Capítulo 3 reencuentros III parte

117 13 0
                                    

Aquel día iniciaba sobre la ciudad amurallada de Ryu Yuru envuelta por un fatídico muro que la separaba del resto del mundo; bajo su cielo sólo podía verse desdicha, ruina, amargura y problemas de toda índole, asediados por la creencia de la supremacía del macho sobre la hembra.

Era allí donde Tigresa había iniciado una lucha, pero a pesar de su discurso tan firme contra la tiranía, el maltrato y el miedo, hasta el sol de ese día le costaba convencer a las hembras de su especie a dar un paso determinante de valor por el bien de ellas mismas, quería verlas defenderse, levantarse contra las injusticias, que se dejaran de ese absurdo pensamiento de que eran débiles entregadas como mártires a la voluntad de los machos que solo las miraban como objetos de placer, los rituales habían acabado ya no habían marcadas, pero las injusticias seguían cometiéndose Yiru Maru se había encargado con sus nuevas leyes de hacer parecer que las violaciones eran prácticamente legales incluso las hembras debían aceptar el supuesta  intento de conquista del macho que no podía ser rechazado de ninguna manera, aquello se había convertido en acoso, y para colmo el maltrato no era considerado un crimen como tal si la hembra no obedecía fielmente a su marido él tenía derecho de tomar represaría contra ella como mejor quisiera, todo en la ciudad se estaba volviendo un caos, los robos eran frecuentes, abusos de toda índole, la corrupción crecía en medio de la corte real todo lo mejor era para el rey mientras que el pueblo se sumía en esa sombra de abandono de hambre, miseria y desdicha donde la sociedad estaba dividida y los grandes señores de la alta sociedad eran los tomados en cuenta, los respetados y venerados.

La amargura de tigresa crecía con día hasta ahora su padre la superaba princesa legal y todo, pero él se las había arreglado para dejarla muy por debajo, incluso acosaba su trabajo para dedicarse a enseñar a las hembras los Doyo que elegía continuamente eran asediados, robados o destruidos, todo de forma clandestina no tenía pruebas para acusar a su padre, pero ella sabía que se trataba de él, aparte de que se enviaba a los guardias a las casas a amenazar a la gentes para que no se atrevieran a hacerle caso en eso de enseñarles kung fu, la mayoría de las hembras temía y eran pocas las que se atrevían a ir con ella, Sin embargo ella no mostraba señas de querer retroceder, tigresa había cambiado mucho ya no era la tigresa blanda que una vez llegó a ese pueblo los sucesos de la arena la habían marcado como fénix ahora poseía nuevas habilidades, su fuerza era otra y su ánimo por seguir adelante era más que sustentable porque ahora su lucha tenía un por qué, la existencia de su pequeña hija Ling su.

Aquella mañana ella permanecía en su balcón mirando hacia el pueblo con mirada fría, calculando, pensando en su padre que al parecer estaría de regreso ese mismo día de hecho las expediciones que habían salido y parte del cuerpo militar regresaba a palacio después de tanto tiempo y todos estaban afanados arreglando cada detalle para recibir al rey con bongos y platillos.

Aquella mañana ella permanecía en su balcón mirando hacia el pueblo con mirada fría, calculando, pensando en su padre que al parecer estaría de regreso ese mismo día de hecho las expediciones que habían salido y parte del cuerpo militar regresaba ...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Era ya media mañana cuando Tamoe entró buscando a Ayame con la bebe en brazos, emocionada y casi de carrera:

-¡Princesa, princesa tiene que ver esto...!

Cena para dos la caída de un imperioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora