintiendo entusiasmado—. Me bajé algunos de superhéroes el otro día... —contó sonriendo, a él le gustaban los cómics, siempre me hablaba de eso, aunque yo mucha bola no les daba a esas cosas.
En lo que hablábamos nuestros demás compañeros comenzaron a llegar del recreo, porque pronto comenzaría la siguiente clase que al igual que la anterior me aburría y agotaba.
Natalie entró riéndose junto a sus amigas, su sonrisa parecía iluminar el aula, al igual que su presencia tan delicada y elegante. Su pelo siempre estaba bien peinado y se notaba tan suave que se lucía con cada movimiento que ella hacía.
No pude evitar mirarla por un momento, luego agaché la cabeza y me quedé pensando en ella. En ese momento de distracción alguien se acercó a mi mesa y dejó uno de mis chocolates favoritos delante de mí.
Abrí los ojos y miré la mano misteriosa que dejó el chocolate; era varonil y tenía una uña pintada de negro, lo reconocí de inmediato. Seguí su brazo cubierto por la campera de promo hasta llegar a su rostro.
Él me miraba fijo con sus ojos marrón claro, tenía los rulos despeinados como siempre y la misma cara de culo que había tenido desde el viernes que besé al chico que le gustaba. Cruzamos miradas unos segundos, luego sonrió y se sentó en su lugar.
Estaba a punto de hablarle, pero la profesora llegó. Tuve que quedarme en silencio porque había comenzado la clase.
Como a las diez y algo de la mañana el preceptor entró al aula y la clase se detuvo unos momentos.
—Verónica —llamó, todos giraron a mirarme. Otra vez ese calor vergonzoso me abrumaba—. ¿Podés venir?
—Sí —respondí en voz baja.
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Aquel último año
Novela JuvenilA Verónica Leiva le entusiasma empezar su último año de secundaria, su objetivo es disfrutarlo a más no poder junto a sus mejores amigos y el próximo año marcharse a la universidad para comenzar una nueva etapa. Cuando las clases están a punto de e...