Sentía cómo el estómago se me revolvía de los nervios, había tenido náuseas desde el desayuno y es que tener exámenes me ponía demasiado tensa. ¡Había estudiado bien! Y estaba segura de que no iba a irme mal, pero igual me preocupaba y presionaba a mí misma por tener buenas notas.
La profesora entregó la hoja fotocopiada con las consignas y luego de leerlas una a una, respiré con tranquilidad al notar que me sabía todas las respuestas. Por eso tomé mis biromes coloridas y comencé a desarrollarlo.
Volqué todos mis conocimientos, concentrada en lo que hacía. Por un momento logré dejar de pensar en Verónica, en mi familia de pensamientos retrógrados y en las demás preocupaciones que tenía por culpa de ellos.
En ese instante sólo éramos el examen y yo.
Cuando lo finalicé, noté que tenía tres hojas completas con respuestas. Orgullosa me levanté hasta el escritorio de la profesora, que estaba casi al frente del mío y con un curso casi vacío entregué mi examen para luego salir a respirar afuera.
—¿Cómo te fue? —Pilu salió a mi encuentro—. Entregaste casi última, ¡te las sabías todas!
—¿Qué pusiste en la dos? —Mili apareció insistiendo—. ¿Y en la cinco? —Siguió insistiendo, no le di bola.
—No estuvo tan difícil —dije caminando para alejarme de la puerta del aula—. Ojalá me saque una buena nota.
—Sí, boluda, seguro te fue bien. —Pilu agregó siguiéndome—. Yo no hice un carajo, seguro me saco un uno. —Se rio agarrándose la cabeza.
Como quedaba poco para el recreo, la profesora no nos llamó adentro cuando entregó el último estudiante que quedaba, así que nos quedamos afuera conversando del examen hasta que se acercaron Mati y Julián; sabía que venían a hablarme de Vero.
Mili hizo mala cara al verlos y temía que los corriera, porque eso implicaría que tuviera que regañarla por ser tan pelotuda. Pero no fue así, a pesar de su mala cara los chicos la ignoraron y sólo hablaron conmigo.
—Hoy vamos a ir a llevarle la tarea de la semana a Vero —Mati habló con las manos en los bolsillos de su pantalón. Se había cortado el cabello, debía admitir que se veía bastante fachero—. ¿Querés venir también?
—¡Hacemos unos panchos! —Julián agregó animado. Pilu me hizo una seña para decirme que ya volvía y se marchó, por suerte Mili la siguió—. Avísanos, así te llevamos porque Vero ya no vive en su casa.
—¿Qué? —Me sorprendí—. ¿Dónde vive?
—Se mudó con el padre. —Matías contestó mientras Julián asentía—. Como tenía que subir muchas escaleras en la casa de la madre, ahora se queda con el padre que encima vive cerca del hospital, le reconviene.
Abrí la boca sorprendida, me alegraba que Vero pueda construir una relación con su papá, imaginaba que lo extrañaba.
—Sí, voy —respondí mirando la pantalla de mi BlackBerry—. ¿Cuándo van a ir?
—Ahora a la salida.
—Sí, de una. —Quedamos de acuerdo.
Por eso avisé a mamá que me iba a quedar a almorzar con Pilu. Ni ella, ni papá podían saber que me estaba juntando con estos chicos «degenerados», ni mucho menos que iría a ver a la «atorranta» de Vero.
Después de hablar con Juli y Mati volví con mis amigas, en cuando me encontré con ellas noté la expresión indignada de Milagros.
—¿Por qué vas a ir a la casa de esa chiruza? —Fue lo primero que reclamó—. Me prometiste que no te ibas a juntar más con esa.
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Aquel último año
Novela JuvenilA Verónica Leiva le entusiasma empezar su último año de secundaria, su objetivo es disfrutarlo a más no poder junto a sus mejores amigos y el próximo año marcharse a la universidad para comenzar una nueva etapa. Cuando las clases están a punto de e...