No le gustaba regresar sola a la granja de los Lars por muchas razones. Lo que más pesaba ahora mismo es que tendría que enfrentarse a la lóbrega soledad del lugar. Sentía que sin el ruido de Rex y su holoradio, o el que solían hacer los gemelos cuando caía la noche, la casa se volvía, más bien, un cementerio. O una casa embrujada; llena de fantasmas y voces que no parecían venir de ningún lado.
Lo peor de todo es que sabía que no había nadie en la granja. Cody estaba enfermo y Rex se había ofrecido a quedarse con él en el pueblo. El nudo que se le hizo en la garganta al pensar en lo inevitable la hizo quedarse quieta frente a su motojet, afuera del domo de la entrada. Se quedaría sola eventualmente, pensó. Era algo que sabía. Que ella sería la última en irse. Lo sentía en los huesos. Lo sentía recorrerle el cuerpo, con la seguridad de su propia sangre recorriéndole las venas. Era inevitable.
¿Qué haría? ¿Tendría que enterrar ella misma a Cody? ¿Tendría que ver a Rex exhalar su última respiración y cerrarle los ojos? ¿Qué haría con Anakin, perdido en algún lugar del desierto, volteando cada roca de los eriales en busca de algo que perdió hace tanto tiempo? ¿Qué pasaría con ella, cuando sola y olvidada, tuviera que recibir a la muerte?
Entró a la granja, sintiéndose, más bien, una sombra. Bajo las escaleras, atravesó el patio central y entró a su habitación. Las manos las tenía pegajosas y en el pecho, la sensación de que alguien le había atravesado un sable. Se pasó la mano por las costillas, intentando subsanar un dolor que no era real. Uno que estaba localizado muy dentro, en el corazón, en su espíritu.
Han pasado tantos años, Ahsoka. Déjalo ir. Déjalo ir.
Pero no podía dejarlo ir. Por más que dejara de comer, por más que meditara durante días enteros, en el silencio opresivo de la granja abandonada, por más que recorriera las salinas enteras no podía dejarlo ir. Sentía el dolor que guardaba cada ladrillo, cada mecanismo de las evaporadoras, cada droide durmiente, cada mota de polvo en las esquinas. Sentía que todo el planeta estaba hecho de dolor y de arrepentimiento y sentía que cada átomo alrededor de ella le gritaba en los oídos. Se sentía al borde de la desesperanza. Si tan sólo alguien le dijera qué hacer.
Se acordó de la maestra Luminara y de lo que le había dicho en Geonosis. Había sido eso hace tanto tiempo, pero aún recordaba su voz calmada y su rostro pensativo. Anakin las había rescatado a ella y a Barris, y la maestra Luminara las llevó a la estación médica. Barris estaba más herida que ella, y Ahsoka le había pedido varias veces que la dejara regresar con su maestro.
"Tienes una gran fe, Tano", le dijo. No sabía si se lo había dicho con tristeza o curiosidad. Parecía una mezcla de las dos cosas. "Contagias a los demás con el peso de tu sentimiento... tienes la capacidad de convertir la incertidumbre en convicción".
Se lo había creído durante mucho tiempo. Que era capaz de transformar a las cosas y a las personas. Lo creía cuando le había quitado el chip A Rex y había convencido a Cody de irse con ellos. Lo creía fervientemente cuando pudo traer a la Luz los cristales del inquisidor que había tocado la puerta de la granja y casi los había matado. Cuando había logrado que Luke se quedara en Anchorhead con ellos cuando Leia se robó la nave y se fue...
Y sin embargo, nunca había podido cambiar a Anakin. Anakin. Ese ya ni siquiera era su nombre. Lo había intentado todo: lo cuidó, le sanó las heridas, intentó hablar con él, peleó con él, gritó, lloró. Pero su corazón no se ablandaba. Se negaba a ver la luz. Se negaba a creer que existía algo bueno en él. Y Ahsoka, cada día se convencía a sí misma de que era verdad y que Anakin ya no existía y que, en su lugar, existía Darth Vader, portando su rostro.
Si tan solo el maestro Kenobi estuviera aquí.
Tomó una de las datapads de Obi-Wan, que había logrado sacar del templo después de la masacre. Hace años, había leído la mayoría de las entradas de su bitácora de comandante. Buscó la carpeta de Florrum. ¿O había sido después de Vanqor? Después de la situación con el mandaloriano, Ahsoka sentía que una herida invisible dentro de ella se había abierto y que de ahí, fluían recuerdos y voces, y sentía que no tenía la capacidad de detenerlos. Tampoco tenía las ganas suficientes para hacerlo.
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El tejido de nuestras almas
FanfictionEsta historia esta inspirada en Cumbres Borrascosas de Emily Brontë. Anakin Skywalker y Obi-Wan Kenobi debían encontrarse, y la fuerza de su encuentro y su destino es tal que ha afectado a todo aquel que se encuentre cerca o se cruce por su camino...