Capítulo 1: El inicio

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—Ah... mmm... más fuerte —dice Marina enterrando sus uñas en la espalda del hombre—. No pares... ¡sí!, ¡sí!, ¡sí! —grita llegando al orgasmo, seguida de él.

—Marina eres insaciable —susurra Aarón levantándose de la cama para botar el condón en el baño.

—Si no te gusta no me busques —expresa con una sonrisa pícara mientras se estira en la cama.

—Me voy, tus padres deben estar por llegar —anuncia mientras termina de vestirse.

—Si los ves sólo los saludas y ya, si no me preocupa a mí ¿por qué debería preocuparte a ti?

—No creo que les guste que un hombre de veinticinco años se esté acostando con su hija de dieciocho en su propia casa —enarca una ceja mostrando desaprobación.

—Ni que fueras el primero o ni que fuera virgen, además, a ellos no les importan esas cosas, saben cómo soy... está bien, quita esa cara de consternado y si te quieres ir, pues vete, aquí ya terminamos ¡Chao!— se despide sin darle importancia antes de entrar en el cuarto de baño.

—Ok, llámame cuando quieras —sugiere aquel al salir por la puerta de la habitación con una sonrisa de satisfacción.

Varios minutos después se escucha el sonido de su celular en varias ocasiones, lo cual la molesta y con actitud malhumorada sale del baño después de tomar una larga y placentera ducha, toma el celular y al no reconocer quien la llama contesta aún más enojada— ¡Olá!

— ¿Es la señorita Marina Brown? —pregunta la voz de un hombre mayor al otro lado de la línea.

—Sí, ¿quién es y qué quiere? —cuestiona mientras abre su armario para seleccionar la ropa que va a utilizar.

—Soy el oficial Sousa y lamento informarle que el señor y la señora Brown tuvieron un accidente vehicular cerca de la Avenida Atlántica... siento mucho decirle esto... pero ellos... fallecieron —puntualizó rápidamente después de vacilar entre palabras.

Marina, quien se encontraba absorta entre elegir la blusa azul claro y la camiseta de tiras blanca dejó caer la prenda que estaba sosteniendo entre sus manos al escuchar aquella afirmación. Fue como si algún rayo hubiese impactado de forma repentina en su cuerpo. Luego, se dejó caer en el suelo frío de su habitación con el celular aún en la mano temblorosa.

— ¿Qué? —exclamó sin dar crédito a lo que acababa de escuchar—. No puede ser, ¡es mentira! —le gritó a la persona al otro lado de la línea, quien suspiró lamentando ser precisamente él quien tuviera que dar este tipo de noticias nada agradables y sin duda extremadamente dolorosas.

—Entiendo su dolor, pero debe presentarse en la morgue del Hospital Pedro Ernesto para la identificación de los cadáveres —indicó de forma profesional, así como lo había aprendido en el largo trayecto de su carrera al servicio de la comunidad y que le demandaba alejarse de forma sentimental de los familiares para no caer en los mismos signos de tristeza como un afectado más.

Pero, para Marina quien era la persona que escuchaba aquellas palabras la situación resultaba diferente. Esto hizo que su mundo girara de forma repentina, incluso a pesar de que era de día, para ella todo se había vuelto oscuro, tanto como si fuese la mitad de la noche con un cielo sin estrellas. Ella, quien era rebelde y en diferentes ocasiones peleaba con sus padres, especialmente por su sobreprotección, en ese preciso instante deseaba con toda su fuerza que estuvieran ahí para reprenderla una vez más, porque ella los amaba y ellos la amaban a ella de una forma tan grande que nadie más podría entenderlo, en especial por la infinita gratitud que la menor sentía hacia ellos.

Tío eres mi obsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora